ELFANTE X

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20 años

Después de un año de ese mensaje, de haber terminado con Ian y de contraer más traumas a mi vida, no cambió nada en mí o eso pensaba.
Caminaba sin algún rumbo fijo, me sentía perdido entre mis agonizantes pensamientos, mis ojeras estaban más grandes, perdí mi trabajo al propósito.

Sabía que ya era feliz con la nueva pareja con quien ahora cumpliría un año, lo supe gracias a facebook que en su algoritmo tenía que restregármelo en la cara.

Mis días se trataban de estar acostado viendo mi teléfono, deslizando mis dedos en la sección de noticias, tratando de encontrar algo bueno que ayudara en mi vida o mero entretenimiento. Intenté salir. Intenté una que otra relación, no todo salía bien. Al principio era cariñoso y eso les gustaba pero después dejaba de hablarles y me alejaba, como cuando te dan un dulce y justo cuando lo vas a comer, te lo quitan.

La última vez que lo intenté no fue así, hubo alguien que tocó mi corazón, su nombre era  Victoria, no había nada más perfecto que alguien que lleve por nombre una marca de cerveza, mi favorita. Nos conocimos, nos besamos, la presenté a mis padres, bailamos, reímos, pero no pasó más. El karma de mis malas acciones de nuevo despertaban con ella y los pretextos de su parte estaban a flote. "Eres lo que siempre estaba buscando pero no puedo corresponderte" "No eres tu, soy yo".

Después de no darme cuenta que ya me encontraba en una depresión, ella fue la gota que derramó el vaso, porque a pesar de ser pocas líneas escritas en su honor, me dolió quizá aún más que perder mi trabajo.

La música con letras felices parecían tristes si las analizaba más detenidamente. Todas las películas tenían por lo menos dos escenas que bajaban mi ánimo.
Mi sillón se convertiría en mi gran amistad, porque me recargaba en él para llorar, podía sentir cómo me abrazaba e intentaba consolarme, deje atrás mi escencia risueña cambiándola por una más pacífica—depresiva. No se lo conté a nadie.

Los ataques de pánico y ansiedad se volvían la rutina de cada día, se presentaban aunque no pensara en eso.

El suelo sentía mis lágrimas cuando paseaba de un lado a otro en mi cuarto, ya no tenía los cuadros con mis fotos ni las imágenes que adornaban la pared. La pintura se caía, las mismas paredes se cuarteaban y la luz del foco se extinguía.
Todo se volvía opaco a mis ojos, mi poca conciencia apenas y podíá aconsejarme o llevarme por un buen sendero.
Ya no tenía el control de mis sentimientos, solo pensaba en dormir en cualquier lugar y despertar para caer una vez más.
Las esquinas de mi cuarto susurraban el nombre de Victoria, el techo susurraba el nombre de Ian y la puerta susurraba el momento en que debía parar.

Ya no tuve sueños por mi mente que tan seca estaba, ni lamentos que podría expresar. Me sentía como el más horrible, como el más pesado, como aquel que pierde un trofeo a punto de ganar ¿Qué sentido tenía?.

Todos los días miraba por la ventana a los pájaros silbantes, a los gatos y perros que pasaban cerca y a los árboles petrificados que movidos por el aire danzaban a plena luz del día. Luz que resaltaba mis ojos color café claro, mi cabello lacio, mi piel morena, mis pies pequeños, mi 1.60 de estatura, mis manos pequeñas, mi sonrisa chueca, mi voz chillona, mi nariz pequeña, mis cejas pobladas, y mis demás imperfecciones.

Dentro de la anarquía del mundo me encontraba desolado. Cuando recibía alguna llamada trataba de contestar pero al momento de poner la bocina sobre mi oído, colgaba.
¿Ésta tristeza sería sempiterna?

Nisiquiera el alcohol me hacía feliz. Emborracharme solo se trataba de eso, ya no disfrutaba del exquisito sabor, de la exquisita naturaleza del embriagarme. Mis ojos se hacían pequeños, mi boca se secaba. Intenté llenar mi oscuro fondo robando prendas de vestir en una tienda departamental. Salió mal, fui descubierto y juzgado pero, ¿Qué más daba?.
Estuve encerrado en las galeras lejos de casa por 2 días hasta que mis abuelos y mis padres me encontraron.

LLUVIA DE ELEFANTES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora