Capitulo Uno

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Mean

Hoy he despertado con una sensación extraña recorriéndome internamente, como si de la nada me hubiese pasado algo que se queda en mi cabeza en forma de pensamientos que incluso son capaces de adueñarse de mi sueño, no permitiéndome dormir bien.

Pero he dormido bien y siento que puedo llevar un día lo más decente posible, sin permitir que nada ni nadie lo estropee en realidad.

Desperezándome, bajando ahora mismo de mi cama, sintiendo el calor de la mañana en este día de verano, recorro la distancia hasta la cocina donde me dispongo a prepararme un vaso de zumo de naranja fresquito, el cual sabe de maravilla en cuanto lo tengo listo, pasando por entre mis labios, disfrutando del sabor. Apoyándome en la encimera por un momento cierro los ojos, sintiéndolo como si todos mis otros sentidos despertasen de pronto, pudiendo incluso relajarme entre el silencio que me rodea en este apartamento en el que vivo ahora, desde hace algo más de un año, cuando superé todo cuanto sucedió y acepté el consejo de no vivir en lo mal que lo estaba pasando entre esas paredes, con tanto recuerdo a mi alrededor, viéndolo en cada lugar que pisaba.

Dejando el vaso para limpiarlo después me dispongo ahora a ir al cuarto de baño. Enciendo la luz, acercándome a la ducha para abrir ahora la llave del agua que cae adaptándose al cambio de temperatura de la misma, me dispongo a quitarme mi ropa que dejo a un lado para ya si entrar en la ducha.

El agua, con mover un poco para regular la temperatura, cae tibia sobre mi cabeza, mojando mi piel, relajando mi cuerpo de forma que quizá en algún momento me habría ayudado mucho, bastante más bien, no viendo ya la necesidad ni de pensarlo.

Enjabonando mi cuerpo, mi pelo también, pienso en ese momento de mi vida que cualquier cosa no es que me relajase sino más bien me molestaba, me hacia sentir mal, teniendo los recuerdos de lo que sucedió demasiado vivos en mi memoria y mi corazón.

Ahora, después de todo el tiempo cuanto ha pasado, no me arrepiento tampoco de las decisiones que tomé, como la de haberme mudado, cerrando el apartamento que compartíamos, no sabiendo bien que hacer en realidad con él.

Aclarándome todo el jabón, saliendo en cuanto ni un poco espuma queda, cogiendo la toalla con la que ahora me seco, tampoco es que pueda evitar sentir que alguna que otra vez, quizá más cuando voy a dormir o me despierto, o a lo mejor al volver a casa, ese sentimiento de soledad me invade.

Dicen, más bien Perth, que es normal porque no ha pasado tanto tiempo en realidad desde que pasamos de ser dos a ser yo solo. Incluso por Kanda, quien ahora está con su padre porque Itthipat consiguió un buen hogar para los dos, cerca de donde vivo ahora y con la ayuda de su familia y el trabajo que tiene, tiene lo necesario para cuidar de la pequeña.

Sigue eso si llevándola a la guardería que también cambié de ubicación, estando ahora a una calle de donde vivo y no tan cerca de casa como antes y no se hace tan cansado los momentos de soledad.

No por lo menos hasta que llego a mi apartamento, aunque si lo llevo lo mejor que puedo.

Terminando de secarme voy hasta mi habitación, sacando ropa limpia que ya me estoy vistiendo, preparado para salir y disfrutar un poco del buen día, así como también para hacer la compra de cuanto apunté en una lista. Cualquier cosa, hasta la más simple, es buena para distraerme y mantenerme ocupado y no darle una y otra vez vueltas a algo que el psicólogo al que fui dice que no es completamente culpa mía, ya habiendo asumido la que si es parte mía propia.

— Deja ya de darle vueltas a eso Mean —me pido a mi mismo —hace mucho ya de eso, no puedo vivir martirizándome por ello a diario otra vez.

Terminando de vestirme salgo de mi habitación, volviendo al baño donde permanezco los minutos que tardo en cepillar mis dientes, yendo ahora a la entrada donde me pongo mis zapatillas, cogiendo mis llaves, saliendo ahora de mi apartamento dispuesto a recibir al buen día que hace hoy con el paseo que tengo ya ganas de iniciar, siendo algo largo hasta el supermercado pero que vale la pena.

— Buenos días, Phiravich.

Deteniéndome, viendo al encantador anciano que a diario detiene su paseo para saludarme, sonrío, saludándole también y por supuesto con educación.

— ¿Hoy no está esa pequeña contigo?

— Kanda vive con su padre —explico aunque el hombre lo sabe, siendo que por la edad se le olvida —se que alguna noche la cuido yo pero tiene a su padre.

— Es un cielo de bebe —asiento porque tiene razón —ten un buen día Phiravich.

Repito sus mismas palabras, deseándole lo mismo, siendo ahora que si inicio mi camino hasta la parada más cercana, ahí donde se encuentra la linea que debo tomar para ir hasta donde tengo pensado.

Con el buen día que hoy hace incluso me atrevería a ir caminando, de no ser porque está demasiado lejos, aprovechando para disfrutarlo. Lo pienso incluso cuando llego a la parada, quedándome de pie dentro de la marquesina para ceder el asiento a dos señoras mayores que vienen casi al mismo tiempo que yo, las cuales me saludan con amabilidad antes de continuar con su conversación.

Viéndolas conversar tan tranquilas fijo mi atención en otro punto, en donde un matrimonio casi quizá de la edad de ambas mujeres, comparten un momento de cariño mutuo. Una pequeña punzada llega a mi corazón, intentando como sea no sentirme mal, tampoco pensar en lo que podrían ser recuerdos que volverían a mi si lo permitiese.

Por suerte llega la linea que debo tomar en cuestión de pocos minutos, subiendo hasta la última fila del mismo, sentándome, mirando por la ventanilla durante todo el trayecto, las cinco paradas que son por completo.

Durante el trayecto miro no solo por la ventanilla. Me fijo en todos los detalles como buenamente puedo, en cada persona, solitaria, en pareja, con niños, mascotas incluso, sin pensar demasiado en cada una de esas que veo. No es en realidad que sea muy lento el trayecto porque llegamos antes de que transcurran los veinte minutos, no siendo muchas personas más las que suben en cada parada, pudiendo bajarme cuando llegamos a la que tenia en mente ir para como bien dije ir al supermercado.

Bajando, mirando el edificio frente a mi, pienso por un momento en si entrar ahora o dar una vuelta por los alrededores y después de volver.

Me decido por lo segundo, desviándome del camino que me lleva hasta el supermercado para distraerme un poco más que nada. Paso a paso no me alejo, también me adentro en una especie de camino rodeado de espacios con césped, arboles, ideal para sentarse y pasar así un rato tranquilo a solas, con amigos o en pareja.

Por supuesto reconozco el lugar.

Este lugar en concreto, no siendo a propósito que estoy aquí en realidad, me trae recuerdos agradables, que aunque no debería recordar tampoco quiero olvidar, siendo buenos, bonitos, de cuando todo iba bien, al principio de esa relación que inicié con Plann al poco de conocernos, cuando ninguno pensamos en que algo sucedería hasta el punto de sucedernos.

Los dos eramos así de ingenuos, de enamorados, tan ciegos que no vimos venir lo que sucede ahora. Y aunque se que no debo culparme ni pensarlo demasiado, yo soy así y creo que por mucho que pasen las semanas, los meses, incluso los años, seguiré siendo quien y como soy.

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