Charlotte

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Charlotte era la chica consentida del mundo. Tenía hermanos, sí. Pero eran mayores que ella. Ella era la más pequeña, y por lo tanto la última que quedaba en su casa. Sus hermanos mayores estaban estudiando lejos.

Aparentaba mucho que era la menor. Era pequeña, con cabello largo hasta la cintura colorado. Sus ojos verdes estaban rodeados por pestañas largas que ella no se molestaba en maquillar, en una carita redonda de muñeca.

Ella era inteligente, y había seguido los pasos de sus hermanos que se graduaron con honores de la secundaria. Era lista y siempre conseguía lo que quería. Pero eso cambio cuando llego al último año de la escuela. Al darse cuenta que las cosas que hiciera no le importarían a nadie, decidió dejar de ser la chica lista que era.

Siempre había sido popular. Un apellido conocido le había abierto grandes puertas. No está de más decir que junto a sus mejores amigas eran imparables.

Ese año Charlotte comenzó a beber más de la cuenta.

Iba a fiestas casi todos los fines de semana y a veces entre semanas. Sus padres no sospechaban nada. Una simple excusa de que iba a dormir con Cameron y Dylan y sus padres le sonreían dichosos.

Charlotte amaba la bebida, en especial el vodka. Estaba acostumbrada a su sabor, que al tragarlo ya no le quemaba. Lo amaba.

Aún tenía buenas notas, pese a que no se molestaba en tenerla. Ella sospechaba que los profesores les regalaban esas notas. A veces, Charlotte no creía que se las mereciera.

Hubo una vez, en una fiesta que se emborracho como nunca. Bebió y bebió hasta no poder más, y lo último que recordaba fue haberse desmayado.

Se despertó, y se encontraba en una cama. Se sorprendió ya que no recordaba haber vuelto a su casa.

Al incorporarse un poco más, se dio cuenta que las sabanas azules con cuadrados verdes que la rodeaban no eran suyas. Que la cama en la que estaba no era suya, y el chico que estaba al lado de ella no era ni siquiera conocido para ella.

Lo miro, y encontró a un joven de pelo oscuro, dormido profundamente a su lado. Lo reconocía, si, pero ¿de dónde?

Una imagen fugaz llego a su cabeza. Es su compañero de banco en la clase de Literatura, pero al estar enfrascada en su teléfono, jamás había escuchado su nombre. ¿John?, no muy de anciano, ¿Patrick? No, ni siquiera parecía tener ese nombre. ¿Brendon? Menos.

El chico abrió los ojos, unos ojos azules. Tan azules que parecían un pequeño océano.

Le sonrió maliciosamente.

–Charlotte. Que gusto verte. –

Despertando con un extraño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora