Capítulo 2: Mi pequeño salvador.

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Izuku entra en desesperación. ¿Qué hizo para merecer algo así? Él pasó la mayor parte de su vida ayudando a los demás sin pedir ni recibir nada a cambio. Nunca hizo algo que pudiese dañara a los demás. Entonces ¿por qué? Sólo porque la rechazó ¿merece ser castigado así? ¿Hubiese sido mejor para él, el aceptar los sentimientos de aquella mujer y estar con ella sin amarla? Él no quería seguir el mismo ejemplo del hombre que le dio la vida. Su padre biológico no fue más que un desgraciado que sólo jugó con su madre y por su culpa ella sufrió mucho. A Izuku no le costaría nada aprovecharse se su apariencia para meterse con cuanta mujer se le cruzase en el camino, pero él sería incapaz de hacerle algo así a una mujer. Es por eso  que no se arrepiente de lo que hizo.

Si permanecer de ésta forma es el precio por hacer lo que él cree es correcto, entonces lo acepta.

—Eventualmente moriré pronto pues una flor no dura mucho, sin mencionar que ya no hay nada en el mundo que me retenga— piensa el pecoso con resignación.

Pero para su mala fortuna, pasaron los años, exactamente 200 años y él permaneció con vida. Ni su mente ni su cuerpo se deterioraron. Izuku fue testigo del gran cambio que sufrió el bosque que fue su hogar durante mucho tiempo. Lentamente toda área verde junto a los animales fueron desapareciendo para dar paso al mundo moderno que todos conocemos. Y lo peor para Izuku fue que todos estos años los pasó en completa soledad. Pues nadie, ni siquiera los animales podían verlo. Nadie notaba su presencia, tampoco podía gritar para llamar la atención de alguien pues su voz había desaparecido cuando fue convertido en flor.

Día tras día, el pecoso se preguntaba el porqué aquella mujer lo mantiene aún con vida.

—¿Acaso fue más grande el rencor que el amor que decía tenerme para condenarle así a vivir en completa soledad?— piensa la pequeña flor mientras su rostro luce destrozado por la tristeza.

La esperanza de Izuku poco a poco se perdía. No sabe cómo fue que se mantuvo cuerdo durante 200 años, pero todo tiene un límite. Sin nadie con hablar, siente que su cordura está a punto de desaparecer, cuando un pequeño niño se acerca a él.

—¡Qué flor tan fea eres tú!— exclama aquel niño rubio de unos cinco años mientras acerca su dedo para tocar a Izuku-flor.

Izuku no puede creer lo que está pasando, después de tantos años finalmente alguien notó su presencia. Aunque sólo sea un niño el que puede verle, Izuku está realmente feliz por éste milagro.

—Tal vez tengas sed y por eso estás tan fea— comenta el pequeño con inocencia. Entonces el pequeño rubio saca su botellita de agua que está en su mochila, la destapa y vierte su contenido sobre la flor empapándola por completo.

—¡Katsuki! ¿Qué haces? ¡Es hora de irnos!— dice la madre del pequeño.

—¡Espera! ¡No te vayas!— piensa Izuku al ver como el pequeño Katsuki se va con su madre tomados de las manos.

El momento de felicidad que Izuku llegó a experimentar se a convertido en tristeza de nuevo pues no quiere volver a estar solo.

Izuku inclina su cabeza para observar el suelo que lo aprisiona, después voltea a los lados viendo el terreno baldío en el que habita y el gran árbol que le da sombra. Es la primera vez que ve al chiquillo rubio pasar por ahí.

—Su nombre es Katsuki, eh. Muy bonito nombre— piensa al recordar la carita curiosa del rubio —Me pregunto ¿cómo es que puede verme? Nadie, absolutamente nadie lo había hecho hasta ahora— Izuku se pone pensativo —Escuché de las personas que pasan por aquí, que los niños logran ver cosas que los adultos no ¿será por eso? Bueno, sea por lo qué sea, espero que vuelva pronto...— Izuku de verdad no quiere dejar escapar la oportunidad de volver a convivir con otro ser humano —Katsuki...

Deseo estar a tu lado...  [DekuKatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora