Cinco 🌌 Wos

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Valentín caminó a paso a rápido hacia el edificio apenas se bajó del taxi, mirando por cuarta vez la hora en su celular. Nuevamente estaba llegando tarde y a esta altura sabía de sobra que a ella eso le molestaba bastante.

Tocó timbre y esperó, cargando el peso del cuerpo sobre una pierna mientras se pasaba una gotita de alcohol en gel en las manos para luego acomodarse el barbijo negro que le dificultaba un poco el simple hecho de respirar con normalidad.

Escuchó como se levantaba el tubo del contestador y ella preguntaba quién era.

— Oliva – dijo intentando modular, cosa que ya se le complicaba bastante sin barbijo.

— Subí – contestó sin preámbulos y volvió a escuchar como colgaba el aparato en su lugar.

Arriba ella se paseaba por el consultorio de un lado a otro haciendo su mejor esfuerzo por mantener la compostura y preparándose mentalmente para volver a verlo.

Cada jueves se reprochaba a si misma el dejar todo rastro de profesionalismo en su casa, y el ponerse nerviosa como una adolescente al tenerlo en frente.

Cada sesión que terminaba se prometía que no volvería a pasar, que esa sería la última vez que se iba a sentir cautivada por la forma de expresarse de un paciente cuatro años y medio menor que ella.

Un leve golpe sonó en su puerta y caminó con paso firme para abrirla, deteniéndose antes a agarrar una taza de té que a ésta altura ya estaba frío, sólo para fingir que había estado ocupada en algo hasta que el llegara.

— Dra. Aguilar – dijo con su tono pícaro de siempre, sabiendo cuánto la irritaba que la llamara así.

— Licenciada, Valentín. No entiendo porqué siendo tan inteligente no podes recordar algo tan simple como eso.

A él le gustaba empezar todas las sesiones así, viendo como su psicóloga revoleaba los ojos e intentaba reprimir una sonrisa.

Por protocolo no se dieron la mano y Valentín se ubicó en su asiento después de volver a colocarse alcohol en gel. Ella lo miraba expectante, con los ojos entre cerrados observando lo meticuloso que era con los cuidados. Si no recordaba mal, era el único paciente que no se había sacado el barbijo apenas cruzaba la puerta.

— Podes sacarte el barbijo, estamos a una distancia prudencial.

Él alzó las cejas y miró hacia abajo, como midiendo con sus propios ojos cuántas baldosas los separaban.

— Antes estábamos más cerca. – comentó por lo bajo mientras hacía un bollito con su barbijo y lo metía en su pantalón.

— Efectivamente, pero si querés respirar mientras me contás como te fue en la semana lo mejor es que estemos lejos.

El volvió a mirarla, esta vez con un poco más de atención ya que ella estaba distraída sacando su cuaderno de notas mientras se cruzaba de piernas. En esta ocasión llevaba una vestimenta más casual que las anteriores. Había reemplazado los stilettos y el pantalón de vestir con camisa por unas zapatillas blancas, un jean oscuro y un suéter finito color lila que hacía un contraste único con su piel.

Siempre parecía de tener la edad de Valentin, pero hoy más que nunca. Su nuevo atuendo la hacía lucir despreocupada, relajada incluso. Así era como él la imaginó en varias ocasiones, preparando el desayuno en su casa mientras escuchaba música, o en una juntada con sus amigas donde mostraba su verdadera personalidad.

Un carraspeo de su parte lo hizo volver de golpe al presente, y se acomodó nuevamente con la espalda recta en el sofá; nunca sabía como sentarse. Ella alzó una ceja, abriendo el cuaderno para que empezara a hablar.

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