Protégeme

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Peter

Seguía sin poder descifrar la de tiempo que llevaba aquí, en la base. No tenía ni idea de lo que sucedía allí fuera, así que si por casualidad hay un apocalipsis, no me estaba enterando de nada.

Ahora que yo también era un experimento, almenos quería informarme, como era normal. Mi actitud había cambiado bastante, y no era para menos; me habían mentido y ahora encerrado aquí, por fines meramente estúpidos.

—Jonathan, ¿Podrías decirme almenos cuanto llevo en la base?— Le decía a mi mentor, supuestamente, mirando al cristal—espejo, no podía ver a nadie, pero ellos a mí si.

—Bueno... Unos cuatro meses, ahora estamos en invierno.

—¿Y... Aquí encerrado?

Lo oí suspirar.— Un mes y medio.

Increíble, había fallado en mis deducciones por lejos, la noción del tiempo aquí abajo brillaba por su ausencia.

—Bueno Peter, somos nosotros los que hacemos ahora las preguntas. ¿Como va tu relación con Kilius?

—Mejor que con toda la humanidad junta.— Me negaba a ayudar en esto. Esquivaba las preguntas como podía o las respondía con otra pregunta. A estas alturas, nadie podía hacerme nada, el Blanquiano me protegía y porque él quería, porque así me quería y me cuidaba.

—Vamos Peter, de científico a científico, tenemos que hacer esto.— Dijo el más mayor al parecer con pesar. No tenía ni más remota idea de lo que estaría pensando.

—Tu no eres un científico, no apuestas por la ciencia Jonathan. Cuando quebrantas la ley de los derechos humanos ya no te puedes considerar científico.— Dije, recordando todo lo que me habían enseñando en la facultad.— Todos ustedes han cambiado mucho.

Todo quedó en silencio, hasta que unos pasos empezaban a alejarse. Volvíamos a estar solos Kilius y yo. Al parecer también lo notó, pues me atrajo hasta él sin apenas decirnos ni una palabra. Me dejé abrazar por sus fuertes brazos y cálidos que me hacían sentir en el cielo, olvidando todo problema ocurrido anteriormente. Cada día que pasaba, me encariñaba más y más de este ser, sin preocuparme cuanto de mal visto podía estar. Kilius era mi único apoyo ahora, mi compañía, yo estaba feliz así sabiendo que él pensaba lo mismo de mí.

Él podía leer mis pensamientos, como ahora, que trató ser más cariñoso pegándome más a su cuerpo. Con el blanquiano, mis mejillas se encendían a cada gesto, mi corazón palpitaba con fuerza, y mi pequeño cuerpo temblaba ante el suyo más grande. Son nuevas e increibles sensaciones que me gustaría no dejar jamás.

Y en ese momento no pude más, estar aquí me había cambiado de una forma u otra y hacer esto no era propio de mí, pero lo necesitaba, quería probar más, y olvidarme por unos instantes del oscuro lugar en el que me encontraba. Así que con algo de duda me llevé a Kilius al lavabo que había en la sala, y cerré aquella puerta con pestillo. Recé para que no se enfadara, pues seguía sin tener ni idea de sus costumbres en este tipo de cosas, sobre las parejas. Tenía que haberselo preguntado.

—“¿Qué ocurre, pequeño?”— Me dijo mientras me acariciaba el cabello. Seguía sin poder distinguir cuando usaba su poder mental en mi para satisfacerme y cuando era yo mismo, no tenía ni idea, pero eso no importaba ahora. No contesté, a cambio él abrió los ojos sorprendido—. “Oh, así que es eso. Puedo explicártelo ahora si deseas. Verás... Yo lo intenté cuando íbamos a unir ambas frentes, sin embargo te desmayaste. Esa es nuestra forma de emparejarnos.”

—“¿Q—Qué? ¿Y cómo no me lo dijiste?”— Me sonrojé y no me lo podía creer. En verdad Kilius hizo aquello para proponerme ser mi pareja.

—“Creí que aún era pronto, y te hice daño... Así que sería paciente y esperaría por ti.”

Sonreí con ternura.

—“A ti... ¿No te importa mi aspecto? ¿O que sea de otra especie?”

—“Me pareces extrañamente hermoso, y me cautivaste desde el primer momento. Ya te lo dije en Saturno.”

—“Entonces, yo te m—mostraré como lo hacemos aquí.” No me lo pensé, aunque quizás tenía miedo de algo tan nuevo y que no ocurre dos veces en la vida, o nunca, me sentí afortunado por un momento. Tomé de su rostro y me lo acerqué, pude sentir su respiración muy cerca de la mía y entonces le besé. Decir que literalmente se sentía de otro mundo era decir poco; sensacional, excitante. Puso mi piel con los pelos de punta al punto de asustarme y agradarme a la vez.

Kilius se puso muy feliz ante mi gesto, quizás por haberle correspondido. Él me siguió más profundamente, abrazándome por la cintura como si temiera perderme en algún momento, yo por supuesto me aferré más mientras ambos experimentabamos algo totalmente nuevo e increíble.

Gemí en alto cuando el blanquiano juntó su lengua con la mía, explorandola mientras acariciaba con desespero mi espalda. No obstante, me fui separando por la falta de aire, con un gruñido como queja por su parte.

—“Espera, espera. Aquí necesitamos respirar”.— Sonreí tratando de que no me devore la boca otra vez.

—“Perdona pequeño, estoy muy feliz de que seas mi compañero.”— Se acercó y me abrazó con ternura, imité su gesto y nos quedamos así.

¿Entonces ya era su compañero o pareja?

Me había metido en algo muy gordo, sin haberme importado en lo más mínimo si el blanquiano me haya podido pegar algún tipo de bacterias, virus,... No perteneciente a este planeta. ¿Pero me importaba? Fuese cono fuese, si había algo ya era tarde, a Kilius no le habrá importado en lo más mínimo esto viniendo de mí.
La pasión y el deseo habían podido conmigo, y lo más importante, esa dulzura, ese amor que me brindaba, como me cuidaba... Era todo lo que necesitaba para ser feliz, a pesar de que no haya podido ser con un chico humano, esta bien así. Sé que estaré bien mientras Kilius esté a mi lado.

👽👽👽

Narración

—¡No sean idiotas ancianos! Sean más duros con ellos, maldita sea.— Expresó el jefe tras no recibir las respuestas que quería de sus “experimentos”.— Al final tendré que hacerlo yo solo, o mejor, mis hombres. No tendrán escrúpulos.

—Con todo el respeto señor, no le dará las respuestas que busca si le tratamos a las malas.

—Creeme que sí. ¿Acaso no recuerda en las épocas antiguas dónde torturaban a sus victimas para que confesaran?

—Señor Jon... Eso fue hace cientos de años, ahora eso es ilegal.— Titubeó Jerry, sabía se sobras lo que el jefe odiaba los reproches.

El pobre anciano fue agarrado del cuello por el encargado más fuerte, Kevin.— ¡Déjalo ya viejo de mierda! Ustedes dos solo dediquense a hacer las preguntas que os digamos. Como nos traicioneis, seréis hombres muertos.

—Creo que les ha quedado bastante claro, puedes soltarlos.— Ordenó, al momento Kevin ya lo había soltado de las peores maneras. Sin más, dieron la vuelta y se fueron, esperando que aquellos dos hicieran el trabajo.

—Jerry... Aunque nos duela, hagamos lo que dicen.— Habló Jonathan, recordando lo que Peter le había dicho en su discusión. Allí, no pudo contenerse y se fue de la sala, sin querer admitir que efectivamente el joven tenía razón.

Estaban siendo unos monstruos.

—Tu mismo le dijiste el primer día que tratara a esos seres como carentes de sentimientos ¿No?, Te conozco y sé que nunca pensaste de esa manera.— Jerry comenzó a toser de nuevo, pasándole factura su desecho cuerpo.

—Hey tranquilo. Me has pillado si, uno se acaba ablandando ¿Sabes?

—Yo también lo he hecho, y esto que hacemos no es propio de nosotros.— Una loca idea se le pasó por la mente, con altas probabilidades de fracaso, pero no podía seguir así.— Debemos ayudarles Jonathan, sacarles de allí.

—¿Estás loco? Eso podría salir muy muy mal Jerry.— Le vió sonreír y se desconcertó un poco, tenía miedo de su loca idea.

—Me estoy muriendo ya, y tarde o temprano lo haré aquí, almenos quiero hacerlo ayudando.

—P—Pero Jerry, estás hablando de sacar también a Kilius, ¿Sabe lo que supone eso si se entera la humanidad?

—Yo hace tiempo que dejé de verla, Jonathan. Mi trabajo acaba aquí, estoy harto de ese cascarrabias.— Jerry sacó del bolsillo de su bata los medicamentos y remedios contra su enfermedad, no obstante, ya nada parecía funcionar. Él sabía que su hora estaba cerca, y no le importaba que aquellos hombres apuntaran sus armas contra él.

—Dios, viejo, estás loco... Lo reconozco, con 83 años eres muy valiente.

—Tú también, tú también, aunque aún lo sabes, con 61 años que tienes ya deberías darte cuenta.

—Eso estará por ver... Solo dime que vas a hacer para poder así vigilarte de más de cerca.— Ambos rieron al unísono. Jonathan, se veía más seguro ahora, ya no les quedaba nada por lo que vivir, solo esperaban que Peter pueda ser el salvador de todos aquellos a quienes encerraron por siempre.

🌠🛸🌠

El blanquiano se sentía más feliz que nunca, sobretodo porque los seres humanos tenían claro su concepto de pareja y como la elegían. Estaba eufórico, emocionado, de que por fin su humano haya aceptado ser su compañero de por vida. Admitía que tenía miedo, pues ahora llevaba consigo el peso de la responsabilidad y temía no hacerlo bien. No obstante, sus padres ya le habían enseñado que hacer cuando encuentras a tu compañero, de hecho, la evolución de los blanquianos ya tenían como instinto la sobreprotección, por lo que no hacía falta mucho aprendizaje. Sin embargo, solo le habían enseñado que hacer si su pareja era blanquiana, no humana, por supuesto. Ahora, más que nunca, le protegería de aquellos hombres diabólicos, y esperaría una ocasión perfecta para huir de aquel antro de una vez por todas. Tan solo de pensar en regresar a su hogar junto a Peter, le fascinaba. Aunque se preguntaba si sus padres y los aldeanos seguirían enfadados por su escapada, pues no sabía cuánto tiempo había pasado allá.

Sin embargo, no vió lo que se le vino encima; Kevin y unos cuantos hombres, se adentraron en la sala, sin pudor, o sin importar de la presencia del alienígena. Ya estaba hecho, se tenían frente a frente sin barrotes de por medio. Kilius lo destrozaría sin piedad si volviera a intentar algo, pero su raza tenían una regla, no atacar nunca sin razón. Puso a Peter detrás suyo y miró amenazante a los militares, en especial al encargado de turno.

—Bien, bien. Necesito al enano conmigo.— Señaló al humano más bajito, siendo sorprendido.— Tengo algo para ti.

Al moreno no le estaba gustando nada la situación, presentía que algo muy malo iba a ocurrir. Aunque, si bien es cierto, podría aprovechar la oportunidad de correr y abrir las puertas de seguridad.

Por otra parte, Kevin agradecía el hecho de que el jefe le hubiera dado permiso para hacer lo que anduvo deseando mucho tiempo. Desquitarse con el moreno.

—No me fío ni un pelo de ti.

—Eso no me incumbe, tendrás que obedecer de todas maneras.— Dijo mientras sonreía de aquella manera tan sádica y pervertida.

Sería arriesgarlo todo o nunca saldrían de allí.

Puso un pie al frente separándose de su pareja, quien no tardó en cogerle del brazo y atraerlo hacía él de forma protectora.

Peter le miró sin decir nada.

“Kilius, si me estás oyendo, confía en mí. Yo tampoco quiero separarme de ti, pero es la única manera de huir juntos de aquí. Déjame ir, ¿Si? Te prometo que saldrá bien.” Pensó. Ventajas de que lo haya escuchado. El blanquiano gruñó sin estar muy convencido, pues sabía de sobras que aquel canalla iba a hacerle daño y no se perdonaría no hacer nada al respecto.

Peter se fue soltando de su agarre, dedicándole una sonrisa de tranquilidad y ternura.

Los amiguetes de Kevin agarraron a Peter de los brazos, procurando así que no fuese a escapar.

—Tranquilo chicos, no intentará nada... ¿A qué no?— Sonrió una vez más antes de salir de sala y llevarse consigo al pobre científico.

El blanquiano quedó atónito ante lo que acababa de pasar, no le gustaba ni una pizca y quizás se arrepienta de haberle dejado ir. Pero debía confiar en su pareja, que prometió que los sacaría de allí.

👽✨👽

Peter fue arrastrado junto a su acosador a una sala de control. Estaba de suerte, uno de los paneles controlaba las puertas de seguridad y las de emergencia acompañado de un cartel vistoso que advertía que aquellos botones abrían todas las puertas. Aquel sería su objetivo. Pensó en algo rápido, sin embargo Kevin ya había cerrado la puerta de salida con pestillo y se acercaba hacia él con peligrosidad.

—Dios... Por fin eres mío.

—¿P—Porqué me haces esto? Déjalo estar por favor...

—Ni hablar, si han dado vía libre a ese alienígena para follar ese culo, yo no voy a ser menos. Y lo pienso aprovechar.

—Con la diferencia de que él no va a violarme... Tú si.— Retrocedió con miedo por la cercanía del mayor, hasta que chocó con una pared, tenía todas las de perder.

—Que más da... Vas a ser mi puta ahora.— Se relamió los labios mientras apoyaba las manos a los lados de la cabeza del menor, que con solo la cercanía aquél militar apestaba a alcohol y a mugre.

Trató de escapar, no obstante, la gran fuerza de Kevin provocó que fuera volteado y no pudiera moverse ni un milímetro, siendo agarrado por los brazos y empujado hasta las mesas de control. No tardó en notar el gran bulto que asomaba por los pantalones del más mayor. Con el terror, siguió forcejeando sin éxito, almenos trataría de darle a todos los botones que pudiera.

—¡No! ¡Por favor para!— Gritó esperando alguna ayuda. De pronto, sus gafas cayeron al suelo, aquellas que dependía tanto para ver, fueron pisoteadas por completo hasta romperse cada pedazo de cristal.— No...no...

—Ups, fue sin querer. Mejor así.— Se burló sin darle ni un poco de importancia, es más, era la ocasión perfecta. Manoseó con sus manos sin pudor mientras se deshacía de las prendas molestas del moreno.

El mayor no tenía ni el tiempo ni las ganas de lubricar nada, solo pensaba en su propio placer, dándole igual el dolor que Peter pudiese sentir o que tanto suplicara. Se bajó sus propios pantalones hasta las rodillas, preparándose para la acción que con tantas ansías había estado esperando. Se empalmó casi al instante y empezó a rozar con su punta el pobre trasero del contrario, haciéndole sentir lo que estaba apunto de venir. Gritó de dolor cuando Kevin empezó a morder y a dejar múltiples marcas por todo su cuerpo.

El moreno continuó suplicando entre lágrimas, hasta que...

—¡KILIUS!

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El amor de un alienígena (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora