Realidad

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PoV José Luis.

De repente la puerta se abrió. Mis ojos que estaban aún cerrados guardando aquel momento único con Altagracia, se abrieron como si de una catapulta se tratara. sin siquiera dejarme salir de la cama, allí estaba ella, mi nana. Malva me miró algo sorprendida por aquellos cabellos café que se encontraban debajo de la misma manta que ocupaba. Realizo un gesto bastante particular que me hizo reír levemente, pero en ese momento mi chica, se incorporó en la cama y puso cara de sorprendida, la abracé para que no se sintiera incómoda ni mucho menos preocupada. El hecho de que nos hubiesen descubierto la ponían de malas. Era cuestión de mirarla a la cara y darse cuenta al instante:

-Buenos días niño Luis, le traje su desayuno pero- miro a Altagracia y luego vuelve su vista hacia mi- al parecer tenemos una huésped nueva. Niño Luis, usted debería haberme dejado una nota en la cocina como lo hace cuando no regresa a la casa- dice ella algo avergonzada.

-Nana, no te preocupes. Anoche no me di cuenta- me paré de la cama y le di un abrazo. Alta que aún se encontraba en la cama se sentía avergonzada y sus mejillas se tiñeron de ese rosa tan fuerte que me volvía loco- ella es- susurre- ella es mi pequeña, Malva.

-Señorita, es un gusto conocerla. Permítame decirle que estoy tan feliz de que mi niño haya vuelto a abrir su corazón, pero estoy segura de que usted va a hacer un muy buen trabajo- Altagracia estaba tan colorada. Cubrió su rostro con sus manos- usted le hace bien. Cuídelo mucho, creo que ambos están destinados a estar juntos.  Ahorita me retiro y en un momento traigo lo restante para desayunar.

-No, nana. En un momento bajamos a tomar el desayuno. Nos alistamos y vamos- le digo- Te agradecería que preparas la mesa del jardín, presiento que será un gran día y como no disfrutar de esta maravillosa compañía.

-Como no mi niño, los espero.

Malva salió de la habitación y yo me acerqué lentamente a la cama. Ella y su cara de querer matarme era visible a leguas, pero la satisfacción de haber pasado la noche y tenerla cerca de mi borraron por completo cualquier situación que hoy se presentará. Incluyendo si ahora mismo mi chica me mataba:

-Eres un descarado, Navarrete ¿Ella sabía de mi? yo no debería estar aquí. Incluso te atreviste a hablarle vaya uno a saber que cosa- se levanta de la cama y comienza a dar vueltas de una punta a la otra.

-Altagracia ¿Te quieres calmar?- lentamente me acerco a ella- Tú estás donde deberías- tomo su rostro entre mis manos y le planto un delicado beso en los labios- aquí, conmigo- vuelvo a besarla- Buenos días pequeña.

-Buenos días guapo- ríe y achina los ojos- sabes, hace mucho no despertaba así.

-¿Así como?- la apego un poco más a mi cuerpo.

-Feliz- sonríe y es ella quien vuelve a besarme.

-Quiero despertar todos los días a tu lado si vas a estar así de feliz.

-No te apresures, Luis- acaricia mi mentón y mi labio con sus pulgares- debemos volver a la realidad.

-Mi realidad eres tú- la veo sonreír tan abiertamente que se me hincha el corazón de alegría.

-Ya, Luis. De verdad te digo, debo volver a casa, buscar a Regina. Debemos volver a trabaj...- la vuelvo a callar con un beso.

-Pequeña, no voy a dejarte ir, no ahora que te tengo aquí. No voy a dejar que mi chica siga pasando por aquel calvario- levanto una ceja y ella parece fría a mis palabras- tu hermana es muy pequeña para seguir atravesando este tipo de situaciones.

-Yo no soy chica de nadie. Yo soy mía, me pertenezco a mi- sonríe maliciosamente- que eso te quede claro siempre. Con respecto a mi familia, me he arreglado con situaciones peores, no debes preocuparte. Ya hiciste mucho por mi. Ahora me toca salir de aquí y resolver las cosas como se deben.

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