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Para Valentín, Daniel no era solo la persona que amaba. Era la persona. El tipo de amor que llegaba una vez en la vida, el tipo de conexión que te hacía sentir que todo valía la pena. Con Daniel, las canciones de amor tenían sentido, los poemas más cursis dejaban de ser ridículos y hasta el silencio se sentía lleno de significado.
Desde el primer día en que sus caminos se cruzaron, Daniel lo había cambiado todo. Había traído paz a su caos, sonrisas a sus días más oscuros y, sobre todo, un amor tan puro y sincero que a veces le costaba entender cómo alguien como él podía ser tan afortunado.
Y ahora estaba a punto de casarse con él.
Lo miraba ahora, su reflejo bailando entre los nervios y la felicidad en el espejo mientras Manuel le ajustaba la corbata con una sonrisa de hermano mayor.
-¿Estas nervioso? ¿Contento? ¿Qué sentís? -preguntó, con esa calma que siempre lo caracterizaba-.
Valentín suspiró, pasándose las manos por el pantalón con impaciencia.
-No sé, Manu... Estoy feliz, emocionado, nervioso, con miedo. Tengo todas las emociones juntas.
-¿Miedo de qué?
Valentín bajó la mirada.
-De... no ser un buen esposo. De no darme cuenta de las cosas, de no servir para nada, de... -su voz se quebró apenas, susurrando-. de terminar siendo como papá.
Un suave golpe en la mejilla lo sacó de golpe de esos pensamientos oscuros.
-Ey, Valenchu, mirame. Vos sos muchísimo mejor que ese hombre. Lo que tenés con Dani es... -hizo una pausa, buscando las palabras-... Es de esas cosas que no se rompen, ni con tormentas, ni con huracanes. Están hechos para esto, ¿Sabés? Dani te eligió, Val. Por algo lo hizo.
Los ojos de Valentín se llenaron de lágrimas al escuchar esas palabras.
-¿Y si lo arruino?
-No lo vas a hacer. Vos amás a Dani con cada parte de tu ser, y eso es lo único que importa. Y no estas solo. Tenés a Dani. A mamá Y a mí, a la distancia, pero siempre.
Valentín se lanzó a sus brazos, abrazándolo con fuerza.
-Gracias, Manu... No sabés lo que significa esto para mí.
-Ahora respirá, hermano. Estás a punto de casarte con el amor de tu vida.
Y fue decir esas palabras y la sonrisa se instaló en su rostro. El brillo en sus ojos, el nudo de emoción en su pecho.