Epílogo.

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La mente de Potter se iluminó al recordar un regalo de Albus, un pensadero, llevaba horas recostado en la misma posición, y finalmente la cambió para poder sentarse, con un hechizo convocador lo tomó entre sus manos, palpando las runas y los símbolos bajo sus palmas.

Tras apoyar la varita en su mente, sacó varias energías azules, dejándolas nadar entre la espuma y el vapor del pensadero, todos aquellos eran recuerdos con Draco, sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas.

—Potter, mierda, soy tan feliz contigo.

—Yo también lo fui— Hipó. ¿Por qué no lo supo apreciar?

—Harry, sé que amas también, ¿Me equivoco?

—Sí, te amo, de verdad lo hago— Cubrió su rostro con sus manos, quería volver a abrazar a su novio, tal y como mostraba aquel recuerdo, quería volver a tener catorce años, volver a hacer todo bien desde el inicio —Soy tan estúpido.

—Podríamos tener un hurón, ¿No? Sería como un hijo, un Potter Black.

—¿Sabes? Nunca me gustó realmente el nombre, Pólux nunca fue lindo ni llamativo, pero acepté porque te amaba, porque te amo, te amo— Mordió su labio inferior, sabía que jamás lo escucharía, pero quería pensar que así sería.

—Por Merlín, Hazzy, ¡Estás trabajando mucho estos días! Deberías tomarte unas vacaciones de ser auror, pero ven, ¿Quieres besitos? Sí, se que quieres, ven, ven aquí.

—Quiero, sí quiero, Draco, pero no puedo volver a hacerlo— Alejó el objeto, para poder abrasarse a si mismo, nuevamente dentro aquellas sábanas. Pero un último recuerdo siguió reproduciéndose.

—Eres falso, Potter.

Ninguna palabra salió de su boca, había destruido a quien más amo, destruyó a quien dejó todo por el, el amor de Draco era de los más puros que existían, incluso dejó uno de sus apellidos por el.

Pero nunca supo valorarlo.

Y tampoco lo merecía.

Pero no quería perderlo, preferiría que le lanzaran una maldición imperdonable, todo antes que perder a su amor.

Alguien entró a su apartamento, no sabía quien, pero no le importaba, incluso si era el verdadero Voldemort, ah no, ya lo habían cremado.

—Potty Potto— La voz de Pansy llegó a sus oídos, levantó su cabeza levemente para poder escanearla con la mirada, la cual estaba llena de odio y frialdad.

—Puedes tirarme un crucio si así lo deseas.

Parkinson negó.

—Draco se va.

(...)

Sus brazos se sentían invisibles, no sabía como aún podía mantener el equilibrio mientras volaba sobre la ciudad. Quería impedirlo, podía soportar no estar con Draco, incluso verlo junto a alguien más, pero jamás podría seguir viviendo sin el a su lado.

Necesitaba al menos disculparse para dejarlo ir, necesitaba escuchar al menos aquellas palabras salir de la boca del rubio.

Solo un poco más.

Entró al aeropuerto, la multitud no le permitía avanzar tan rápido como quería, y los paparazzis cegaban su vista. Los empujó, los encantó con depulsos, hizo todo lo que pudo hasta llegar a los abordajes.

Miraba en todas las direcciones que podía en busca de Draco, pero no había nadie, ni siquiera gente parecida. La desesperación en algún momento lo hizo llorar, aunque no estaba seguro de cuando sucedió.

De repente, sus pasos se detuvieron.

El flash frente a sus ojos le indicó que el no se encontraba más a su alcance, se había marchado.

—¡Empiezan nuevamente los abordajes!— Gritó el señor en la entrada, el encargado de recibir a cada persona y dirigirla a su destino.

¿Por qué no podían volar en avión por horas, como muggles? ¿Por qué solo era cuestión de segundos para dejar ir a alguien si abordaba?

Cayó de rodillas, en ese instante, lo había perdido todo.

Fin.


¡Rosas! ✧ DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora