𝑻𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐

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Doyoung escuchó un ruido en la planta alta de la casa, más no se inmutó. Debía ser  Jaehyun. Por lo que, sin preocupación, continuó lavando los platos sucios de la cena. Sin embargo, decidió pausar su tarea al percibir un segundo ruido en seco. Apagó la llave del agua y, secándose las manos, miró hacia arriba.

—¿Jaehyun? —llamó a su alfa en un tono de voz elevado—. ¿Está todo bien?

Acarició su vientre bastante abultado, tratando de mantenerse tranquilo y no alterarse en vano, pues a su embrazó de casi nueve meses no le haría bien. Al no recibir respuesta del mayor, respiró hondo antes de abrir un cajón y tomar una pistola.

—Tranquilo, mi cielo, no voy a dejar que nada malo te pase —murmuró cariñosamente, dirigiéndose a su cachorro—. Seguro no es nada.


Una parte de sí tenía miedo por lo que podría encontrarse, pero por otra se mantenía en calma, pensando en que, muy seguramente, solo sería una falsa alarma. Sea como fuese, no quería entrar en pánico. No debía entrar en pánico.  

Tomó coraje y subió por las escaleras con sigilo. Con sus manos temblorosas apretaba el arma, deseando no tener que usarla. Los nervios aumentaron en cuanto llegó al primer piso. Todo estaba tan silencioso, tan extrañamente misterioso.

Doyoung pisaba con cuidado, procurando no dar en las maderas que rechinaban. Su respiración se tornaba cada vez más dificultosa. Con su avanzado estado de gestación se desplazó con cuidado por el corredor ligeramente iluminado.

La puerta de la habitación que compartía con  Jaehyun se encontraba entreabierta, por lo que de un solo empujoncito la abrió. Asomó su cabeza. La habitación estaba en medio de las penumbras. Una helada brisa se infiltraba por la cristalizada puerta abierta que daba al balcón. Parecía no haber nadie.

Doyoung entró, tragando en seco, sintiendo un horrible escalofrió atravesando su espina dorsal. Pronto su visión se acostumbró a la poca iluminación, pudiendo observar todo con más facilidad.

Por el resquicio de la puerta del baño se vislumbraba la luz encendida. Se dirigió alli, poniendo el arma en posición con muchísimo miedo. Sus pulso le fallaba, pero no hizo caso de ello.

Abrió la puerta del baño despacio, y lo que vio lo dejo sin aliento. Un inevitable chillido de dolor se escabulló de entre sus labios y se echó hacia atrás, aterrorizado, hundiéndose en un profundo y frío mar de sufrimiento. Un desgarrador grito huyó desde su garganta, su rostro contraído del histérico llanto.

El cuerpo de su alfa estaba tendido en el suelo, inmóvil, rodeado de sangre.

Sus piernas flaquearon. Todo su sistema flaqueó.  Doyoung quería dejarse caer de bruces al suelo, pero un brazo rodeando su cuello no se lo permitió. De repente, se encontraba con su espalda pegada al pecho de otro alfa, quien casi lo estaba ahogando con su brutal agarre.

Una risa maliciosa retumbó en sus oídos. El cañón de un arma acariciando su gigantesca panza de embarazo.  Doyoung forcejeó, muerto de desesperación, suplicando entre chillido que no le hiciesen nada a su bebé.

Pero el bebé pateó en el momento equivocado. El arma se detuvo justo allí y la bala perforó el endurecido vientre del omega.


—¡NOOOOO! —gritó  Doyoung desgarradoramente, su rostro empapado de lágrimas con el dolor expandiéndose por dentro.

Con ineludible desespero, intentó colocar sus manos sobre su enorme panza de embarazo, pero estas, extrañamente, no sintieron aquel bulto. Sus manos no sintieron más que su pequeñita pancita de dos meses.

Y, entonces, comprendiéndolo todo, se echó a llorar con gusto entre los brazos que ahora estaban abrazándolo con fuerza.

—Shh, tranquilo, amor, estoy aquí —dijo en tono dulce y apaciguado  Jaehyun, quien lo arrullaba despacio—. Fue sólo un mal sueño, ¿no? Tranquilízate, mi amor.

Pero, al contrario de calmarse,  Doyoung intensificaba su llanto concorde los segundos avanzaban, aferrándose más y más al cálido cuerpo de su alfa. Estaba sobre su regazo, con sus piernas enroscadas en la cintura de  Jaehyun, apretujándolo cual asustado koala. Lloraba contra su pecho, olfateando con necesidad entre medio de sus sollozos. Era menester inundar su nariz del aroma de su alfa. Sólo eso necesitaba para saber que estaba todo bien.

—Me q-quiero ir d-de aquí, J-Jae, s-salgamos de aquí —articuló  Doyoung como pudo, sorbiendo sus incesantes mocos.

—¿Cómo, bebé? ¿Adónde? —preguntó el alfa, confundido, sin detener las caricias en la espalda de su omega.

—N-No lo s-sé… Ya n-no me s-siento seguro aquí —anunció, hipando.

¿Cómo podría seguir rondando por el sitio en el que en sus pensadillas se había desarrollado la escena más traumarte de su vida? Ni con las pesadillas de su violación había sentido tanto miedo y sufrimiento. Le dolía el alma al recordar su más reciente sueño. Había sido tan jodidamente realista que sus ojos no paraban de soltar lágrimas por el semejante susto que se pegó.

—Bebé, sólo han pasado días de que estamos aquí. Créeme, estamos seguros.    

—Ahora, p-pero luego n-no lo estaremos. Ellos vendrán, nos encontrarán… — Doyoung levantó la vista y, con sus acuosos ojos  en la parcial oscuridad, miró a  Jaehyun—. Tú mismo lo dijiste, e-estaremos seguros los p-primeros meses, p-pero… ¿qué pasara después?

Jaehyun lo observó con aflicción. Llevó sus manos a las sonrosadas mejillas de este y las acarició, percibiendo lo húmedas que se encontraban. 

—Ya lo he dicho, si nos descubren, nos marcharemos de inmediato.

—P-Pero… ¿y si no alcanzamos a marcharnos? —expuso su pregunta con sus labios temblorosos, formando un pequeño pucherito. Un pucherito que  Jaehyun no resistió en besar.

Comenzó siendo un mero roce entre sus labios, pero que no tardó en transformarse en un calmado y dulce beso, del cual ninguno de los dos quería escapar.

Doyoung cerró sus ojos, entregándose por completo a la enorme paz que le trajo el besar a su alfa. Posó una de sus manos en la apenas rasposa mejilla de  Jaehyun, mientras sentía como las manos ajenas bajaban por su cuerpo hasta quedarse en su cintura.  Doyoung experimentó una leve corriente atravesarle la columna vertebral, una que apareció cuando sus lenguas colisionaron, encontrándose luego de tanto. 

Oh,  Doyoung necesitaba tanto de aquello. No podía creer que habían estado tantos días sin besarse, sin saborear los labios del otro, sin juguetear con la lengua del otro. Era increíble como un beso de su alfa lo cambiaba todo.

Y continuaron besándose con afán, deleitándose con fervor por aquel húmedo contacto entre sus bocas. Ambos se negaban a separarse, sin embargo tuvieron que hacerlo al quedarse sin aliento, rompiendo el beso tras un chasquido.

—No quiero que te preocupes, mi vida, alcanzaremos a marcharnos lejos de aquí si descubren mi ubicación —tranquilizó  Jaehyun, luego de recomponer su irregular respiración.

—¿Cómo lo sabes? Es que el sueño que tuve ha sido muy realista, ¿y si es algo así como una señal o una premonición?  

—A ver, cuéntame.

Y  Doyoung le contó la pesadilla tal y como la recordaba, sin omitir ningún detalle, poniéndose a llorar devuelta cuando llegó a la parte en la que encontró a  Jaehyun muerto en el baño de esa misma habitación. Y ni hablar de cuando su cachorrito recibió aquel disparo.

Jaehyun lo contuvo entre sus brazos de nuevo, dejándole llorar sobre su pecho.

—Ya está, bebé, calma. Nada de eso pasará —aseguró este—. Si ese sueño fuese una muestra del futuro déjame decirte que no tiene mucha concordancia. En primer lugar, el perímetro esta monitoreado, si alguien sospechoso se acerca lo sabré con anticipación. En segundo lugar, sabes que tendremos guardaespaldas, ¿dónde se supone que están en tu sueño? Y, por último, si no sentiste ningún tirón en el cuello avisándote que yo estaba en peligro quiere decir que no tenías mi mordida, ¿y tú piensas que yo dejaría pasar tantos meses sin marcarte?

Jaehyun escondió su rostro en el cuello del menor y respiró hondo, sonriendo al olfatear el precioso aroma de su bebé, ese que tanto amaba combinado con el olor que anunciaba un nuevo ser en su interior. Mordisqueó un poco la sensible piel del cuello de su omega, justo donde iría la tradicional mordida.

—Muérdeme —gimoteó  Doyoung, ladeando su cabeza, mientras un leve espasmo le recorría el cuerpo entero.

—Oh, claro que lo haré —mencionó  Jaehyun decidido, con su voz algo ronca debido al deseo que había adquirido de pronto su ser.

Buscó unir sus labios una vez más, y en su segundo beso de la noche  Jaehyun escabulló sus manos debajo de la camiseta del menor. Acarició la tibia piel de su espalda baja, y tras romper el beso, le quitó la prenda.  Doyoung hizo lo mismo con él, dejando a ambos con el torso desnudo.

Sin perder ni un segundo más, volvieron a besarse, esta vez con más intensidad, con más pasión, con más deseo.

sublime dominación ; jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora