Tiempo Libre

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La velada fue agradable, la comida exquisita y la conversación fluyó natural entre los shinobis de la arena mientras la bebida hacía lo suyo.

El ambiente distendido contagió incluso al siempre imperturbable Kazekage, a quien se vio conversando y participando de aquella reunión.

Sin que nadie, o casi nadie, sospechara que, en realidad, había una razón mucho más poderosa.

Sentada, precisamente, a su lado; tentándolo; y completamente inocente al poderoso efecto que tenía.

Respondiendo a cada una de sus miradas furtivas; deleitándolo con algunos leves sonrojos y sonrisas; haciéndolo temblar como hace un rato.

En ese beso que no llegó a ser.

Esa menuda kunoichi se había vuelto todo para él.

Y aquel reciente encuentro, algo que no podría abandonarlo; y que lo cambiaba todo.

Estaba enamorado, y no necesito que nadie le describiera aquel sentimiento, porque el conocimiento llegó, se instaló y quedó en él como una verdad absoluta; irrefutable.

Así que ahora estaba ahí, compartiendo con el mundo, solo y exclusivamente porque aquello significaba ingresar a su mundo y compartir con ella.

Como si fuera una dulce obsesión.

Se separaron al salir del restaurante, Kankuro estaba pasado de copas, como alguno de los otros chicos y Gaara tenía que llevarlo de vuelta. Ella asintió y se perdió en la oscuridad de las calles de Suna.

- Gaara- habló su hermano mientras caminaban- estás cambiado, jamás te hubiera imaginado en una reunión así.

- Hmm.

- Ella te hace bien.

El menor se detuvo, algo avergonzado, provocando la sorpresa del mayor que casi no podía creer lo que veía.

- Necesito hablar contigo de eso- dijo Gaara.

***

El frío de la noche inundó sus sentidos, despertándola y dándole las fuerzas que le faltaban para recorrer las últimas cuadras antes de llegar a su hogar y finalmente descansar; no había parado desde que volvió de la misión.

Y como un escalofrió, su piel se erizó y varias presencias se hicieron notorias.

No estaba sola, y no eran aliados.

Enemigos.

- Byakugan.

Esquivó con gracia un kunai que se clavó en el suelo, y contó a quince enemigos. Demasiados para un combate en un área civil.

Redirigió su chakra a los pies y comenzó la carrera a los campos de entrenamiento, ese era el mejor lugar para un enfrentamiento.

Y no tuvo que dudar para saber que ella era el objetivo y el cliente era Hiashi y Hanabi.

Uno a uno esquivó los ataques, asestó algunos otros y continuó con esa frenética carrera.

Hasta que llegó, y ahora podría liberar todo su potencial.

La arena se abría amplia a su alrededor, lisa y relucía con un color algo azulado bajo la luna. No había donde esconderse y ella estaba ya muy acostumbrada a ese entorno; su hogar.

- ¡Juuken!

Sus gráciles movimientos dieron en todos los puntos necesarios para desarmar y dejar fuera de combate a los cinco primeros valientes que la enfrentaron.

La noche en el desiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora