Capitúlo 1

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Platos Rotos

(2017)

Narra Lauren:

Al amanecer, escucho el canto de los pájaros, un sonido que me resulta ajeno en este momento de mi vida. Abro los ojos con dificultad, sintiendo el cansancio acumulado en mis párpados debido a las pesadillas recurrentes que se repiten cada noche, como un eco incesante que perturba mi sueño. Me siento en la cama, frotando mis ojos para intentar enfocar mi vista.

Giro mi cabeza hacia la mesa de luz para ver mi reloj. Las 9:40 a.m. Me sorprende haber logrado dormir más de lo esperado.

Mi fondo de pantalla muestra una imagen que me resulta a la vez familiar y dolorosa, una cruel recordatoria de lo que he perdido. Siento una presión en el pecho que parece incesante y creciente. Suspiro profundamente y dejo mi teléfono en la mesa de luz antes de recostarme, mirando al techo con una sensación de vacío abrumador.

De repente, los recuerdos vuelven a invadir mi mente, trayendo consigo una oleada de emociones intensas. Hoy se cumple un mes largo desde que la muerte de mi mejor amigo se convirtió en mi amarga realidad. La tristeza y la culpa han sido mis constantes compañeras durante este tiempo, como sombras que no se desvanecen.

Estos dos sentimientos, en su cruel alianza, se han convertido en los peores enemigos que uno podría imaginar. No asistí a la universidad por mi propio bien. Decidí enfocarme en mi bienestar, en un intento de enfrentar esta culpa que me consume lentamente.

La solución que encontré fue asistir a las consultas de mi tía Megan, psicóloga y una de las personas más cercanas a mí.

Me vi obligada a pedirle ayuda al ver que la culpa no solo me atormentaba, sino que también me estaba destruyendo desde dentro, como un veneno que no tiene antídoto. Al principio, sentí un miedo paralizante. Cada día me decía a mí misma: "Hoy le diré". Sin embargo, el valor nunca llegaba y la noche se convertía en un nuevo episodio de angustia.


La culpa se instaló en mi mente como un huésped no deseado, y mi mente parecía un campo de batalla en el que no podía encontrar paz. La culpa me atormentaba con un pensamiento constante: si yo hubiera insistido en que usara el casco de moto, nada de esto habría sucedido. ¡Demonios! ¡Él estaría vivo, riendo conmigo, si yo no hubiera sido tan irresponsable!

Pero no, solo lo miré, sonreí y subimos a esa motocicleta. Ignorábamos que ese paseo sería el último y que la vida nos daría un golpe cruel e irreversible. El accidente fue devastador. Tuvimos una colisión con otra motocicleta. El impacto fue tan brutal que Daniel salió disparado, y el recuerdo de verlo volar por el aire y caer, inerte y distante, es una visión que persiste en mi mente como una pesadilla interminable.

Me estremezco al recordar mi desesperada llamada de ayuda antes de desmayarme. Por fortuna, yo solo sufrí rasguños que, con el tiempo, sanarían. Pero Daniel... él se llevó el peor de los destinos. El golpe en la cabeza fue tan severo que no hubo nada que hacer. Murió en el lugar, y ese dolor se instaló en mí, persistente y cruel, como un camino oscuro y helado que parece no tener fin.

Tal vez fue en ese momento cuando perdí mi rumbo por completo. La pregunta que me atormentaba era: ¿Por qué no me pasó nada a mí? Este cuestionamiento me consumía y me llenaba de impotencia. La respuesta, o la falta de ella, es una carga que pesa sobre mí.

Caí en una profunda depresión, pero sabía que debía intentar seguir adelante. Levantarse cada mañana y esbozar siquiera una sonrisa era un desafío monumental. ¿Cómo podría alguien sonreír?

La música de fondo calaba todo.

Mismo silenció
Mismo lugar
Oigo el teléfono que suena igual
Pero hoy no voy a contestar
Sigo mirando en la misma ventana
Buscando mis ganas de hablar

You Know  (Camren).  EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora