𝑻𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂

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—¿A dónde vas? —preguntó Doyoung en un gran estado de somnolencia. Acababa de despertar, notando que estaba solo en la cama. Le llevó tres segundos vislumbrar al alfa de pie frente a un espejo, acomodándose la corbata. 

—Tengo que recibir a algunas personas —comunicó, su voz sonando medio rara, y, luego de una breve pausa, estornudó, cubriéndose la nariz con el brazo por puro reflejo—. Mierda —masculló al darse cuenta de lo que hizo.

La manga de su traje había sido manchada por sus mocos. Definitivamente, no le había hecho nada bien tomar tanto frío anoche. Gruñó, comenzando desvestirse con prisa. Buscó otro nuevo traje, el cual se lo colocó con poca paciencia. 

—Estaremos en mi estudio resolviendo algunas cuestiones. En unas horas me liberaré y cuando vuelva quiero verte estrenando algunos de mis regalos —volvió a hablar, volteándose para señalar un cúmulo de glamurosas bolsas de marcas mundialmente reconocidas. También había unos que otros paquetes.

Doyoung pestañeó consecutivamente, admirando todos aquellos presentes que ocupaban un mueble entero.

—¿Todo eso es para mí? —mencionó sorprendido.

—Sí… —sorbió los mocos, mientras se ajustaba el saco—. Me habría encantado llevarte a conocer a algunos famosos diseñadores, que te probaras algunos de sus innovadores diseños y que los desfilaras para mí. Pero dado que ya no podemos salir me limité a esto. La mayoría son trajes exclusivos, modelos para omega varones que se estrenarán esta temporada. Ahora son tuyos y quiero que, al volver, los desfiles para mí.   

Dicho eso, y habiendo terminado de acomodarse otra vez la corbata, se acercó al omega sentado en la cama. Pensó en darle un beso en los labios, sin embargo, vaciló. Si estaba a punto de enfermarse, no quería contagiarlo. Así que sólo le besó la mejilla.

—Oh, y no solo quiero que los trajes sean desfilados, sino que también la lencería —agregó el alfa en un tono coqueto, ocasionando un ligero tinte rojizo en los pómulos del menor, quien sonrió y asintió.

Aquel sería un día entretenido, pensó Doyoung. Muy entretenido.


•••



Jaehyun estornudó una vez más. Tomó su caja de pañuelos y sacó uno para sonarse la nariz, la cual se encontraba levemente enrojecida. A decir verdad, no se sentía del todo bien, sin embargo no era nada que no pudiera soportar.

—Siento que lo mejor sería que ahora descanses, Jae —sugirió el omega—. Yo podría cuidar de ti hasta que te sientas mejor… Podemos hacer esto después…  

—No hay después. Para mañana ya tengo preparado algo más, y para pasado también. No hay más tiempo. Además, no es nada, estoy bien. Son sólo estúpidos mocos.   

Doyoung suspiró, no muy convencido. Adoraría atender a su alfa mientras se recuperaba de su prematuro resfriado. Le prepararía una humeante taza de té y luego, quizá, se acurrucaría a su lado dentro de la cama para ver alguna serie o película. Aquello no sonaba nada mal.  
   
Pero no, allí estaba, mostrándole al alfa como le quedaban aquellos bonitos y deslumbrantes trajes Gucci. Eran todo un sueño, y le quedaban perfectos. Más de una vez le escuchó decir a  Jaehyun lo hermoso que era y lo mal que se sentía por no poder llevarlo a ningún evento para que luciera uno de esos trajes junto a él.

Jaehyun habría estado tan encantado de presumir a su omega frente a sus conocidos y no tan conocidos, que odiaba el hecho de tener que resignarse ante la idea.

—¿Y si mañana te despiertas sintiéndote peor? No, prefiero que comiences a cuidarte ahora.    

El alfa bufó.

—Bien, no más trajes. Pero quiero verte en lencería. Báilame, móntame y luego dejaré que me cuides —decretó, dejando al omega no muy conforme.  Doyoung se cruzó de brazos, cargó todo su peso en una sola pierna y elevó una ceja—. El que manda aquí soy yo. Obedece o te castigo.

Un suspiró se resbaló de entre los labios del omega, quien, no muy convencido, asintió. 

—Lo haré, pero luego descansarás y no te moverás de la cama hasta que yo note que estés mejor —intentó negociar este.

—¿Mejor? Pero si no es nada. Estoy bien. No tengo fiebre, ni me siento indispuesto. Mi vida no se va a detener por una leve congestión nasal —objetó  Jaehyun luego de rodar sus ojos.  

—Puede que ahora no te afecte tanto, pero…

—Pero nada, bebé, complace a tu alfa.

Doyoung resopló.

—Bueno…

—Así me gusta, ve a cambiarte —le ordenó  Jaehyun, quien se levantó de su sitio en la cama para servirse un trago de whisky.

—¿Cambiarme? Pero si lo que quieres lo tengo aquí debajo —habló  Doyoung en un tono seductor, esbozando una sonrisa coqueta, mientras sus dedos se encargaban de despojarse de la elegante ropa.

El alfa sonrió con complacencia, vertiendo el licor de la botella en un vaso de whisky.

—¿Qué canción quieres que te baile? —preguntó el menor cuando terminó de desvestirse, exponiendo por completo su sensual atuendo de lencería.   
        
—Me preguntas como si yo conociera las canciones que traes —contestó el castaño, sujetando el vaso entre sus dedos al tiempo que volvía a tomar asiento en el borde de la cama.           
        
Doyoung rió, buscando el CD entre sus cosas. Al encontrarlo lo llevó directo al reproductor de música.

—You can leave your hat on será —dijo.

En definitiva, aquella era una de las mejores canciones para desarrollar con astucia y sensualidad un sublime striptease. Y eso mismo se encontró haciendo el omega cuyos ojos teñidos del verde más puro rebosaban de un especial y sin igual brillo de deseo, delatando toda aquella lujuria que había adquirido su ser.

Su ágil y deseable cuerpo se movía con verdadera lascivia siguiendo el ritmo sensual de aquella deleitable melodía que resonaba en cada recóndito rincón de la inmensa y pintoresca habitación que pertenecía al alfa que, desde la comodidad de su cama lo observaba expectante con un vaso de whisky en una de sus manos.

Doyoung ejecutaba su baile obsceno con la seguridad y la confianza estancada en su mirada, cautivando por completo a su único espectador.

Comenzó a despojarse de cada prenda que ocultaba su blanquecina piel, haciéndolo con elegancia, sutileza y una exquisita lentitud que producía en  Jaehyun aquellas increíbles ansias que lo obligaban a soltar unos que otros gruñidos.

Lo único que ahora cubría el cuerpo del menor era la delicada pieza de encaje de aquel verde pastel que hacía tan sólo horas su daddy le había regalado junto con aquellas medias blancas y aquel conjunto de ropa que ya descansaba sobre el suelo.   

Doyoung se mantenía de espaldas a Jaehyun, pues pretendía que la atención de este permaneciera sólo en su bonito trasero, el cual lo movía de un lado hacía el otro, meneando sus caderas al ritmo de la música.

Sus traviesos dedos empezaron a juguetear con la verdosa tela que, por cierto, no dejaba nada a la imaginación. Y con la misma sensualidad y elegancia, comenzó a deslizar la prenda por sus piernas, dejando la piel de sus nalgas completamente expuesta. 

Para aquel entonces, la excitación ya se reflejaba en los
ojos de  Jaehyun, quien ni siquiera podía apartar la mirada del penetrable trasero de su pequeño bebé. Ansió otorgarle unas buenas nalgadas, pero prefirió contenerse y quedarse allí, en su lugar de espectador, mientras bebía un sorbo de su vaso de whisky.

El ambiente ya era gobernado por la imponente oleada de feromonas que el alfa se encontraba emanando. Un embriagador y fuerte aroma que le anunciaba al omega lo excitado que éste estaba.

Doyoung apartó con su pie la prenda que le dio lugar a su desnudez y continuó meneando sus caderas tan eróticamente como podía, percibiendo el modo en el que su húmeda entrada comenzaba a gotear. Decidió echarle una miradita a su daddy por encima de su hombro y sonrió con altivez cuando vio lo que anhelaba ver. Un gran bulto en sus pantalones. Un bulto duro que era merecedor de su atención.

Sin embargo, todo su esfuerzo por complacer y envolver de deseo a  Jaehyun se estropeó en lo absoluto cuando, desde el exterior de aquella mansión, un resonante tiroteo arruinó su erótica función.

El espanto dominó totalmente a  Doyoung, provocando que su visible erección bajara súbitamente. No hizo falta siquiera que el castaño se lo ordenara, él corrió a vestirse sin importarle nada.  

—Mierda —masculló  Jaehyun enfurecido, luego de haber abandonado con una extrema rapidez la cama, tomando firmemente un revolver que habitaba en el cajón de su mesita de noche—. ‘Ndrangheta —mencionó con desprecio cuando hubo echado un leve vistazo a través de una de las ventanas, asegurándose de no ser descubierto tras las cortinas.   

—¿J-Jaehyun? —el omega balbuceó a la espera de indicaciones. Sus facciones reflejaban todo aquel espanto que había adquirido por culpa de los disonantes disparos que lo atormentaron por completo. Tenía demasiado miedo, y el alfa apenas pudo olerlo. 

—Hay que marcharnos —decretó el mayor, quien mantenía su ceño fruncido, mientras se aproximaba a paso veloz hacia  Doyoung con la intención de tomarle de la mano y llevárselo con él—. Nos pondré a salvo, pero luego deberé irme del país. Doy por finalizada tu deuda,  Doyoung, volverás a ser aquel omega independiente que tanto añorabas.
  
El adolescente de ojos verdes tragó en seco, aturdido, dejándose llevar por el otro. Abandonaron aquella gran habitación, la cual ni bien atravesaron la puerta se toparon con un agitado, fornido y monstruoso guardaespaldas de Jaehyun, quien los sacó rápidamente de allí, conduciéndolos hacia el subsuelo con el propósito de dejar la residencia por una salida alternativa y secreta.

El corazón de  Doyoung latía con fuerza. Estaba tan asustado de lo que podría pasar. El miedo lo turbaba, sin dejarle pensar con claridad. No quería que aquel fuera el final. No quería separarse de  Jaehyun tan bruscamente. No quería quedarse. No quería volver a casa. Su omega interior se encontraba a flor de piel, implorándole que permaneciera al lado de su alfa.  

Y entonces lo supo, no podía quedarse. No podía dejar que su omega muriese lentamente de tristeza, no podía dejar que su cachorro padeciera su sufrimiento. No podía dejar a Jaehyun.

Doyoung clavó sus pies en el suelo, irrumpiendo de repente la veloz huida. El alfa volteó a verlo, tan enojado y confundido a la vez que no supo cómo reaccionar. 

—Quiero ir contigo —la expresión dura del alfa se suavizó ante aquellas palabras de  Doyoung—. No importa a dónde vayas, sólo llévame… por favor. 

Y por un minuto, sólo por un minuto, Jaehyun olvidó absolutamente todo lo que ocurría a su alrededor. Todo aquel peligro que corrían se deslizó a un segundo plano, transformándose en un asunto que podía esperar. Realmente podía esperar si se trataba de aquel omega de adorables rizos, deslumbrantes ojos verdes y seductores labios escarlata.

Por supuesto que un enorme clan mafioso de la ‘Ndrangheta queriéndolo asesinar por traición no era obstáculo para detenerse a contemplar con un atisbo de enternecimiento a la criatura que tenía frente a sus ojos, costándole trabajo asimilar lo que este mismo acababa de decirle.

—Creía que… —Jaehyun comenzó a decir, luego de salir de aquel corto lapsus de tiempo.

—Sí, te odio y no te soporto… p-pero… y-yo… —el omega titubeó, no encontrando la valentía ni las palabras para expresar lo que en verdad sentía—… Jaehyun… yo… tú…

—¡Cuidado!

Doyoung se alarmó ante aquel desgarrador grito del guardaespaldas, seguido de un aturdidor disparo que no tardaría en acabar con la vida de uno de ellos.

La respiración se le cortó. Lágrimas llenaron sus ojos mientras su cuerpo entero flaqueó, impactado, lleno del más puro sentimiento de terrible conmoción por lo que acababa de suceder.

Un alfa cayó. Otro disparo se oyó. Oscura sangre se escurría entre las baldosas del suelo. Y otro cuerpo más se derribó.   

Desesperado por el miedo, Doyoung sollozó angustiadamente, observando con espanto la siniestra y sangrienta imagen de aquellos dos alfas tendidos en el suelo, al parecer, sin rastros de vida. 

—¡Vamos,  Doyoung, hay que correr! —exclamó el castaño, alterado, quien, con su revolver, había asesinado al alfa enemigo.

Tomó de la mano al omega y lo arrastró consigo, corriendo lo más de prisa posible hasta alcanzar el subsuelo. Ingresaron al mismo por una abertura secreta que poseía una pared y descendieron hasta llegar a los túneles.
 
Después de un par de estornudos, una gran compuerta se abrió cuando Jaehyun colocó con cierta dificultad una clave de seguridad. En aquel escondido sitio parecía solo haber autos estacionados. Autos en muy buen estado. Sin embargo, tras una presión en el sitio indicado, una de las metalizadas paredes se deslizó hacia un lado dejando a la vista un cuarto repleto de armas de todo tipo.

Jaehyun sorbió los mocos y se adentró en este, tomando con prisa una metralleta, una pistola calibre 22, munición para ambas armas y unas llaves de auto.

Salió de alli, acercándose al omega para tenderle la pistola. Hipando,  Doyoung titubeó, dando un paso hacia atrás.   
   
—Es solo por si acaso —le informó Jaehyun—. Vamos, bebé, ahora solo somos tú y yo. Necesito que estés armado.

—N-no sé u-usarla —tartamudeó el omega, nervioso.

—Apuntas, quitas el seguro, disparas —comunicó el alfa, mostrándole con rapidez como era el asunto antes de dejársela en sus manos—. Vamos —agregó, luego de darle un cálido beso en la frente.

Sin perder más tiempo, se metieron dentro de uno de los tantos autos. Jaehyun dejó la metralleta descansando en el asiento trasero junto con toda la munición. En realidad, si todo salía bien, no habría razón para utilizarla. Pero siempre era mejor ir preparado, pues nunca se sabía si en algún momento todo se podría llegar a complicar.

Jaehyun arrancó el auto, avisándole a su omega que debía colocarse el cinturón. Este obedeció sin replicar, sintiéndose un poco más aliviado al saber que ya estaban alejándose del peligro. Sin embargo, y a pesar de aquello, no pudo evitar volver a romper en llanto una vez más.

No quería tener entre sus dedos un arma, quería tener a aquel peluche que solía abrazar con fuerza cuando tenía miedo al estar viviendo en la calle. Percibir bajo su tacto la frialdad y la solidez de aquella pistola le daba escalofrió, mucho más al imaginarse con ella apuntándole alguien. No sería capaz, él lo sabía. Carecía de atrevimiento para dispararle a alguien. No serviría para defender al alfa o defenderse a él mismo; el miedo lo paralizaría. Sería una completa decepción para Jaehyun, le fallaría, y aquello solo hizo que su llanto se intensificara.

Jaehyun, sin quitar la vista del frente, llevó una de sus manos al muslo del azabache, comenzando a darle leves caricias con su dedo pulgar.

—Calma, bebé, todo va a estar bien. Deja el arma en la guantera, quizá, ni siquiera la necesitaremos —dijo este, tratando de que su voz sonara lo mas tranquilizadora posible

Doyoung asintió, sollozando, limpiándose con el dorso de una mano las lágrimas. Hizo lo que Jaehyun le dijo, sintiéndose aún más aliviado al haberse despojado de aquella arma. 

—Tengo que hacer una llamada, pero antes necesito que me digas si es verdad lo que me has dicho antes… —dijo, deteniendo el auto al finalizar aquel estrecho e iluminado túnel—… ¿tú… quieres venir conmigo? —preguntó temeroso, mirándolo directo a los ojos.

El omega tragó saliva y sorbió los mocos.

—Yo… mh… s-si.

Los ojos del alfa brillaron.

—¿Estás seguro? ¿Muy seguro? ¿No te arrepentirás después? Mira que una vez tomado el avión no hay vuelta atrás.
Doyoung se mordió el labio inferior, nervioso, pensándolo una vez más. Bajó la mirada a sus manos. Sus dedos jugueteaban con aquel especial anillo que Jaehyun le había dado. Su anillo de compromiso. Pronto su mirada viajó a su abdomen, y entonces pensó en su cachorro. No podía quitarle a Jaehyun el derecho de saber sobre su propio hijo. Ya no quería que fuera un secreto, quería contárselo. Deseaba que su alfa lo acompañara en su embarazo, que fueran al fin una pareja oficial y formaran una bonita familia.

Ya no importaba en que parte del mundo sucedería.

—Quiero ir contigo.       





sublime dominación ; jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora