ELEFANTE VIII

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19 años

— ¿Qué hubieras hecho tú? — pregunté
— No lo sé, intentaría tomar las cosas con calma, aún eres jóven — Dijo Gael —. Sé una buena persona, yo estaré contigo en tu conciencia y en tus memorias.
— Por un momento olvidaba que esto era un sueño — dije.
— ¿Crees que es un sueño? — Se acercó —. Pues entonces es hora de despertar y de dejar de darle vueltas a tu vida.

"En mi mundo hecho trizas, vienes a provocar sonrisas" .
Eso era lo que decía la primera canción que le dediqué a Ian, por nuestro tercer año de novios. Y vaya que le gustó, esa fue su frase favorita que contaba realmente lo que estaba pasando conmigo, en un estado destrozado por las cargas negativas hacia mi persona ella se encontraba ahí, haciéndome reír como nadie, viendo más allá de del imperfecto extraño que yo era.

Sus padres ya me conocían de unos meses atrás. Su papá era Jefe de Policias en la ciudad y su mamá, encargada en el área de salud de una empresa. Algunas veces me invitaban a comer o a salir a conocer algunos lugares que eran nuevos para mi, una buena experiencia.

Ya había pasado un año desde nuestra graduación de la preparatoria. Que por consecuencia me llevaba a trabajar en un hotel dentro de la cocina, aún no sabía si seguiría con mis estudios universitarios.

El gerente del hotel era alto, bastante. Yo Apenas pódia rebasar su pecho por mis pequeños cabellos levantados. Me asustaba y me hacía cada día caer en una ligera depresión por mi físico sin que me diera cuenta. Las recepcionistas secreteaban delante mío, me hacían pensar en si hablaban de mi, en cómo me veía o qué hacía allí.

Colocaba el desayuno a las 5 a.m. y levantaba a las 8 a.m. para volver a colocar, ahora, la comida a las 2 p.m. y levantar a las 4 p.m. Limpiaba y terminaba mi turno. Iba a casa en un camión que llegaba directo y lo único que hacía al llegar era aventar mi mochila, recostarme, tomar mi celular y hablar con Ian sobre mís días dentro de cocina.

Ian: Te extraño 😔
Yo: El día de mi descanso iré a verte 💙
Ian: Seré paciente 😔
Yo: Valdrá la pena ❤️

Mis días se aceleraban en un desencadenado disparate de hechos irracionales que convertían las convivencias en un par de ausencias y no por mi propio gusto, si no por el simple hecho de querer trabajar para comprarle algunas cosas e invitarla a salir.
Dicen que es ironía que cuando trabajas y tienes dinero no tienes tiempo y cuando tienes tiempo, no tienes dinero.
Pero tal vez la persona que lo dijo no quiso romper el paradigma porque no es cosa de tiempo, es cosa de desgaste físico y mental que trae por consecuencia el querer llegar a casa y descansar. Por otro lado también dependía el trabajo en el que se encuentra o no lo sé tampoco fuí bueno para romper paradigmas.

La plaza "Vector" era nuestra favorita cuando me sentía en condiciones de salir con ella, no quería que notara el cansancio que estaba cargando. Si ya tenía en su mente los bastantes días que no nos veíamos, entonces yo nunca llegaba a soltar mi lengua con pretextos que quitaran más su ánimo.

— ¿Comida china? — pregunté.
— ¿Hay algo mejor? — preguntó.
— Tú — la abracé —. Y no cambiaría de opinión.
— Vaya, ¿Tanto? — preguntó.
— Tal vez lo digo porque estoy enamorado — sonrojé.
— Tal vez lo dices porque sientes culpa — respondió.
— ¿Qué?
— No, nada, olvidalo — agacho la mirada —. Ya vamos a comer.

La cabeza me rechinaba en los engranes tratando de pensar en sus palabras, no le pregunté nada, no quería alterar más las cosas aunque estaba con dudas.
No quería ver más allá, así que lo pasaba por alto, tal vez no me importaba mucho. Sabía que no era problema pues de cualquier manera a pesar de los enojos e incluso distanciamientos ella seguía conmigo y estaba seguro de ello. Seguro de que siempre regresaríamos.

Ese día al dejarla en casa sus padres me pidieron quedarme para hablar.

— Siéntate — Dijo Julián, su papá.
— Claro — Me senté —. Cambiaron de sillones eh!, bastante cómodos.
— ¿Pasa algo entre ustedes? — preguntó.
— ¿A qué se refiere? — dije y abracé a Ian.
— Notamos un poco triste a nuestra hija. Es algo que nos preocupa pues ya sabes, no nos gusta verla así. Recuerdo que alguna vez nos prometiste que eso no pasaría.
— De verdad que no lo entiendo — Miré a Ian —. Ella es lo mejor que me ha pasado. Comprendo que quizá no le he dedicado el tiempo como antes pero es lo de menos. Yo trabajo y lo hago para invitarla a salir o comprarle algo.
— ¿Puedo confiar en tí? — preguntó.
— Tiene mi palabra — Tomé a Ian de la mano —. ¿Estás de acuerdo mi amor?
— Sí — contestó un poco seco, sin ganas de decirlo.
Se tensó el ambiente.
— Bueno, nos vemos pronto. Cuídense mucho.

Para regresar a casa tenía que transportarme en un camión y una camioneta, algunas veces tenía que caminar enmedio de la noche para llegar. Era un detalle que yo nunca le conté.

Regresando al tema del trabajo, poco a poco me fui relacionando con mis compañeros y compañeras. Los viernes después de trabajar  salíamos a tomarnos algunas copas que terminaban en excelentes temas de conversación y experiencias de cada uno. Desde las chicas y chicos de limpieza hasta el mismo gerente.
Sin duda de los mejores momentos y convivencias que pude tener. Pero algo malo de eso tenía que salir.

Comencé no solo a ir por copas los Viernes sino también los Lunes y los Miércoles, el dinero que ganaba lo gastaba en una semana. Llegaba a casa arrastrándome por las vías de la incertidumbre y locura.

Los tragos comenzaban a ser amargos que me provocaba Ian por los reclamos que una y otra vez me hacían quedar mal con sus papás. Llegué a pensar que lo hacía al propósito pues no me dejaba ni contestar.
Un día entre borrachera y pensamientos vengativos, me acosté con una chica del trabajo, lo disfruté y no lo pensé en ese momento. La moral al día siguiente desapareció.

De nuevo un día de descanso y con el dinero apenas suficiente invité a Ian a comer. Mi mente estaba bloqueada, caminábamos y caminábamos por la plaza. El silencio entre ambas partes se sentía molesto, tenía dolor de cabeza y me sentía algo mareado aún.
Le pregunté si tenía hambre y me respondió negativamente. Nuestras manos se estaban soltando y no por el sudor, había una desconexión preocupante.

Íbamos solamente por un agua simple, ese fue el momento cuando la pregunta que lancé hacia su persona la desmoronó, soltó mi mano y se fué. Jamás debí preguntar si estaba bien, Jamás debí dejarla ir.


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