IX

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Hasta en el averno existen reglas


Durante el camino a casa ninguno de los tres dijo una sola palabra, yo más que nada por la maldita sensación de haber sido humillado. No quería hablar porque en cuanto lo hiciera ya no habría marcha atrás. Sería oficial que me habían visto besarme con ese idiota y tendríamos que tocar el tema si o si.

En un solo día había sentido más emociones que en el resto de mi año. Había sentido tanta preocupación y miedo al principio, ahora solo sentía mucho enojo y vergüenza. Sabía que no era normal pasar un rato tan amargo como el que había pasado yo. Estos eran sentimientos fuertes, sentimientos que debían ser procesados adecuadamente, a su tiempo, con días, no apenas con diferencia de horas.

Llevábamos no más de diez minutos en el auto y juro que la tensión en el ambiente se podía cortar con tijeras de preescolar.

Solo quería llegar a casa y tirarme en mi cama, despertar y enterarme que todo había sido un sueño, que Dios no existía, que Lucifer no era real y que en definitiva no había un maldito ángel de la guarda esperándome en mi maldita sala de estar, así como no había un estúpido ángel caído esperándome en mi estúpida escuela.

Por fin llegamos.

Shoto continuaba en silencio, con el rostro serio. Denki parecía querer romper con la falta de ruido y explotar en preguntas y comentarios respecto a lo que había sucedido hoy. Al menos le agradecía que fuera lo suficientemente considerado y me dejara mi tiempo para comenzar a hablar yo mismo.

Con cada segundo que transcurría me sentía más cansado e incómodo, cuanto antes terminara mejor.

Sabía que tenía que explicarles lo que había sucedido, no sobre el beso en sí sino sobre todo lo demás, sobre lo que había pasado conmigo desde mucho antes. Con las miradas clavadas en mi, sin pensarlo mucho tragué saliva y abrí la boca para comenzar.

— Vale, supongo que necesitamos hablar.

El bicolor asintió. Mi hermano se limitó a mirarme de arriba a abajo con los ojos bien abiertos.

— Izuku — susurró mi nombre en un hilo de voz. — Izuku — era una advertencia, Kami iba a llorar. — ¡Izuuuukuuuu! — sip, mi hermano se lanzó chillando con los brazos abiertos hacia mi, sujetándose con manos temblorosas.

— Kami, yo..

— ¡Estuve tan preocupado! — berreó entre llanto y mocos sobre mi hombro. — De verdad creí que no volvería a verte — Sniff. — Pensé que estabas en un lugar horrible, llorando y pidiendo ayuda.

Quizá no era el mejor momento para confesarle que estuve de lo más tranquilo platicando en un restaurante. Si, mejor eso me lo guardaba para cuando se calmara.

Ver a mi hermano aferrado de esa forma en mis brazos me hizo entender que yo no era el único que había sentido tantas emociones en tan poco tiempo. Ahí me di cuenta que no debía involucrarlo de más.

Denki no tenía nada que ver con que el Diablo y toda esa mierda estuvieran detrás de mi alma, el solo había tenido la mala suerte de que sus padres me adoptaran cuando niños. Por un segundo la idea de ser hermanos me pareció horrible por primera vez en toda mi vida.

— Kami, tranquilízate — le pedí con todo el cariño que fui capaz de reunir, a pesar de lo triste y culpable que me sentí de pronto. — Estoy bien ¿Ves? — me separé un poco de él para que pudiera observarme. — No me pasó nada. Lamento haberte preocupado tanto.

Denki me analizó con detenimiento mientras hacía un esfuerzo por limpiar sus lágrimas, sorbiendo su nariz.

— Entonces.. mfffff.. ¿Estás bien?

Your soulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora