6. Capricho

7.3K 1K 491
                                    

Oh, Fushiguro, ¿cuántas constelaciones caben en tu mirada? —Su ronca voz sonó a sus espaldas, acompañada de una ruidosa risa, que erizó cada vello de su cuerpo. —Qué cursi puedes llegar a ser.

Sukuna ladeó la cabeza y lo rodeó, mostrándole aquellos dientes aterradoramente relucientes. Verle a él era como mirarse en un extraño espejo, pero las marcas negras que recorrían su cuerpo eran un recordatorio de que no era un reflejo.

Se encogió de hombros, mirando al suelo. Odiaba que se burlara de sus pensamientos, de sus acciones, siempre sacaba todo lo malo de lo que hacía.

Por ello y, desde que había tragado aquel dedo con apariencia chamuscada, había comenzado a dormir muy poco. Porque lo arrastraba a su dominio, a aquella caverna húmeda y desagradable, con olor a podrido y cráneos de animales.

No era capaz de descansar del todo teniéndolo como compañía. A veces escuchaba lo que le decía cuando estaba consciente pero, en sus sueños, era capaz de interactuar con él.

—¿No hablas? ¿Quién te ha comido la lengua? —La Maldición se atusó la túnica con aires de superioridad, acercándose. —Megumi desde luego que no. —Soltó, con una carcajada. Le puso una mano en el hombro y apretó el tacto, clavándole las uñas en la piel. —Eres tan inocente que no te has dado cuenta de que te ha mentido.

Las palabras tan llenas de veneno calaron su corazón, contagiándose del ambiente negativo. Itadori apartó su mano con brusquedad y le encaró, con una mueca en el rostro.

—¡Cierra la puta boca! —Gritó, dirigiendo su puño directamente a aquella desagradable cara. —¡Joder!

Su golpe fue esquivado con facilidad y arrogancia. Sukuna lo tomó por la muñeca y se la retorció con fuerza, tirándolo al suelo. Yuuji se lamentó, notando que se había raspado el brazo contra unas rocas rojizas, cuyo color prefería no cuestionar.

—No te pongas nervioso, mocoso. —La Maldición lo inmovilizó, cogiéndolo del otro brazo y cruzando ambos en su espalda. Se sentó encima, observando con regocijo cómo se revolvía y se quejaba. —Si no quieres que le rebane el cuello a tu querido amigo, sácame de esta mierda de escuela.

—¡Déjame ir! —Desgarró su voz, pero sus exigencias fueron acalladas cuando su cabeza fue presionada contra el suelo. Gruñó y pataleó durante unos segundos, hasta que el otro dejó de apretar. —No hables de él, no lo menciones.

Respiró rápidamente, con el aliento dándole en la cara al rebotar contra la piedra fría. Estaba tan cansado que dejó de pelear para se le quitara de encima. En parte ya estaba acostumbrado a aquel tipo de humillaciones y, de vez en cuando, conseguía bajarle la autoestima. Sin embargo, jamás iba a permitir que convirtiera sus sentimientos por Fushiguro en algo de lo que reírse.

—No puedes hacerle nada, no lo tocarás mientras yo esté al mando. —Advirtió, profundamente irritado. Notó que deslizaba los dedos por su espalda, delineando su columna vertebral. Un respingo lo sacudió con violencia.

—¿Cuándo te has vuelto tan valiente? —Sukuna se arrodilló sobre su espalda, poniendo una rodilla justo entre sus omóplatos. Se inclinó sobre su cabeza para tomarle de la barbilla y alzársela, obligándole a hacer un gran esfuerzo para mirarle desde abajo. Un ligero estallido se hizo oír desde su nuca. —No te confundas, soy yo quien manda aquí. Podría matarle ahora mismo si quisiera.

Frunció el ceño, dolorido. Se quejó en voz baja y trató de escupirle sin llegar a acertar. Forcejeó sin éxito, pero, de repente, la Maldición soltó su rostro, dejando que cayera de nuevo al suelo.

Ahogó las lágrimas cuando su mandíbula se estrelló de lleno contra la superficie.

—Dime qué es lo que quieres de mí. —Alcanzó a decir, sintiendo cálidas gotas de sangre deslizarse por su piel. Sabía que, cuando despertara, no tendría herida alguna, pero el dolor estaba ahí. —Nunca me traes aquí si no es para pedirme un capricho.

Cursed || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora