Capitulo 5. ¿Qué le dijo un cuadro a otro cuadro?

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-¿Estas borracha?-preguntó con incredulidad.

Las carcajadas de la chica inundaron la noche.

Levi frunció el ceño, confundido.

Ella lo miró divertida, y sus ojos verdes se hicieron tan rasgados que para Levi fue imposible por un momento distinguir su color. Alaska le guiño un ojo coquetamente y puso las manos al volante. Después se inclinó hacia la puerta del copiloto y la abrió con un empujón

-Sube.

Levi frunció el entrecejo. Caminó hacia el lado derecho del auto, y la miró por entre la ventanilla, pero no abrió la puerta.

-No pienso subir contigo si estás borracha.

Alaska lo miró con una mirada asesina, y Levi pensó que por un momento saltaría del auto y le enterraría los colmillos en el cuello, directa a la yugular. Pero Alaska no mostro ningún ademán vampírico, sino que apretó los dientes (que por suerte no eran afilados) y masculló:

-Su-be a-hora mis-mo

Levi obedeció y abrió la puerta. Se metió dentro del diminuto azul. Alaska le sonrió y puso en marcha el auto.

-¿A dónde vamos?-preguntó Levi mientras la chica daba una vuelta en U. Ella sonrió sin quitar la vista del frente.

-A tomar un café.

Levi asintió y después preguntó:

-¿No deberías estar en la universidad?

-¿Quién eres? ¿Mi madre?

Levi alzó las manos en señal de rendición y dedicó toda su atención a la chica; llevaba unos shorts cortos y una apretada camiseta que decía "No silicon". Levi soltó una risita al verla. Alaska solo lo miró por el rabillo del ojo y sonrió de lado.

La chica manejaba magistralmente, y tal vez era por eso que no habían chocado por lo menos seis veces desde que el auto se había puesto en marcha. Iban a una velocidad terrible.

-¿Qué le dijo un cuadro a la pared?-preguntó ella, girando en una esquina tan rápido que Levi chocó con el cristal de la puerta.

-¿Eh?-dijo, sobándose la sien derecha.

-¿Qué le dijo un cuadro a la pared?

-Yo...yo no sé.

-¡Perdón por darte la espalda!

Levi la miró fijamente, con el seño fruncido, y después se descompusó. Rió con ganas y se inclinó hacia delante, abrazándose el estomago.

Alaska no pudo evitarlo y lo miró de reojo; ese chico lograba sorprenderla siempre. Cuando Levi volvió a incorporarse y la miró con una sonrisa en el rostro, algo en su postura hiso que el aura de misterio que envolvía a Alaska explotara en mil pedazos. Ella solo quería, simplemente y llanamente, acercarse y besarle. Sin metáforas, sin nada misterioso, sin ninguna barrera, solo sus labios contra los suyos.

Se mordió el labio inferior imaginando la escena y para distraerse prestó atención al manejar.

-Bueno-dijo, recobrando la compostura, y Levi la miró con curiosidad -iremos por un café y te llevare a mi segundo lugar favorito del mundo.

-¿Cuál es el primero?

-Todo a su tiempo, mí querido amigo, todo a su tiempo-masculló Alaska. No sabía porque, pero le encantaba hacerse la difícil. Ella encontraba el misterio atractivo en las personas, mas Levi no tenía un pelo de misterioso (era un maldito parlanchín) y de cualquier forma lo encontraba demasiado atractivo para su gusto.

-Así que un café...podríamos ir a Starbucks. Trabajo ahí y podría conseguirnos unos cafés larges gratis en un par de minutos.

-No, mi amigo, no iremos a Starbucks.

-¿Por qué?-preguntó este, sin dejar de mirarla con cara de perrito, un puchero en los labios y los grandes ojos azules brillantes por los faroles que pasaban.

¡No mires, maldita sea, no mires, Alaska! ¡La vista en la carretera!

-Porque no quiero depender de la caridad de un chico y sus actividades ilícitas en una empresa convencional y monopolizada-dijo ella de corrido.

Levi asintió con resignación y a Alaska no le quedo más remedio que sonreír. Odiaba cuando no le rebatían lo que decía, pero ese chico lo hacía de una manera adorable.

Casi se pasa un semáforo, pero después de cinco minutos, dijo con la voz ligera:

-Hemos llegado, caballero. Haga el favor de bajar por la salida derecha y no olvide sus maletas.

Levi la miró divertido, guiñándole un ojo y miró asombrado por la ventana.

Lo que pasó con Alaska Young. Parte 1. La llovizna y el huracánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora