07. Entre El Ballet Y El Danzón.

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Su cabeza daba vueltas y su cuerpo dolía.

Su piel se sentía cálida, su boca jadeaba y entre sus glúteos podía sentir algo grueso y largo.

Un movimiento involuntario de sus caderas hacia abajo y algo ingresaba, un gruñido fuerte retumbó en su oreja, una mano grande acarició su vientre, un aroma varonil llegó a sus narices.

- Deja de moverte o no podré resistir más - Una voz ronca habló y todo su cuerpo respondió con un escalofrío.

Esa voz. La gravedad y sutileza en las palabras. No era para nada la voz de Carlos.

Girando suavemente su torso, sintiendo su piel rozar con otra, un cosquilleo instalándose en sus costillas ante el toque de la mano que recorre su piel, sintiendo un aliento chocar con su mejilla, con curiosidad e incertidumbre dio la vuelta, quedando cara a cara con su amante, con el chef que cocinó delicias para su paladar, con el hombre que le cantó frente a todos sus clientes.

Ese rostro que era tan exquisito para su vista, lo relajado de la sonrisa y los ojos pestañudos que le daban la bienvenida.

No sabía cómo sentirse, sus manos viajaban solas hasta llegar a las mejillas que tenían un ligero rastrojo, era una posición incómoda, pero menos le podía importar al tener entre sus manos el rostro de ese hombre tan malditamente sexy.

- Buenos días - Susurró sobre sus labios, un aliento mañanero que no era para nada desagradable, sus dedos temblaron y esa sonrisa se hizo más grande - Tranquilo, no voy a comerte.

¿Cómo se supone que debía interpretar eso?, ¿Debía darle el doble sentido?, Sobretodo porque estaban desnudos y un abrigo a penas lograba cubrir su intimidad.

Perdido en la profundidad de esos ojos y hechizado por lo seductora de la sonrisa, se dejó ir, lento y tan tortuoso, sus labios encajando perfectamente en los de su amante, ese sujeto le arrebataba suspiros al invadir su boca con su lengua, sus manos vagaban por todas partes de ese amplio cuerpo, llegando a la humedad de una extensión y masajeandola, disfrutando de los jadeos que liberaban entre sus besos.

Un movimiento en falso y se fueron de lleno al suelo, separándose y riendo, él siendo ligeramente aplastado por el cuerpo fuerte encima suyo.

Hacía tanto tiempo que extrañaba amanecer asi: En los brazos de su amor, darse besos y caricias enloquecedoras, porque la cabeza le podía joder el momento por la resaca pero el ver a los ojos a éste hombre, disfrutar de las palabras sucias que salían de su boca, estremecer bajo su tacto y suplicarle por más era todo lo que necesitaba.

- ¿Estás bien?, ¿No te lastimaste? - Emilio preguntó, apoyándose en sus brazos para dejar de presionar sobre Joaquín.

- No, todo bien - La felicidad volvía a llenar su alma, sus piernas jalaron hacia abajo a Emilio, volviendo a besarse, su pasión se desbordaba en cada roce de sus labios.

- Oye Emilio, ha llegado un... - Diego se quedó a mitad, sorprendido ante la imagen de su mejor amigo comiendole la boca a uno de los clientes principales del restaurante.

- Hombre, ¿Acaso no te han enseñado a tocar la puerta antes de entrar? - Emilio trataba de cubrir la desnudez de Joaquín, el sonrojo del chico le hizo sonreír.

- Solo... Yo... Ah... Bueno, me voy - Diego salió rápido, la vergüenza tiñendo de rojo desde la raíz de su cabello hasta su cuello.

Suspirando, Emilio regresó la vista a Joaquín, se veía tan indefenso debajo suyo, tan lindo con ese color carmesí en su rostro, sin poder resistir más bajó hasta sus labios por tercera vez, ahora siendo suave y cálido.

Atemporal | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora