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Jimin y Jungkook salieron con su madre ese día, se divirtieron entre risas, juegos en el parque del centro, y momentos que hace meses los mellizos no disfrutaban. Los tres llegaron como por las ocho de la noche, su paseo había terminado y mamá, que estaba tan agotada como ellos, olvidó cambiarlos y vestirlos para mandarlos a la cama, solo había llegado a la soledad del hogar, visto y revisto las habitaciones vacías antes de irse deprimida a su propia habitación importándole poco lo que sus hijos tenían que decirle.

Ella había llegado a su casa con las esperanzas de ver a su marido de vuelta del trabajo esperándola con la comida servida y un beso listo en los labios. Pero no había sido así, él no la estaba esperando por ningún lugar de la casa, no estaba ahí la fragancia de su perfume, no había rastro de él, y eso había hecho que la mujer, la cual horas antes se había divertido como nunca con sus niños, ahora volviera a sentir ese vacío rasgarle las entrañas. ¿Qué estaba pasando? Ella amaba a su marido, lo hacía con todas sus fuerzas. Cuando el vacío llenó su corazón no pudo mirar atrás hacia las criaturas inocentes que le pedían explicaciones, ellos querían a mamá de vuelta, querían a la misma mujer con la que se habían divertido esa tarde, ellos solo necesitaban a la madre que siempre les había demostrado amor y comprensión. Ahora ella no estaba, otra vez esa casa estaba siendo el fantasma que les estaba arrebatando la felicidad lentamente pero, para desgracia de los más pequeños, de forma desmesurada.

—¿Por qué mamá se ha ido?—preguntó Jimin con los ojos rojos. Él estaba mirando a Jungkook con tristeza mientras el otro niño solo podía tener la mirada puesta en esa puerta cerrada en sus narices—¿Mamá se ha encerrado? ¿No vamos a cenar?—si bien los tres familiares carecían de hambre en ese preciso instante, la cena era algo que los unía porque solo ahí podían estar uno delante del otro, saboreando sus platos mientras mamá sonreía por los alagos exagerados de Jimin. Jungkook, por lo contrario, solía asentir en silencio, todo lo que decía Jimin era cierto, así que él solo se quedaba allí mirando a su hermano comer y sonriendo ante su felicidad por la comida.

—Mamá debe estar muy cansada, Jimin—el hermano atinó a decir rápidamente cuando los ojos de Jimin comenzaron a humedecerse—¡Seguro está cansada¡ ¡No llores!—sonrió incómodo porque en realidad lo último que quería hacer era sonreír. Él quería llorar al igual que Jimin, acurrucarse como el niño que era y preguntarle a Dios porqué mamá se comportaba tan raro; sin embargo, él no podía llorar por el bien de Jimin, y como el bien de Jimin era también el suyo, Jungkook podía solo sonreír con fingido desinterés—Vamos, cachorrito, verás que mañana vuelve la mamá de siempre—acarició la melena del castaño, pero al ver que no obtenía reacción alguna, exclamó: —¡Jimin y yo nos vamos a dormir, mamá! ¡Te amamos!

Jimin frunció el ceño; era temprano para ir a la cama.

—Anda, vamos. Tengo algo que mostrarte.

—Pero... quiero ver a mamá.

Jungkook lo arrastró por el pasillo ignorando sus quejas. Para Jungkook ra divertido llevarlo de esa manera, Jimin parecía un bolita de algodón resentida, con ojitos curiosos y un mohín molesto.
El pequeño sentía curiosidad sobre eso que Jungkook quería mostrarle con tanta necesidad, pero al mismo tiempo tenía el grande sentimiento de abandono por la madre; era como si sus sentimientos estuvieran teniendo una guerra de emociones y, al menos cunado sintió el entusiasmo de Jungkook desbordando a cada paso, la curiosidad estaba siendo victoriosa.

—Entra, entra—empujó a Jimin dentro de la habitación de los dos—Te voy a enseñar lo que encontré en la habitación de papás.

—¿Has hurgado en la habitación de nuestros papás?—preguntó horrorizado, ellos dos tenían claras las reglas de la casa, una de ellas era no hurgar en habitaciones ajenas ni tomar nada sin el permiso del dueño.

SAUDADE: Sangre de mi Sangre | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora