CAPÍTULO IX

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✞︎Capítulo IX: Pertenencia.✞︎

✞︎Lux.✞︎

✞︎Treinta y uno de diciembre.✞︎

Entro a mi despacho frustrado por la junta, me quieren arruinar pero no lo van a lograr, milenios esperando este momento y me lo quieren arrebatar.

Tiro todas las cosas que se encuentra arriba de mi escritorio tratando de calmar mi impotencia, necesito planear y analizar la situación.

Algo dentro de mi pecho se remueve anhelando ser liberado, he estado tanto tiempo reprimiéndolo que siento que voy a estallar al mínimo toque.  Mi naturaleza llama pero no debo escucharla, por ahora.

Yekun entra por la puerta con semblante eufórico, le tiro una maseta por interrumpir en mi espacio, la esquiva con éxito agitando unos archivos en mano.

—Lux, tengo el permiso...

—Te ordené que pusieras la valla mágica, —lo interrumpo—no que consiguieras un estúpido permiso.

—Sabes que no puedo hacer nada sin el Consejo...

—Me vale mierda, hazlo rápido, no quiero a Lilith cerca de mis tierras. 

Asiente saliendo sin decir nada. Miro Cor Meum a través de los ventanales, la  ciudad que tanto me costó poner en pie. En mi memoria todavía habitan los recuerdos de las pequeñas chozas hechas para los lastimados en guerra.

Recuerdo toda mi vida incluso los años de cautiverio en el Tártaro, no me he dado el privilegio de borrar ningún momento de mi memoria, por más desgarrador y atormentador que sean, aquellos son los que me convirtieron en lo que soy.

Por eso ver a Helga besando a mi Clo me disgustó a tal punto que quise borrarlo de mi mente antes de dejar todo e ir hasta Domum para quebrar su frágil cuello,  me tranquilicé luego de meditarlo varios días, pero no puedo evitar sentirme enfermo al imaginar a esa estúpida humana cerca de Clotilde.

Un golpe en la puerta me desconcentra, veo quien está detrás y le doy la orden. Ella entra con un vestido blanco ceñido a sus curvas y un ligero movimiento de caderas, me sonríe acomodando su melena rubia.

—Mi señor, logré averiguar lo que me pidió—se acerca oliendo mi fragancia.

—Dime.

Mi mirada la obliga a retroceder bajando la vista.

—Samael ha asesinado más treinta y cinco vírgenes humanas en esto últimos tres meses—frunzo el ceño—. No es ilegal, pero si mal visto, tres víctimas más y sería un desperdicio.

Samael solía ser el perro faldero de Lilith, lo gané en una apuesta y ahora me pertenece, su naturaleza lo único que hace es traer problemas y amargarme la existencia. Quiero mandarlo a la horca pero con la llegada de los querubines estoy en la mira de todos, un mínimo abuso de poder y seré retirado de mi cargo. 

—Retírate—su información no me ayuda en nada.

No obedece acercándose más, bajo la mirada a sus ojos azules hasta llegar a sus grandes pechos, los cuales parecen una invitación a que pase mi lengua por ellos. Hso es una mujer atractiva, digo mujer porque aún hay humanidad en su interior.

—Me tienes olvidada—deja la formalidad de lado pasando sus manos por mi pecho, cierro los ojos acercándome a su cuerpo— te extraño.

Intenta besarme, la detengo tomando su cuello con fuerza y mirándola con asco, la mantengo ahí por varios minutos hasta que se retuerce desesperada por un poco de aire.

Dluxiumstor (Glorioso Infierno I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora