Una semana corría desde esa noche de karaoke.
Todo su curso se enfocó en algo: Dejar de perder el tiempo y empezar a conquistar a Joaquín.
Sus sueños se convertían en humedad en su entrepierna, la pasión desbordante y el deseo de tener entre sus brazos a ese chico. Soñando despierto al momento de verle cruzar las puertas del restaurante.
No sabía porque pero ante ese beso que logró darle frente a toda la gente, Joaquín parecía "normal", siempre siendo acompañado por Carlos, un reluciente anillo de compromiso en el dedo anular, su mente se esforzaba en la búsqueda de una respuesta razonable, ¿Por qué aceptó comprometerse con el hombre que le fue infiel?, ¿Era tanto su amor por ese tipo que le vendría en gana todo?.
Era cierto que Emilio no conocía ningún aspecto de Joaquín, Diego se encargó de recordárselo todo el tiempo. Pero si se permitía el lujo del prejuicio, colocando a Joaquín en un pedestal, un corazón enorme y alma pura, la sencillez y timidez que le volaban la cabeza, una belleza indescriptible, cuerpo divino.
Pensando en eso mientras se hallaba recostado sobre el respaldo del sillón, el silencio de la casa le provocaba un sentimiento de soledad enorme, el insomnio era su compañero en la última semana, su imaginación creaba tantos escenarios junto a Joaquín que incluso podría escribir un libro.
Ideas asaltaban su mente:
Mandar flores.
Llevarle serenata.
Una cita.
Chocolates.
Sex... No, no, primero lo primero.
Con todo y eso se quedó dormido, amanecerá con un dolor de los mil demonios en la espalda pero menos le podía importar.
Al amanecer empezará ese camino que tanto le enseñó Roberto.
- Se de esos amantes a la antigua, tiende a mandar flores...
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Cansado. De su vida. De los preparativos. De TODO.
Después de la noche en el bar, Carlos manejó hasta el edificio donde viven y lo dejó ahí, ni una palabra cruzaron al día siguiente, ¿Qué debía decirle?, "Ya no voy a casarme contigo, búscate a otro idiota" era una de las tantas frases que se quedaron atoradas cuándo recibió una llamada suya para decirle que debía ir con la modista encargada de confeccionar su traje.
Se sintió tan utilizado mientras la mujer de 47 años medía y buscaba tonos de tela adecuados al color de su piel, el incesante sonido de las manecillas del reloj, alfileres perforando la tela de sus prendas.
Lo peor no fue eso. Sandra casi muere y eso detonaba una bomba de tiempo, todo quedaba claro, debía casarse y dejar que su madre se fuera satisfecha al verle junto a Carlos.
Lograron reanimarla después del paro respiratorio, una culpa corría por todas las fibras de su cuerpo, el diagnóstico del doctor tampoco fue muy alentador para su tranquilidad, su cuerpo en cualquier momento se volvería frío y eso le asustaba, es por eso que decidió adelantar la fecha de la boda, dos semanas y todo su futuro se vendría abajo.
- Bien, aquí hay 30 invitaciones, ¿Cuáles mandarás por correo? - Carmen le ayudaba a meter en los sobres las invitaciones de la boda.