7. Fuga

6.5K 1K 175
                                    

Y Fushiguro corrió como nunca. Salió con el uniforme mal abrochado, el pelo alborotado y el corazón latiéndole a mil por hora.

Hiperventilaba, notando cómo, con cada zancada, el dolor de su abdomen estallaba, obligándole a detenerse un par de veces. El rastro de energía maldita que Sukuna dejaba era lo suficientemente débil como para haberle confundido al doblar las esquinas.

No podía detenerse. Ni siquiera cuando sintió el desagradable líquido rojo que se deslizaba por un corte recién abierto en su costado. Picaba, escocía y dolía de la misma manera en que la desesperación lo sacudía con violencia.

No lo entendía. No llegaba a poder alcanzar una lejana idea en la que Yuuji se fuera sin avisar. Sencillamente no lo concebía. Salió del camino de pequeñas piedras para adentrarse en el prado. Veía un gran muro de piedra, bastante antiguo, a lo lejos.

Pero no fue hasta que logró acercarse más que lo vio.

Sonrió, completamente feliz, aunque lo primero que haría sería arrastrarle de las orejas hasta la escuela. Estaba de pie, encima de la piedra, dándole la espalda. Supuso que miraba al otro lado y sintió la necesidad de subir sólo para empujarle.

—¡Itadori! —Gritó, desde abajo. Agarró una de las piedras que salían ligeramente, buscando dónde apoyarse. —¡Baja de ahí, pedazo de imbécil!

Quería volver a su habitación, tomar uno de los libros de su estantería y ponerse a leer, con él a su lado. Quería aprovechar el tiempo en el que estarían juntos, mientras Nobara se dedicaba —y ella se lo había echado en cara cuando perdió a su amigo— a las misiones.

Deseaba volver a abrazarle, tumbados sobre la cama y escuchar cómo su respiración se relajaba hasta caer dormido. Seguía torturándose por todo lo que había sucedido, y aún le costaba horrores aceptarlo.

—No subas más. —Le advirtió el otro, dándose la vuelta secamente. Miró desde la cima cómo su sonrisa se borraba automáticamente al verle con los ojos llorosos, la mitad de la cara cubierta de marcas negras y la otra mitad completamente limpia.

—Vete a la mierda. —Soltó, apretando los dientes. No iba a aceptar una negación ni una evasiva. Pensaba llevarlo de vuelta a toda costa. —Déjame espacio.

Yuuji se acuclilló cuando una de las manos de Megumi alcanzó la cima, impidiéndole llegar a la misma. Tenía un tic desagradable en el ojo donde las marcas querían aparecer de nuevo, y el otro rojizo, donde las marcas aún prevalecían. Le temblaba el cuerpo.

Había discutido la Maldición sobre las condiciones y el lugar por donde se irían, pero Sukuna todavía ansiaba imponerse sobre su propia mente. Presionaba sin parar, escuchaba su tétrica voz en su mente, susurrándole, hablándole en voz baja y grave.

Sabía, por la mueca de su amigo, que le dolia el cuerpo. Probablemente había corrido por toda la escuela, chocándose contra todo, agarrándose el abdomen y jadeando de cansancio. Tenía un aspecto deplorable. No quería imaginarse cómo debía de lucir él mismo, pues aquellas marcas ardían en su piel como alquitrán calentado a fuego lento.

Suspiró al ver que el brillo de aquellos ojos marinos comenzaba a desaparecer poco a poco.

—Por favor, déjame estar a tu lado. —Suplicó, alzando las cejas con pesadumbre.

Gruñó, luchando contra las intenciones de Sukuna, quien quería empujarle muro abajo y ver cómo su cuello se rompía contra el suelo. Tomó la mano de Fushiguro y tiró de ella hacia sí, cogiendo la otra también para ayudarle.

Las manos llenas de musgo y rasguños le tocaron el rostro, los dedos se apartaron en cuanto rozaron las marcas que relucían en la mitad de su cara.

Cursed || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora