Perteneces al desierto

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El sonido del metal encontrándose, rompiendo el aire; respiraciones fuertes; suaves y rápidas pisadas, era todo lo que cortaba aquel pesado silencio en la arena.

La tensión se sentía en el aire.

Y nadie se atrevía a mover salvo las dos mujeres que bailaban esa danza violenta y letal en el centro del lugar.

Ambas pertenecían a la misma familia, manejaban la misma técnica, y sus rasgos eran parecidos; sin embargo, aquellas dos personas parecían venir de mundos totalmente opuestos.

Esquivó el Juuken de Hanabi con rapidez y logró posicionarse a un costado de la chica.

- Hakke Kuushou.

La voz suave de Hinata tomó por sorpresa a la menor, que a duras penas logró proteger sus zonas más importantes, pero recibió gran parte de la ola de aire, obligándola a retroceder.

El contraataque no se hizo esperar.

- ¡Juushiwaza!

Las piernas de Hanabi concentraron el chakra necesario para golpear, en un movimiento que Hinata alcanzó a esquivar en último momento y eso le permitió sujetar la extremidad y golpearla en uno de sus puntos de chakra.

Y esa era la diferencia más grande entre ellas: Hanabi era fuerza, violencia, energía; sus movimientos eran precisos y calculados, limpios. Hinata, en cambio, era agilidad y destreza, sus movimientos eran livianos, elegantes y fluidos.

Ambas eran el reflejo de sus personalidades.

- ¡Juho Soshiken!

Los leones de chakra aparecieron en los brazos de Hinata, y Hanabi se preparó. Recibió aquel impacto con el único ataque que podría utilizar.

- ¡Hakkeshou Kaiten!

El cuerpo de Hanabi proyecto chakra en todas direcciones y giró, preparada para repeler a Hinata. Pero ella esperaba esa repuesta y estaba lista para asumir las consecuencias.

Era el precio para poder conectar su golpe en Hanabi.

Y el baile mortal entre ambas hermanas continuó.

Kankuro estaba en la primera línea, listo para intervenir cuando fuera necesario, al igual que otro Hyuga por el lado de Hanabi.

Gaara estaba más lejos, junto a Kakashi, en el lugar reservado para los Kages; con una calma contenida, a punto de explotar. El Hokage, sintiendo toda aquella tensión, lo miró de reojo, pero sin decir nada, y listo para detenerlo en caso de que decidiera intervenir.

Pero Gaara no iba a interferir. Esta era la pelea de Hinata y él había prometido estar ahí, acompañándola.

Este era su camino, y si ella no concluía esto, jamás sería feliz; y su corazón no sanaría.

Así que continuó observando aquel cruel combate, entre dos personas que jamás debieron ser enemigas.

Sudando, con la respiración entre cortada, los músculos adoloridos y varios puntos de chakra cerrados, volvió a su posición de defensa.

La sangre corría por su frente, sus brazos y su boca.

Hanabi, en iguales condiciones comenzó a perder la paciencia al no poder dominar aquel combate.

No se suponía que las cosas serían así.

Hinata no era fuerte.

Hinata era patética.

Hinata era débil y sumisa.

Hinata no poseía aquella mirada de determinación, ni valentía; ni mucho menos estas habilidades.

La noche en el desiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora