Preludio

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"Y cuando la noche cae, aquellos destinados a encontrarse, se miraron por primera vez; Hinata era la noche y Gaara el fuego del desierto; y aquello, el primer paso a la eternidad"

El dulce recuerdo de la noche anterior le erizó la piel, y le quitó el sueño por unas buenas horas luego de despedirse de su novio.

Novio.

Aquella palabra parecía irreal, de esas cosas que jamás pensó que podrían ocurrirle, demasiado alejadas de su universo. Pero ahí estaba, enamorada y perdiendo el aliento por el Kazekage de Suna.

Y pensar en todos los momentos vividos con él, en los últimos siete meses, parecía un sueño lleno de detalles sutiles.

Todo comenzó con una simple mirada; evolucionó con palabras y compañía; siguieron las caricias tímidas, convirtiéndose en suspiros y encuentros intensos; culminando en aquello que le quitaba el sueño. Sentimientos mutuos y promesas no dichas; implícitas.

Besos, abrazos, y alientos robados.

Como si hubieran estado destinados a encontrarse en este punto de sus vidas.

Porque a pesar de que se conocían, el tiempo no había llegado para ellos, y el amor nacía en los momentos; en el instante adecuado y con ritmo propio.

Y los había encontrado.

Sonrió, y se sonrojó de pensar que quería volver a sentirlo. Verse reflejada en aquellos ojos profundos, como si fuera la única, como si fuera todo. Sentirse abrazada de aquella forma posesiva y contradictoriamente libre, segura.

Y sujetar a aquel hombre tan dulce; a veces tímido, a veces audaz; decidido, valiente y entregado. Ese hombre que la había acogido, que la acompañaba y respetaba sus tiempos, y la sanaba en formas inimaginables.

Gaara la había enamorado de forma lenta, imperceptible; libre.

Lo quería, lo amaba y quería protegerlo; proteger aquello que juntos estaban descubriendo y construyendo.

Los primeros rayos de luz aparecieron por su ventana y ella supo que era hora de comenzar, tomó sus cosas y partió.

Necesitaba ajustar los últimos detalles de su plan.

Ansioso, salió de su habitación rumbo a la de Hinata; con la esperanza de que lo que había pasado la noche anterior hubiese sido realidad.

Que eran algo, y que podía reclamar autoridad sobre sus besos, sus abrazos, sus miradas y sus suspiros. Eran de él, y nadie más.

Golpeó su puerta y esperó, e inmediatamente notó que ella no estaba ahí.

No tardó mucho en encontrarla, solo bastó hacer memoria entre las cosas que ella le contaba para saber que estaría en el campo de entrenamiento del equipo ocho.

Y tal como predijo, Hinata estaba ahí, y la suave luz de la mañana la tocaba tenuemente, bajo el árbol en donde se encontraba ubicada.

Se acercó con calma, pensando que ella lo notaría, pero no fue así; la Hyuga estaba demasiado concentrada.

Se preocupó y esperaba que no fuera por lo que ocurrió con ellos el día anterior; no se podía retractar.

Por favor, no.

- Hinata.

Llamó su atención cuando estuvo lo suficientemente cerca, y ella giró su rostro hacia él sorprendida. Sonrojada y nerviosa.

Una pequeña sonrisa se asomó por los labios de Gaara al notarlo, y supo que ella no negaba lo ocurrido entre ellos.

Se relajó, un poco, porque aún no sabía como actuar en esa nueva situación.

La noche en el desiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora