Capítulo 2. Entre papas fritas nugetts y sin Dr. Peepers

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Como siempre, mil gracias por leer. Comenten por favor, y ¡diganme que les parece! Les agradeceria muchisisisimo que lo hisieran. Bueno, ¡a leer!

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I genuinely thought I was dying,

Then I could see that smile you were hiding...

"Last Night", Lucy Spraggan

-...y entonces entramos a los cuartos de Jeff, Kevin y Longwell y...- las lagrimas salían prestas de los ojos de Alaska, y sus grandes ojos verdes estaban apretados con fuerza mientras reía -y...y...- se tapó la cara con las manos y sus hombros se sacudieron mientras ella gorgoteaba como una niña pequeña a la que le hacen cosquillas. Al parecer contarle a Levi sus andanzas en Culver Creek era superiór a sus fuerzas

-¿Hiciste una chiquillada, verdad?-dijo Levi con una sonrisa traviesa, visiblemente emocionado-¿Qué hiciste?

-Mi queridísimo amigo- exclamó Alaska con solemnidad, poniéndole una mano en el hombro a Levi, quien no había quitado la sonrisa durante todo el relato- lo que debes comprender es que Alaska Young nunca hace chiquilladas. Todos mis actos tienen una fuerte connotación metafórica. ¡Mi vida entera está basada con connotaciones metafóricas pretenciosas!- llevo las manos al pecho y se señaló a sí misma frenéticamente.

Después hiso un ademan vago, como si dejara de lado lo que había dicho Levi- ¡Chiquilladas! Puedes decirlo ahora con comodidad, pero si en ese momento te hubiera pasado a ti...

Levi la cortó, mirándola con desconfianza y alzó las cejas con precaución- Metiste sus cepillos de dientes en el escusado, ¿verdad?

Alaska lo miró con decepción durante unos cuantos segundos; después se echo a reír tanto que no pudo parar hasta que les trajeron la orden de papas fritas y nuggets.

-¡Eso si es una chiquillada!-gritó Alaska con presunción.

Levi no pudo parar de reír hasta que Alaska le tapó la boca con la mano, mirándolo con aire severo.

-Y si te lo preguntas (y por supuesto que te lo preguntas, guapo)-dijo Alaska- no, no metí sus cepillos en el escusado. No les habría afectado demasiado, y, la verdad, dudo que alguien se dé cuenta de que tu cepillo ha estado en donde defecas, a pesar de que hayas probado antes tu propia defecación -Levi se rió de la palabra, y Alaska hiso lo posible por resistir la tentación de acercarse y besar la roja mejilla de su cara redonda.

-¿Lo dices por experiencia propia?-se burló Levi.

Alaska lo miró disgustada, pero después sonrió.

-Tal vez- Alaska ironizó, tomando siempre las papas fritas más crujientes primero-Aunque tal vez ellos hayan metido mí cepillo de dientes en el escusado alguna vez y yo no me he dado cuenta.

-¿En serió?-Levi preguntó sin mucho interés, alargando la mano hacia las papas fritas de la chica, cuidadoso de que esta no se diera cuenta. Alaska le dió un manotazo y Levi retiró la mano, riéndose.

-¡Por supuesto que no!-dijo ella, gruñona de repente- Está bien escondido detrás de mi librero. Cuando uno estudia en Culver Creek toma esas precauciones casi automáticamente.

-¿Y entonces?-preguntó Levi retomando el hilo de la conversación- ¿Qué le hiciste finalmente a esos pobre chicos?

-Pobres son lo último que son- dijo ella con aire severo-Y lo que hice fue entrar a su habitación...

-¿Por dónde?-preguntó Levi.

¡No-me-in-te-rrum-pas!-gritó Alaska con energía. Levi rió e hiso el ademan de cerrarse los labios con un candado y tirar la llave por encima de su hombro.

-Entre a su habitación POR LA VENTANA- Levi sonrió con gusto-...y tome sus botellas de acondicionadores, shapoo y sus geles y vacié un poco...solo un poco de...- Alaska lo miró con los ojos entrecerrados, como si estuviera confesándole un secreto insondable- tinte industrial azul número cinco sin diluir.

Levi abrió los ojos desmesuradamente, sumamente sorprendido. - ¿Tinte industrial azul número cinco sin diluir?

Alaska asintió contenta, divertida de que le diera tanta importancia. Después exclamó con ligereza-Tuvieron que hacerse un corte marinero, pero de todos modos se les veían las raíces azules. Tengo que admitir que esperaba que se les callera el pelo.

Levi escondió su cara entre los brazos, sin poder dejar de reír, y las personas de alrededor los miraron con extrañeza. La chica les dirigió las mejores miradas asesinas que pudo producir y tuvo súbitamente las inmensas ganas de recostar la cabeza en el hombro de Levi.

Y Alaska, acostumbrada a hacer lo que le diera la gana cuando le diera la gana cuando le diera la gana, se contuvo lo mejor que pudo, y ni siquiera sabía por qué.

Lo que pasó con Alaska Young. Parte 1. La llovizna y el huracánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora