Hogar 🌌 Acru

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Aproveché que una compañera estaba en pleno debate con el profesor, poniendo la cara por todos para quejarse de que cuatro parciales en una semana era una locura, y apagué la camarita y el micrófono para mirar con enojo a Agustín que no paraba de patearme por debajo de la mesa.

Mi ceño fruncido se esfumó en dos segundos, su única intención era llamarme la atención para que aceptara un mate. Me miraba con una mano apoyada en su mentón, como si estuviera haciendo algo realmente interesante, y no participando de una clase de la facultad.

—¿Apagaste? – preguntó en un susurro bajito por las dudas.

—Sí, está hablando Juliana con el profesor. – respondí dejándome puesto un auricular para saber en qué momento tenía que volver a participar.

—Uh, entonces tenemos para charlar un buen rato.

Me pasó un mate dulce, como otra de sus pequeñas muestras de amor ya que a él le gustaba amargo y era capaz de tomar hasta con edulcorante sólo para acompañarme.

—Me viene bien el descanso igual – musité con una mueca. Me dolía el cuello de una manera insoportable, era la tercera clase que se extendía media hora más de lo pautado.

—A mi también, así me prestas atención a mí un ratito porque te extraño.

Si lo dijera cualquier otra persona quizás hasta me sonaría raro pero se trataba de él, mi Agustín de siempre.

—Estoy todo el tiempo prestándote atención porque no paras de patearme, amor.

—Es una costumbre... mala costumbre, sí  – agregó cuando lo miré alzando las cejas.

—Me parece bien que lo aceptes.

Puso su mejor cara de inocencia, inclinándose un poco sobre la mesa para acariciar con ternura mi mejilla.

—¿Tendrás para mucho rato más?

—No sé, quince minutos como mucho y sino me desconecto igual.

—Joya. A ver, sentate derecha que te hago unos masajitos en el cuello.

Se posicionó detrás mío, intenté erguirme todo lo posible para que el respaldo de la silla no molestara y me relaje al instante al sentir sus dedos presionando mi nuca, bajando por mis omóplatos y ejerciendo presión con su pulgar en los nudos que tanto me molestaban.

—Estás re dura amor, en un rato te preparo un baño calentito. – agarré la mano que apoyó sobre mi hombro para hacerle caricias.

—¿Te vas a bañar conmigo? – pregunté  prestando atención a su respuesta a la vez que el profesor volvía a hablar para dar por terminada la clase.

—Si me invitas sí.

—Por algo te pregunto, tontito.

—Hablame bien nena, sino ya sabes – dijo poniendo cara de malo y soltando una risa cuando lo pellizque.

Lo ignore para apagar la computadora al terminar de guardar un archivo.

—Bueno, soy toda tuya.

—Y de Ámbar.

—Cierto, ¿a que hora llega? – miré el reloj en el mueble del comedor —¿No la traían a las seis?

—Luciana me avisó que se atrasó un poquito porque se encuentran directamente en el restaurante con Facu.

—Tiene bastante lógica, así no vuelve.

—Yo no lo había pensado, pero ya tengo asumido que sos la inteligente de la relación.

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