10. Una Noche De Karaoke.

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Embestía dentro suyo. Se sentía desfallecer, los golpes le hacían ver las estrellas, las palabras sucias susurradas en su oreja, una voz gruesa y varonil que le enviaba corrientes eléctricas de placer azotadoras.

- Eres tan delicioso, me pone tan caliente verte retorcer, escuchar tus gemidos y que tu entrada me presione tan bien, eres cómo un sueño...

¿Un sueño?. Efectivamente, estaba teniendo un sueño húmedo pero algo era extraño.

Alguien si embestía su interior, ese alguien que no era el hombre de sus sueños sino su prometido. Carlos era aquel que metía y sacaba su pene, él era quién le susurraba las palabras sucias, ¿En qué momento pasó todo eso?.

Llevaban viviendo juntos una semana, la misma noche en que se fueron de la casa de su madre, Carlos y él compartieron cama, gracias al cielo el tamaño Kingsize era el ideal para la distancia, su vida había dado un giro total después del compromiso y de esa charla con su padre, sueños húmedos se hicieron presentes, además, durante esa semana no había puesto pie en el restaurante y cierto hombre de rizos se colaba en sus sueños, provocándole jadeos, gemidos y necesidad de ser tomado.

- Aún me deseas - Carlos susurró, una de sus manos fue a parar hasta su erección necesitada de atención.

- Sueltame... - Su libido se había caído hasta el suelo y más allá, el sentir a Carlos tocando su cuerpo, que su pene estuviera metido en él.

- Joaquín, solo déjate ir, goza de mí y de todo lo que te puedo entregar - La mano en su pene trataba de regresarlo a dicha erección, sus golpes daban en el lugar indicado pero el resultado siempre era el mismo.

- Por favor, sueltame, no quiero - Trató de liberarse pero un brazo rodeó su cintura y lo mantuvo firme en su posición.

- Te quedarás hasta que termine - La voz sonó ruda, ningún respingo fue dado y Joaquín tan solo se dejaba usar.

Los movimientos de arriba hacia abajo, su mirada perdida y el corazón apachurrado, ¿Pero qué demonios hace?, ¿Acaso no entendió nada de lo que Miguel le enseñó?.

Su interior fue llenado, gruñidos roncos y sus lágrimas se hacían un camino por sus mejillas, sintió a Carlos salir y escuchaba el leve sonido de un cuerpo abandonando la cama.

- Ve y arreglate, en la noche iremos al restaurante y al fin podrás ver a tu fuente de deseo.

La puerta de la habitación fue abierta y tan pronto cerrada, los sollozos salieron fuertes y eran ahogados por la almohada que sostenía fuertemente sobre su rostro, cuánto odiaba vivir así y eso que apenas era una semana y todavía no se casaban.

Preparado para el calvario o no pero su vida seria así, tan solo ser usado cómo un simple agujero en donde saciar libido.

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Su mirada no podía dejar de ver al hombre trabajando arduamente detrás de la barra.

Los rizos sostenidos en una media coleta, la filipina habitual ahora remplazada por una camisa negra ceñida al cuerpo fuerte, los brazos y pecho resaltando sobre la tela, extrañaba tanto ver a ese hombre, lo exquisito que es para el ojo humano.

- ¿Podrías dejar de ver a ese tipo por un jodido momento? - Carlos habló, Joaquín hizo caso y sus ojos se fueron hasta su vaso de soda no sin antes recibir una mirada fugaz de ese iris chocolate.

El español había cumplido su palabra, pasó puntual a recogerlo, resolpando al verle vestido con un típico croptop, aquel que tanto le encantaba: Uno de color azul celeste.

Atemporal | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora