10 años.
- Abuela Maggi, me duele mucho el estómago, vomité hace 5 minutos pero me sigue doliendo - Eran las 6 de la mañana. Estabamos en vacaciones de verano.
- Abrígate bien que enseguida nos vamos al hospital.Primero llamó a mi abuelo quien nos llevó rápido en su auto. Camino al hospital llamó a mis padres que, desde que ambos se fueron habían estado al pendiente de mi. Mandándome cosas, visitandome de vez en cuando y revisando mis calificaciones escolares.
En fin, el dolor era insoportable. Lo recuerdo como pellizcos fuertes en el intestino, al mismo tiempo que apreciaba un sabor a jabón en mi boca que me hacía vomitar. Mi piel, mis ojos y mi lengua estaban en un tono amarillo, como putrefactos.No tardamos mucho en llegar al hospital. Al bajar del auto me di cuenta que estaba débil de todas partes incluso no podía erguir mi cuerpo, obligandome a dar pasos como "El Jorobado Cuasimodo".
Inmediatamente me hicieron un diagnóstico que fue pasado a las manos del profesional doctor.- ¿Hepatitis? - ¿Hepatitis?
- Así es pequeño amigo. Al parecer, se pudo provocar debido a la ingesta de comida en mal estado o de otro modo, con agua contaminada. Además, tu coloración amarilla en tu piel mejor conocida como ictericia le da más solidéz a mi argumento.
- ¿Qué sugiere doctor? - Preguntó la abuela Maggie con un poco de escalofrío.
El doctor tomó una hoja y mientras escribía nos comentaba.
- Sugiero, lo pasemos a piso 3 días para que esté en observación constante. Es muy chico para que tenga éste tipo de enfermedad.
- Me está doliendo bastante - Dije con mi mano presionando mi abdomen.
- Es parte de esto, te recuperarás pronto.
- Si usted lo dice - Pensé.Pasé a la sala en donde encontraría mi camilla. Vestí la bata blanca que me dieron, parecía una sábana con pies y cabeza de chocolate. Todo medicamento fue inyectado como era de esperarse y mis abuelos se econtraban esperando la señal para entrar junto conmigo.
Mis padres llegaron por caminos separados pero era lo de menos. Una sonrisa al verlos a cada uno en su tiempo permitido por los doctores, me causaba algo inefable. Todo sucedía en cámara lenta.
Después de un día y tendido con dolores y alta medicación, comencé a sentir sueño. Un portal mágico se abría frente mío adornándose de destellos de luz blancos que poco a poco comenzaron a dormir mis músculos, manos y cabeza.
Sin darme cuenta ya estaba desmayado aunque en ese estado seguía sintiendo los dolores abdominales que consumían mi energía y mi aliento.
La sirena de una ambulancia me hizo reaccionar.
- ¡Abrió los ojos! - Gritoneó mi madre.Pero mis ojos estaban nublados junto con mi conciencia, alternando la vista hacia todos lados. Ahí estaban las 4 personas más importantes y no podía agradecer lo que estaban haciendo por mi. El dolor me dejó mudo e inmóvil. Íbamos a una velocidad impresionante, no parábamos.
Entre tantos pestañeos o dormitaciones solo veía las cosas por fracciones de segundos. Desde que los doctores corrían de un lado a otro para evaluarme y llevarme rápido a quirófano hasta el momento en que me colocaban la mascarilla de anestesia en mi rostro.
Ahí estaba noqueado, en una pequeña sala donde se encontraban aquellos niños recién operados y yo, un niño gordito más. Abrí los ojos poco a poco. Lo primero que ví fue un reloj de pared que marcaba las 8 de la noche, que tarde era, ya tenía que irme a casa. Me sentía un poco fuera de la realidad, siempre he pensado que eso era fruto de la anestesia.
¿Qué tenía en realidad?. Hepatitis, Peritonitis y lo más importante Apendicitis. Era demasiada carga que por un mal primer diagnóstico se complicó.
Diez días estuve dentro del hospital en el edificio de pediatria, entre medicamentos, secuelas y algo muy importante, nada de alimentos, ni un vaso de agua. Cuando alguien se quedaba conmigo lo único que se podía hacer era remojar mis labios secos con un trozo de algodón, basicamente viví del suero vitaminado inyectado.
Los últimos tres días comenzaba a comer, para mi fortuna mi cuerpo reaccionaba bien. Crecí algunos centímetros notando que al igual había bajado de peso. Era otro niño.
- Veamos Ulises, ¿Cierto?- Preguntó la doctora más bonita que me atendió durante esos 10 días.
- Sí, creo - Nervioso respondí.
- Se que estos días fueron muy duros para tí pero, en un rato más te daremos tu alta y podrás ir a casa - Tomó algunas hojas, una enfermera llevó mi última comida y dí otro gran suspiro.Salir del hospital y sentir el aire en mi rostro hizo que me sintiera como un Fénix, aquella ave que renació de las cenizas.
El regreso a mi cuarto y la visita de todos mis familiares y amigos calmaba la tensión que llevaba cargando en todos esos días. Aunque seguía vulnerable físicamente, mi mente fue la encargada de que la recuperación tomara un buen curso en esos casi dos meses dentro de casa.
Paseaba por los pasillos. En la radio se escuchaba una canción que llamó mi atención, sobre todo la frase que decía "El corazón te ví ya no me engañas, un bisturí reveló tus entrañas". No podía creerlo di gracias por recordarme todo lo que pasé en el hospital, vaya, me enamoré de ese track. Interrumpieron la transmisión de la canción y decidí regresar a mi cuarto. En el momento que dí media vuelta, el tono estruendoso del teléfono se escuchó.
- ¿Si? - Todo se quedó en silencio un momento pero una brusca inspiración pude detectar -. Ammmm ¿Bueno?
- ¿Osi? ¿Eres tú?
- ¿Mariel?
- Sí - Escuchaba sus inspiraciones bruscas y podía sentir su llanto.
- ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
- Es Gael, nuestro amigo - sentí frío hasta los huesos -. FallecióLa bocina del teléfono cayó de mis manos estrellandose en el suelo. Mi corazón se aceleró y comencé a soltar un mar de lágrimas.
Diez años tan solo teníamos, pero ya sabía sobre la muerte. Sabía que ya no volvería a escuchar su tan aguda voz o que ya no volveríamos a comer juntos. Aquel niño flaquito de cabello largo que siempre trataba de defenderme, ya no lo vería más. ¿Por qué la vida es así? ¿Por qué se lo llevo a él?.
Mis lágrimas no se detenían sino todo lo contrario, aumentaban. Una vez más el estrés se apoderó de mi conciencia y energía. Mi mente transformó los pensamientos en un profundo color blanco que pretendía quedarse ahí hasta llegar a mi vista que se estremecía y se hacía pequeña, me tumbé en el sillón con mucho cuidado y dejé de lado la ignorancia. ¿Podría resistirlo a esa edad?
Vestido de traje negro y todavía vulnerable del corte horizontal de la operación. Fuí a despedirme de él. No quise pasar a ver su rostro recostado , pero pude dedicarle unas cuantas palabras , que al menos servirían para mí como un consuelo.
- Amigo, Te Quiero Mucho - Toque su caja fría y le dí el último susurro que me quedaba ,el último susurro que él escucharía.
Veía como bajaba al subsuelo y de nuevo terminé derrotado por los sentimientos. Mis ojos y mi corazón quebraron una vez más.
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LLUVIA DE ELEFANTES
Short StoryLas memorias que cada persona guarda en su interior son tan interesantes que cuando las cuentan, pareciera una historia inventada gracias a su gran imaginación. Desde mi perspectiva se cuentan las mías con la mera intención de crear un vínculo entre...