Capítulo 33. "Estúpidos presentimientos".

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Llegamos a la habitación y fue hasta ese momento, en que mi cabeza realmente comprendió una cosa. Solo sería una habitación, ambas traíamos algunas copas encima. Solo era una cama. Seguro que ella quería tener relaciones sexuales, pero ¿y yo?

Nos sentamos hombro a hombro a la orilla de la cama, la luz tenue y por la ventana una ola de luces de todos los colores. Esto era las Vegas y es que parece que el lugar te invita a provocaciones, te invita a momentos que solo sucederán ahí y si tu quieres, momentos que solo existirán mientras estés en las Vegas.

- Te amo Bárbara.

Era el primer te amo, para el que no sabía exactamente como debía responder. Sentía algo por ella, pero no estoy segura de que sea amor del todo.

- No tienes que decir nada -dijo cuando el silencio se hizo evidente.

- Lo siento...

Paso sus dedos en mi pierna y comenzó a acariciarlas con precaución, yo no la detuve, siento sus dedos deslizarse poco a poco hasta mi entrepierna, se detiene de golpe, levanta la mirada y yo giro para verla a los ojos. Supongo que ella interpreto ese momento como un algo positivo de mi parte.

Me acarició y solté un leve sonido, aprete las piernas y luego ella se monto sobre mí, comenzó a besarme y siguió haciéndolo, apresuradamente, sin detenerse, como con desesperación. Me dejé caer de espaldas, y ella siguió besándome por el cuello, me despojo de la parte superior de mi vestimenta y aprisa desabrocho mi sostén. Agradecía tanto en ese momento que las luces estuvieran casi apagadas por completo, tenía pena, era extraño y a pesar de no estar segura, aún así no la detuve.

Luego deslizó la parte baja y se quito todo, mordisqueo mis pechos, araño mi espalda y sin previa estimulación, llevo un par de dedos a mi interior, se deslizo y comenzó a lamer mi entrepierna, aprete los músculos contra su cabeza y me aferré a las sábanas, cubrí mi rostro con la almohada para ahogar en ese instante, todos mis gemidos.

Se tiró a mi lado y me obligo a montarme sobre ella, ese movimiento se sintió tan brusco y tan obligado, que me desconcertó un poco. Era como, "vamos es tú turno", me incliné y besé su cuello, pero cada movimiento se sentía raro, como si no pudiese disfrutarlo del todo y tuviera que ir sigilosamente por su cuerpo.

- Vamos, hazme tuya -dijo agitada.

Me deslicé y me detuve sobre su vientre, no podía bajar ahí, era demasiado pronto, era como algo que quería, pero no así, no ahora. Así que volví a subir a sus pechos y los besé tanto como podía, dando pequeños mordiscos, succionándolos y lamiendo sutilmente sus pezones. Llevé un par dedos a su sexo y la estimulé, fue hasta que estuvo lubricada que decidí entrar en ella, porque sé supone que así debe ser. La veo retorcerse de dolor, sus gemidos son tan fuertes, que temo que las habitaciones contiguas puedan estar deleitándose con el orgasmo de esta mujer.

- Mierda... cógeme...

Exclamó y la verdad, levanté la vista, eso me había parecido demasiado, definitivamente era demasiado, pero no podía dejarla a medias, odiaría que me hicieran eso y la verdad con Gonzalo siempre fue así. Así que continué hasta que ella me aventó a un lado y dio una mini orquesta de gemidos. Se puso de pie y se fue a la ducha, "extraño". No hubo ese post sexo, tan rico como delicioso. Me cubrí con la bata y cuando ella salió, me metí a la ducha, no deje de pensar en Macarena y en lo que había hecho.

Me puse la ropa interior y salí, ella estaba casi dormida, ni siquiera me había esperado. Pero cuando me metí bajo las sábanas a su lado, despertó y me abrazo por la cintura.

- Te amo Bárbara. Me encanto hacer el amor.

- Igual a mí -le respondí, aunque no había sido del todo cierto.

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