Capítulo II

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Fantasía

Ari de verdad quería poner atención a lo que el director Symanski les estaba diciendo. Sabía que era un caso importante y realmente estaba intrigado por su compañero y esa mirada analítica. Cierto, también era algo así como atractivo y su lobo estaba interesado más en ese lado que en el caso, pero tenía que mantenerse pendiente de lo que le podía poner de regreso al laboratorio... si tan sólo el aroma del director Symanski no lo tuviera a punto de arrojar el desayuno.

―Les pudo dar un aventón a la agencia si quieren... ―el estómago de Ari se contrajo. Estaba seguro que vomitaría si terminaba en un espacio cerrado con ese aroma.

―Creo que podemos irnos solos, señor ―su compañero por fin habló y dijo justo lo que quería escuchar ―. El oficial Córcega puede llevarme a la agencia en su coche ¿cierto? ―Asintió de inmediato. Lo que fuera para salir de esa situación tan incomoda.

―Por supuesto ―el capitán López le sonrió amablemente y fue justo en ese momento que el lobo de Ari decidió husmear en la superficie como intentando buscar algo. Ari hizo lo posible por apaciguarlo. De nuevo, no era el momento.

―Bueno, es que yo quisiera... ―Ari evitó gemir de exasperación ante la duda del director Symanski pero su compañero le salvó.

―Señor, creo que es importante que el oficial Córcega y yo empecemos a conocernos, después de todo, será mi compañero ―Ari pudo detectar que había cierto lenguaje oculto entre el director Symanski y el capitán, pero lo ignoró en ese momento. Necesitaba realmente salir de ahí y alejarse del aroma fastidioso del señor director.

―Bien, cierto. Sólo, en lo subsiguiente, usen los vehículos oficiales ―el capitán López asintió y, por fin, por fin, por fin, el director Symanski salió de la ecuación dejándoles solos y llevándose su aroma. Casi podía saltar de felicidad y abrazar a su compañero. Y, aunque su lobo estaba totalmente a bordo de ese plan, Ari sabía que tenía que mostrarse contenido.

―¿Me llevas?

―Sí, claro, vamos ―salió de sus pensamientos para caminar hacia su auto.

El capitán López subió al asiento del copiloto y Ari de inmediato se puso a la defensiva. Estaba claro que el capitán era un alfa, nadie llegaba a un puesto tan alto en la agencia sin serlo, lo que aún no entendía era porque no tenía ningún aroma particular. Claro que, no por eso, dejaba su naturaleza. Esperaba esas actitudes de superioridad y que empezará a dirigirle hasta en la conducción, todos los alfas resultaban un tanto mandones en un principio, era casi como regla general que quisieran marcar su territorio de esa manera. Ari llegó a conocer a algunos que incluso se atrevían a querer manejar su coche pensando que era mejor porque así llegarían más rápido pero el capitán López parecía ajeno a todas esas cosas.

Estaba ahí, sentado, revisando con viciosa atención sus notas de la autopsia.

Ari arrancó el auto y empezó a manejar, dentro de él, su lobo escogió ese momento para volver a inquietarse, lo podía sentir debajo de su piel buscando, rastrando. De pronto tuvo una imperiosa necesidad de enterrar el rostro en el cuello del capitán López para buscar a su aroma. Ari tuvo que concentrarse para contener a su lobo. Normalmente se entendían bastante bien. Ni siquiera en su primer celo se había sentido mal, así que todo ese revuelo por la presencia del capitán López lo estaba desconcertando, su lobo no era así.

Se aclaró la garganta sólo para distraerse con algo y encendió la radio, usualmente la música tranquilizaba mucho a su lobo y así fue... en parte, claro, porque lo podía sentir ahí, como una pequeña molestia que le sugería buscar el aroma del capitán López.

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