𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒕𝒓𝒆𝒔

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Jaehyun se mantenía quieto en su lugar, totalmente lastimado de modo emocional. Su gélida mirada no se apartaba de aquellos ojos que no parecían ser poseedores de piedad. En su semblante se hallaba plasmada la expresión más dura que fue capaz de dar, llena de resentimiento, de rencor, de insensibilidad.

No podía creerlo. No, no era posible.
Mierda.

Su corazón se rompió por segunda vez. Doyoung se lo arrancó del pecho y lo estrujó hasta destrozarlo, sin mera gota de compasión. Los miles de trozos acabaron en el suelo, distribuidos por doquier. Y  Jaehyun había perdido la fuerza tras el ataque, quedándose sin ánimos, sin ganas de ir tras los trozos para unirlos todos y repararse así mismo. 

Así que decidió quedarse sin corazón. Después de todo, ¿De qué le serviría tenerlo consigo de nuevo si podría volver a romperse con tanta facilidad?

Él no estaba para seguir soportando estupideces de un inmaduro omega que prefería seguir arruinando su vida con jodidos narcóticos, eludiendo la realidad, en vez de enfrentarla. Él no estaba para soportar que  Doyoung hiciese con él lo que le viniera en gana. No, claro que no.

El alfa bueno, compasivo y tierno se había acabado. ¿Doyoung no quería su cariño? Perfecto. Entonces, lo trataría como a otro de sus jodidos sumisos, y ya no habría vuelta atrás. Esta vez, no le importaría nada en lo absoluto.  Jaehyun lo dominaría y si este no cumplía, encantado lo castigaría, dándole la disciplina de la que carecía.     

—Bien. Si eso es lo que quieres, tomaré tu sugerencia —anunció con seriedad, conservando sorprendentemente la calma, mientras se disponía a desabrocharse el cinturón—. Espero y no te arrepientas de tu decisión. ¿Deseas que te trate como a los otros? De acuerdo, serás un ordinario omega más del montón —declaró fríamente con el cinturón en la mano.

Doyoung se alarmó, tensándose por completo, al pensar en que lo golpearía con dicho objeto sin piedad. Retrocedió asustado cuando el alfa se le acercó.  Jaehyun gruño, exigiéndole las muñecas. Solo entonces supo que su intención no era lastimarlo. 

Obedeció, poniendo sus manos juntas.  Jaehyun le ajustó sin problemas el cinturón a las mismas, dejándolas inmóviles. 

—A partir de ahora todo se hará a mi manera y si no te gusta, problema tuyo. Lo hubieras pensando mejor antes de hablar, porque tú has decidido esto —dijo, sin abandonar su estado de resentimiento, al tiempo que conducía al omega dentro del baño—. Ya no me dirás  Jaehyun. Daddy o nada. No te pases de listo, no me faltes al respeto, no me levantes la voz, ni me desobedezcas porque te castigaré. Y esta vez, va en serio. Harás todo lo que te diga hasta que decida que ha sido todo, y si tienes quejas te puedes retirar por la puerta cuando quieras. Pero te irás sin ningún centavo.

Doyoung tragó en seco, digiriendo aquella información. Ahora si que estaba realmente jodido. Pero, aunque no le gustara para nada, pensaba que aquello era lo mejor.
El alfa lo colocó con nula amabilidad de frente contra el lavado.

—¿De acuerdo? —dijo este, tomándole de la mandíbula inferior para que elevara la cabeza y lo mirara a traves del espejo.

—Sí.

—Sí, ¿qué? —gruñó  Jaehyun, apretándole un poco más la mandíbula, acompañando su pregunta con una repentina presión de cadera contra el trasero del omega, el cual le hizo soltar un involuntario gemido.

—S-sí, daddy —contestó abochornado, con sus mejillas tiñéndose de un tenue tinte carmesí.

Solo entonces lo soltó de su bruto agarre.  Jaehyun no desperdició ni un segundo en pasar sus desvergonzadas manos por la cintura del menor, buscando el botón del jean. Lo desabrochó, bajándole la cremallera y, de un solo movimiento, deslizó el jean junto con el bóxer por sus piernas, hasta quitárselo.

Le obligó a levantar sus dos manos sujetas por el cinturón, pasándolas por arriba de su cabeza, de modo que los dedos del omega quedaran a la altura del cabello del alfa. 

Jaehyun metió descaradamente un mano en la zona íntima del menor, haciéndole separar un poco más las piernas para que tuviera más contacto.  Doyoung se arqueó, reaccionando al instante ante el estimulante toqueteo de  Jaehyun, percibiendo los labios de este contra su cuello.

El alfa llevó dos de sus dedos a la boca del omega, quien los chupó de inmediato, lubricándolos con ímpetu. Pronto, esos dos mismo dedos se infiltraron en su interior, dándole el comienzo a la placentera tortura. 

El azabache se relamió los labios, cerrando sus ojos, tratando con dificultad de llenar por completo sus pulmones de oxígeno en cada respiro. Un tercer dedo se sumó a la magnifica danza que se desencadenó dentro suyo, excitándolo, endureciéndolo, dándole la bendita sensación de que se encontraba de pie en el mismísimo paraíso.

Pero todo eso se disipó lastimeramente cuando aquellos dedos abandonaron su sitio.  Doyoung formó un puchero de forma espontánea, mientras acariciaba como podía algunos mechones del cabello castaño del alfa. Abrió los ojos, observando el reflejo de  Jaehyun detrás de su cuerpo. Iba a suplicarle que hiciese algo, pero antes de siquiera abrir la boca para soltar las palabras, la erección de  Jaehyun se frotó entre sus nalgas, percibiendo como una leve corriente de electricidad le recorrió la espina dorsal.

El mayor se alineó, sin embargo, antes de empujar dentro, dijo en tono demandante:

—Quiero que me mires a los ojos mientras te penetro.

Doyoung asintió sin apartar su mirada.   

Sin más, sujetándolo de la cadera, el alfa tomó impulso y lo embistió hasta el fondo con total brusquedad, impactándolo sin rastros de suavidad. El rostro del omega se contrajo de dolor, haciendo su cabeza hacia un costado, rompiendo con aquel contacto visual.

—¡Mírame! —exigió  Jaehyun enojado, apretándole con más fuerza la cadera.

Doyoung emitió un ligero quejido, mientras obedecía para nada a gusto con la situación.

Fue entonces cuando, satisfecho por la obediencia del menor,  Jaehyun salió de su interior y volvió a entrar con la misma brutalidad, creando un sonoro chasquido cuando ambas pieles colisionaron.

El omega jadeó, adolorido, intentando no apartar sus ojos de la oscurecida mirada de su acompañante.

Jaehyun prosiguió con sus duras embestidas, asegurándose en todo momento de que  Doyoung no dejara de verlo. Se obligó a sí mismo a no sentir pena, ni preocupación por el estado de este. Solo ansiaba centrarse en su propia satisfacción, ahuyentando todo sentimiento de culpa.

El labio inferior de  Doyoung sufría de la semejante presión que ejercían sus dientes, en un intento de acallar los inevitables gemidos de dolor. Era demasiado. Pero, aún así, procuraba seguir con aquel tortuoso contacto visual, apretando entre sus dedos mechones del pelo del alfa siendo incapaz de medir la fuerza.      

Sus piernas le temblaban, debilitadas, sabiendo que no resistirían mucho más. Sus ojos se cristalizaron. Y cuando pensó que se desvanecería,  Jaehyun le permitió bajar los brazos y se apartó de su cuerpo, ordenándole que se colocara de rodillas frente él.

Totalmente exhausto y agitado,  Doyoung le hizo caso. Con sus piernas temblorosas se arrodilló y levantó la mirada, encontrándose con el pene del alfa apuntando en su dirección, siendo masturbado rápidamente por su dueño.
Y lo supo. No habría nudo en su interior esta vez. 

Doyoung cerró los ojos al momento exacto en el que la escancia de  Jaehyun se derramó completa sobre su rostro. Y no los abrió, sino hasta que un pulgar ajeno le quitó el semen que había aterrizado en uno de sus parpados.

Pronto, sus manos fueron liberadas y el alfa no tardó en arrojarle algo para que terminara de limpiarse.

—Límpiate bien y cámbiate. Dentro de veinte minutos te recogerán. Irás a comprar algunos trajes para ti. Esta noche tengo un compromiso familiar al cual me acompañarás. Por lo que, al volver, te prepararás como se debe. Siete y media pasaré por ti, y más te vale que estés presentable o recibirás veinte azotes en el trasero. ¿Entendido?

—Sí —murmuró  Doyoung al borde de las lagrimas, aún estando en el suelo.

Terminaba de quitarse el espesa sustancia blanca de la cara, notando que también había caído en su camiseta. Así que se la quitó despacio, conteniendo el llanto, mientras escuchaba el ruido de la puerta siendo cerrada. Hizo un bollo con la prenda y la arrojó lejos. 

Se levantó con cierta dificultad, tambaleándose hasta quedar de frente al espejo. Su imagen reflejada solo hizo que su estado empeorara. Un  Doyoung devastado, con el labio inferior demasiado hinchado y algo partido, con sus vidriosos ojos rojizos, le devolvía la mirada. 

Sus labios temblaron y las lágrimas se derramaron. ¿Era eso lo que quería?, ¿era esa su maldita decisión? Mierda, ¿por qué habría creído que no dolería tanto? ¿Por qué habría creído que sería una situación fácil de manejar? No era tanto por el dolor que le habían causado las embestidas, era algo más. Era un dolor mucho más profundo y agudo que provenía de su pecho, de su omega. Su omega estaba sufriendo. 

—¿Por qué eres tan débil? ¡Joder! —exclamó frente al espejo, hablándose a sí mismo con enojo—. Esto es lo mejor, así que resiste, mierda, resiste.

sublime dominación ; jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora