𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒖𝒏𝒐

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—Has sido un chico demasiado malo, Jungwoo. Demasiado —mencionó Jaehyun  con el típico tono de voz medio ronco y seductor, pero a la vez suave y estimulante, que solía utilizar con sus sumisos. Entretanto caminaba lentamente rodeando aquel grueso asiento al que se hallaba atado con firmeza el omega de cabello negro—. ¿Crees que mereces tenerme luego de lo mal que te has portado?

La noche por fin había caído. Jaehyun había esperado con ansias durante todo el día a que llegase aquel momento en el que pondría en marcha su mas anhelado castigo antes de deshacerse por completo del bastardo que había intentado lastimar a su omega.

—Dime, ¿te lo mereces? —gruñó tironeándole del cabello con fuerza para que este levantara la cabeza y lo mirara. 
Sus ojos estaban llorosos, sus labios resecos, su semblante decaído. Había dolor en su mirada oscura, dolor escoltado por el temor.

—Lo siento, daddy —musitó el menor, entristecido, bajando de nuevo la mirada cuando este le soltó. 

Jaehyun chasqueó su lengua tres veces en signo de desaprobación.

—Daddy no te perdonará. ¿Y sabes qué sucede cuando te portas así de mal?, ¿sabes qué sucede cuando me desobedeces e intentas atentar con la vida de mi omega?

—Yo soy tu omega —replicó bajito.

—¡No! —exclamó de inmediato molesto—. Tú sólo eras con quien me descargaba por la falta que él me hacía.
Un par de lagrimas bordearon sus mejillas.

—¿Quieres decirme en qué mierda pensabas?, ¿acaso creías que lo nuestro llegaría a algo más que sólo la simple relación de sumiso-dominante? Yo te lo he dejado muy en claro desde el primer día, joder, nada de involucraciones sentimentales, ni de las demás mierdas. ¿Por qué has hecho todo eso? ¿Por qué, si sabías muy bien como funciona esto?

—Es que… tú me salvaste y… yo p-pensé que t-te importaba…

La voz del menor sonaba gastada, entrecortada, rota. Sollozó un poco, sin animarse a elevar la mirada.

—Oh, que iluso eres… Déjame decirte que te equivocas. No lo he hecho por ti. Lo hice para demostrarles a esos tipos que yo siempre me salgo con la mía —aclaró  Jaehyun sin poseer pizca de compasión.

Woo sorbió los mocos fuertemente, deseando poder liberar sus manos de aquellas cuerdas que lo mantenían atado tan solo para encajarle una ruidosa cachetada. Levantó su cabeza, entregándole una mirada de odio.  

—No te saliste con la tuya cuando él te abandono —contraatacó totalmente despechado. Sí,  Jungwoo lo sabía. Lo sabía gracias a que en la cocina se repartían todos los chismes de la casa entre las sirvientas—. Y de seguro volverá a hacerlo en cuanto obtenga lo que quiera, porque, vamos, si no fuera por tu dinero, ¿quién querría quedarse contigo?

Y le había dado justo en su punto débil. A  Jaehyun le dolió demasiado. Sus palabras fueron como una bala atravesando su pecho, desgarrando su corazón. Y lo peor de todo: era verdad. La rabia que experimentó no se comparó con nada, teniendo que realizar un esfuerzo sobrehumano para no darle un violento golpe.

Aunque muriese de ganas de hacerlo, no iba a rebajarse a lo que era su verdadero padre: un violento y desgraciado golpeador de omegas. No iba a ser como él, en lo absoluto. No habia huido de su propia familia de ‘Ndrangheta, ganándoselos como enemigos, para convertirse en el mismo imbécil de su padre, que ni siquiera podía llamarlo como tal. 

Por lo tanto, se ahorró los golpes, y en un total estado de enfurecimiento, amordazó a Jungwoo sin ninguna gota de suavidad o amabilidad.

—Ahora verás todo lo que te espera —masculló, casi escupiéndole en la cara—. Empezando por lo siguiente… Ponte cómodo que en breve iniciaremos… Oh, y disfrútalo —le susurró cerca del oído—… o por lo menos yo lo haré y mucho.

Dicho eso, se apartó,  dando una última verificación de que los nudos de las cuerdas fuesen lo suficientemente resistente para mantenerlo un buen tiempo allí sujeto. Una vez hecho, abandonó su habitación, encaminándose a otra cercana en donde se encontra ba su omega alistándose.     

Las palabras de Jungwoo quedaron retumbando en su cabeza, mortificándolo. Lo odiaba, y odiaba que fuera tan cierto. Aquello generó que su autoestima disminuyera, tornándose inseguro consigo mismo. Claro que era todo por el jodido dinero, claro que ningún omega querría permanecer con él sin algo a cambio.

¿Y por que recién ahora se le estrujaba el corazón por ese motivo cuando desde siempre lo había sabido? Por supuesto, porque nunca antes había deseado que un omega se quedara con él por cuenta propia. Y todo se remontaba a Doyoung.
De no ser porque necesitaba plata, ni siquiera habría vuelto con él. Sin embargo, ahora que lo tenía en sus manos, no permitiría que otra vez se le escapara. Lo enamoraría, sí. Después de todo él era su alfa. Aseguraba que en algún momento  Doyoung lo sentiría en el pecho tal como él, y sólo entonces el omega descubriría que ya no habría manera de que pudiesen separarse.  

Ingresó a la habitación sin pedir permiso, topándose al instante con un  Doyoung metido dentro de una nívea bata, sentado frente a un enorme tocador de maquillaje que poseía aquella alcoba. El azabache cantaba animadamente una canción que reproducía su celular, mientras se pintaba las uñas.

—Oh, bebé, has tenido todo el día, ¿y recién ahora se te da por… pintártelas? —reprochó cuando ya se hubo acercado al aludido—. ¿Cuánto tardará eso? Quiero que empecemos, ahora, ya. No puedo esperar más.

—Qué ansioso eres — Doyoung rio, bajándole el volumen a la música—. Y, oh, disculpa, lo que pasa es que se me fue el tiempo pensando en qué diablos ponerme, qué canción elegir, idear más o menos la coreo, tenía que comprobar que el atuendo elegido combinara con la canción, ¿te crees que es fácil ser yo?

El omega suspiró con dramatismo, dando su mejor actuación de indignación. Luego levantó la vista de sus uñas a medio pintar y observó a  Jaehyun a través del espejo, regalándole una expresión llena de diversión.

—Es mi color favorito, ¿te gusta? —preguntó, volteándose para verlo de frente, enseñándole sus manos, manteniendo la sonrisa más deslumbradora posible con hoyuelos incluidos. 

Jaehyun le devolvió la sonrisa, totalmente encantado con todo aquello que tuviera que ver con  Doyoung, su precioso bebé. 

—Combina con tus ojos —comentó acercándose a él seductoramente, obligándolo a ponerse de pie.
Lo tomó de la cintura por encima de aquella bata, atrayéndolo a su cuerpo y estampó sus labios contra los del otro.  Doyoung acomodó sus brazos alrededor del cuello del alfa, procurando que sus manos quedaran libres en el aire, con el fin de que el esmalte fresco no se arruinara, y le devolvió el beso, sonriendo en medio de este.

Doyoung estaba tan feliz, tan radiante, que de sus poros ya florecía aquel aroma de la total alegría. No sabía, ni entendía, por qué estar cerca de aquel alfa le generaba aquella incomparable felicidad. Pero no le importaba. Él lo disfrutaría mientras durara.

Ladeó su cabeza, estremeciéndose, cuando los labios de  Jaehyun descendieron por su cuello, llenándole de besos, succionando aquellas mismas partes en las que ya había dejado marquitas amoratadas la noche anterior.

— Jaehyun, detente —le dijo  Doyoung, soltando una leve risa—. Te recuerdo que la acción es en la otra habitación.
El alfa emitió un sonido ronco, sin apartar la boca de la erizada piel del menor. Lo apretó más contra su cuerpo en una clara demostración de que no pensaba detenerse.

—No jodas, ¿ya te has excitado? ¡Ni siquiera he hecho nada! —protestó, carcajeándose mientras trataba de zafarse de su agarre—. Si eras más paciente, podrías haberte excitado teniéndome a mi bailándote en lencería, pero lo haces teniéndome en bata, ¿qué clase de alfa eres? 

—Uno que no puede resistirse a tus magníficos encantos aún estando con una ordinaria bata —murmuró el castaño, luego de apoderarse de cada centímetro de su cuello—. Una bata que será mejor quitarla… —dicho eso le desnudo los hombros, anhelando que la misma terminará en el suelo. 

—Oh, no, claro que no —se negó el omega, apartándose con brusquedad, mientras se acomodaba la bata con especial cuidado por miedo a que su manicura se arruinara—. No echarás a perder todo mi esfuerzo por tu inentendible calentura.    

—Ugh, de acuerdo —mencionó  Jaehyun, derrotado, tratando de despejar su mente.

—Mejor así. Escúchame… —dijo, volviéndose hacia el tocador, tomando de allí con delicadeza el CD poseedor de aquellas provocativas canciones—… ¿Has conseguido el equipo de música? Es la número cinco —informó, entregándole dicho objeto, asegurándose de que sus uñas continuasen intactas—. Acuérdate también de la iluminación, debe estar tenue, ya sabes, así todo es mejor.

El alfa enarcó una ceja al recibir el CD, mirándolo con cierta interrogación. Abrió su saco, quitando de un bolsillo interno un pequeño control, dándoselo al menor.

—¿Tu has trabajado en algo relacionado con todo esto?
Doyoung colocó de prisa la mano sobre su pecho, a la altura de su corazón, cortando con dramatismo su aliento.

—¿Me estás diciendo puta de cabaret? —exclamó él como si en verdad estuviese indignado.  Jaehyun abrió la boca para disculparse de inmediato, pero un guiño de su parte le hizo entender que sólo estaba jugando. A  Doyoung no le ofendía—. No, en realidad no. Nunca he querido venderme, ni meterme en esas cosas turbias. Yo no soy quien para que babosos me escojan para hacer de mi cuerpo lo que les antoje. No, no, conmigo es al revés. Yo los elijo y hago con ellos lo que quiera… claro que sin dinero de por medio. Todo lo hago por simple diversión. Por eso no quería quedarme. No sólo por mi rebeldía, sabes. Aquí estaba siendo todo lo que yo nunca quise: un vendido —suspiró con aires de tristeza—. Pero he vuelto, y ahora es lo que soy.

—No, no tiene por qué ser así. Todo lo que yo te de tómalo como un regalo, no como una forma de pago.
El omega rio con amargura.

—Regalos a cambio de sexo, es lo mismo.

—Oh,  Doyoung… — Jaehyun respiro hondo, luciendo algo frustrado—. No tenemos que acostarnos si no te gusta así. Yo… yo no te quiero solo para sexo, ¿entiendes? Con tu presencia me basta.

Él volvio a reír, esta vez con cierto ápice de diversión.
—Acabo de comprobar que, efectivamente, estás mal de la cabeza. De veras que no dejas de sorprenderme, y a ver… ¿para que otra cosa me querrías? —preguntó incrédulo—. De igual modo, ese no es el punto. Yo sí quiero tener sexo, lo adoro y más contigo, lo que no me gusta es que me pagues o me llenes de tus lujos por eso… Preferiría mil veces que esto sólo fuese por diversión, no por dinero.

—Eso… ¿eso quiere decir que si tú no necesitaras el dinero aún así estarías conmigo… sin pretender nada a cambio?
Doyoung hizo saber su respuesta con un débil asentimiento de cabeza. Sí, no había nada que pensar. De haber sabido que regresar a su lado le devolvería parte de su perdida felicidad, aunque no hubiese tenido la obligación de hacerlo por dinero, habría vuelto con él hacia rato. 

Aquella respuesta provocó que la ilusión renaciera en el alfa, dándole pequeñas chispas de esperanzas. La alegría no tardó en asomarse en su rostro, tornándose una genuina sonrisa en la comisura de sus labios. 

—El dinero irá destinado a tu madre. En teoría, a ti no te estaría pagando nada,  Doyoung.

En teoría sí, le estaría pagando a él por su embarazo. Pero eso  no podría saberlo.

—Tus intentos de hacerme sentir mejor funcionarían un poco más si no fuera porque sé que la razón de que le pagues soy yo —dijo manteniéndose al margen de su mentira—. Pero no importa, no sigamos hablando de esto… Ya estoy resignado, no te preocupes por mí.

De pronto, un inesperado vuelco en su estomago hizo que su rostro se contrajera en una mueca de dolor. Una de sus manos viajó hasta su vientre por mero reflejo, percibiendo un desagradable revuelto en su interior.                                                                                                                                             
—¿Qué sucede?, ¿estás bien?, ¿te duele?

Doyoung respiró profundo, tratando de relajarse, sintiendo la manera en como aquel dolor disminuía dejando solo una molestia resentida.

—Si, estoy bien, no pasa nada —comunicó intentando lucir lo más sereno posible.

—Si algo va mal, dime, cancelamos todo y dejo que descanses.

—No, no, de verdad estoy bien. No ha sido nada.

¿Ya tan pronto tenía jodidas nauseas? No lo podía creer. Ni siquiera recordaba cuantas semanas llevaba, ¿tres, cuatro o cinco…? No sabía con certeza. Sin embargo, de lo que sí estaba seguro era de que no permitiría que aquella pasajera molestia le arruinara la noche. No, por supuesto que no.

—¿Seguro?

—Sí, sí. Tú ve a encargarte de la música y eso, que enseguida iré.

—Bueno, después quiero seguir hablando de…

—No hay nada de qué hablar,  Jaehyun. En serio, no te preocupes  —repuso, otorgándole una leve sonrisa compasiva—. Ve, espérame alli, en cinco voy. Y no estés tan tenso, relájate.

sublime dominación ; jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora