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¿Cuando fue la última vez que estuvo tan emocionado por algo? ¿Cuando había sido la última vez que el dolor en su estómago apenas lo dejaba hablar? Casi olvidaba ese temblor y sudor en las manos. Ese dolor en el estómago y en el pecho... Se sentía terrible, pero aún así le gustaba. Ni siquiera el día de su boda se sintió tan felíz, probablemente porque ese día, Seungcheol ya era suyo y nadie podía cambiar eso; pero ahora, las cosas habían cambiado.

¿Y cómo no hacerlo? El tiempo siempre se encargaba de hacerlo, de modificar las cosas a su antojo, sin perdonar el estancamiento. Eso le iba bien a los árboles, a los animales... Y a las malas rachas, pero no a él... No a su matrimonio. Si hubiera podido desear algo alguna vez, habría deseado que Seungcheol se mantuviera como el hombre con el que se casó; ese que lo amaba con todas sus fuerzas y le juró amor eterno... Ese amor de película en el que los problemas se acaban cuando los protagonistas aclaran sus malos entendidos, deciden unir sus vidas para siempre y tienen un final felíz.

Jeonghan sabía que la mayoría de las historias de amor terminaban de esa forma, en una boda. Porque la realidad era que, lo difícil de una relación amorosa, venía luego de la boda, era por eso que la mayoría de las películas románticas terminaban ahí. Todos bromeaban con lo malo y desgastador que debía ser el matrimonio, la vida de soltero era más fácil y felíz... Pero Jeonghan se negaba a creerlo, él quería demostrar al mundo que casarse era lindo, que tener a alguien a quien abrazar por las noches no era difícil o tedioso.

No sería difícil mostrarlo, todo el mundo sabía quién era él y quién era su esposo. Sus padres eran dueños de la empresa más grande dentro de la industria de la cosmetología y belleza. Cualquier persona que estuviera mínimamente interesada en el maquillaje podría reconocer el apellido Yoon y a la franquicia Pledis corporation. Jeonghan, siendo el hijo único de los Yoon, estaba en la vista de decenas de familias que ofrecían a sus hijos Alfas para desposar al joven Yoon. Seungcheol, no fue la excepción.

Jeonghan había tenido cientos de citas a ciegas con diferentes hombres. Al principio se había sentido como el Omega más afortunado por tener la oportunidad de conocer a tantos Alfas que suplicaban tener su mano, pero luego todo fue aburrido, porque nadie quería conocerlo por quién era, si no por lo que tenía. Ese matrimonio arreglado sólo buscaba el beneficio de ambas familias.

Siendo un Omega, el jamás podría ocuparse de la empresa de sus padres. El Alfa con quién contrajera matrimonio no sólo lo tendría a él, si no a toda Pledis corporation bajo su cargo. Era obvio que en Jeonghan, sólo veían un signo de pesos o un cheque en blanco para ser rellenado con muchos ceros luego del punto. Creyó que su historia de amor soñada era absurda, siendo quién era, no podía casarse con cualquiera. Después de todo, él era el filtro final. No importaba si el Alfa pasaba las pruebas iniciales: educación, estatus social, apellido, buena apariencia y modales, si Jeonghan decía no, era un no definitivo.

- Cariño - había dicho su madre mientras dejaba su cabello largo detrás de su oreja - ¿Por qué no aceptas a ninguno? ¿No te parecen lo suficientemente guapos?

- No es eso - había respondido él - Ninguno de ellos quiere casarse conmigo... - su madre lo miró dudosa. Como si esos chicos no hubiesen pasado por tanto para llegar a él - Ellos quieren la empresa... Y el dinero detrás de ella...

- No pienses así amor - dijo ella acunándolo en sus brazos - ¿Por qué no querrían casarse contigo? Eres el Omega más bonito que existe

- Es por eso que no puedo casarme con cualquier Alfa - dijo el mirando directamente a sus ojos - ¡Tiene que ser mí Alfa!

Ella sólo sonrió con dulzura y tristeza al mismo tiempo

- Sabes que eso no existe ya, Hannie - dijo con pesar - Tu padre ha sido muy paciente al respecto. Si no eliges pronto, él lo hará... Y yo no podré ayudarte esta vez... Sabes que lo que él dice es-

LIE AGAIN (Jeongcheol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora