CAPÍTULO IV

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✞︎Capítulo IV: La hija de Eva✞︎

✞︎Lux✞︎

✞︎Veintiséis de diciembre✞︎

Despierto por los desesperados toques en la puerta. Giro mi cabeza para ver el reloj que se encuentra en el mueble de alado. Las cuatro de la madrugada. Hace exactamente una hora que pude cerrar los ojos sin tener pesadillas y me vienen a despertar. Suelto el cuerpo de Clo despacio para no despertarla y me dirijo al baño. Lavo mi cara con agua fría para quitar el cansancio notable en mi rostro. Lavo mis dientes colocándome la misma ropa que ayer.

Más tarde tomaré una ducha con Clo.

Los golpes sigue resonando por todo el apartamento, me preocuparía de que la despierten pero sé que tiene el sueño pesado, al contrario, me tomo mi tiempo y camino más lento. Abro la puerta encontrándome con un Yekun en pijama muy agitado. Ruedo los ojos.

Espero que sea importante lo que me tiene que decir o le daré una patada en su aniñado rostro.

— ¿Qué quieres? —pregunto cruzándome de brazos.

—Samyazza logro traerla—murmuró nervioso. Está demasiado agitado para que eso sea todo, guardo silencio y arqueo una ceja para que siga hablando. Él lo capta poniéndose aún más nervioso—. Ella... Lux ella puede recordarlo todo.

Eso no es posible.

—Recordar...—pronuncié y el asintió—No puedes recodar algo que jamás has vivido. —ambos nos quedamos callados analizando mis palabras. Samyazza hizo algo mal, es prácticamente imposible que ella tenga información de esa magnitud sin nuestra ayuda— Quiero verla.

—Está en las salas de interrogatorio—volteo y lo seguí por el pasillo hasta llegar al ascensor.

Este era el único que te podía llevar a las veinticinco plantas del castillo, por lo tanto solo los autorizados en el sistema, con reconocimiento ocular, lograban ir a niveles restringidos. Bajamos hasta el primer nivel del subsuelo, donde se encuentran las salas de interrogación, usualmente para criminales y recién llegados.

Cada centinela que me encuentro por los pasillos me hace una reverencia a forma de respeto. Tener el poder de todo tiene sus ventajas, una de estas es que te brinden respeto a toda hora.

Simplemente satisfactorio

Yekun se detiene enfrente de una puerta e intenta advertirme de algo, lo hago a un lado y paso sin importancia. Sea lo que sea que suceda, puedo arreglarlo. En la habitación solo hay una pequeña mesa y dos sillas, una de ellas ocupada por una bella chica de cabellera castaña, es casi rubia, que me intenta intimidar con la mirada.

Patética. A mi lado solo es una cucaracha pueblerina. Cierro la puerta dejando a Yekun afuera, un momento a solas con ella me será suficiente.

—Lucifer...—susurra cambiando el rostro para ofrecerme una sonrisa coqueta. — mi señor, es un honor respirar el mismo oxigeno que usted.

Solté una risa sarcástica sentándome enfrente de ella.

— ¿Honor? —ironicé—hace un momento me estabas comiendo con la mirada, que falta de respeto.

Agacho la cabeza avergonzada.

—Le ofrezco una disculpa, pero debe entender que creí que era uno de esos gorilas brutos, mi señor.— dijo acomodándose el vestido destrozado, un poco más y alcanzaría a ver sus pechos.

—Esa no es una excusa.— me apoye mis antebrazos en la mesa haciéndome para adelante. — y si mis centinelas usaron la fuera bruta hacia ti es porque algo hiciste.

Dluxiumstor (Glorioso Infierno I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora