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3 años después de la tragedia; Invierno.

- Hey... Roseanne – El frío de la mañana en la frontera suiza con Francia es bestial, el olor a café amargo y agrío, y el calor de una fogata hace más cálido el lugar. Rosé abre lentamente sus ojos, su cuerpo cubierto por un par de cobijas cubiertas de polvo y un par de sudaderas la resguardan de aquel frío clásico de invierno en las mañanas de Europa- Ya es hora de despertar, tenemos que volver al campamento sino Thomas se preocupará y enviará a todo un escuadrón en tu búsqueda.

Roseanne se incorpora lentamente, se sienta sobre el colchón donde pasó la noche entera, mejor eso que dormir en el frío suelo.

- ¿Revisaste si hay algo de comida en este lugar? – Responde al chico que estaba sentado frente a la fogata sirviendo un poco de café en una taza de metal.

- Si... - suspira - no había mucho, pero logré encontrar algo de medicinas, algunas de ellas no han caducado afortunadamente – le ofrece la taza a Roseanne y ella la toma, sorbe un poco del líquido de la taza y se levanta rápidamente del colchón.

- Dale la comida al caballo – ordena Rosé- Necesita energía para el regreso al campamento.

- ¿A dónde vas? – Pregunta.

- Necesito despejar el área Stott, no quiero sorpresas cuando abramos ese portón. - Rosé toma su mochila, su fusil de asalto y su arma preferida; el arco. Se cuelga su funda de armas y carga su revolver y la pequeña escopeta - Vuelvo en diez minutos, si no lo hago es porque está infestado de esas cosas.

Roseanne sale por la puerta principal de aquella cabaña en medio del bosque, a primeras instancias todo parece estar despejado. La luz y el escenario en blanco acompañado de árboles cubiertos por la nieve. Este lugar parecía ser un pueblo hace tres años, hoy todo ha sido consumido por la madre naturaleza.

A estas casas no es seguro entrar, algunas de ellas están al borde del derrumbe y otras más no hay nada interesante dentro de ellas. Rosé comienza a escuchar ruidos a lo lejos, se oculta detrás de uno de los grandes árboles, cuando:

- Maldita sea, estúpidos ciervos – Una manada de ciervos corriendo por el bosque. – Podría ir a por uno, pero me alejaría mucho, Sttot no sabe sobrevivir solo.

Roseanne regresa a la cabaña.

- Larguémonos de aquí Sttot – Dice Rosé mientras toma al caballo, Stott rápidamente toma sus cosas – Ven ayúdame a levantar el portón – Ambos ejercen fuerza para levantarlo, el ruido que hace el portón es estruendoso, al grado que se empiezan a oír que esas cosas se acercan.

- ¡HAY QUE IRNOS RÁPIDO! - Dice Stott. Ambos se montan rápido al caballo y salen a toda velocidad de aquel pueblo.

Logran escapar de aquella multitud de corredores hasta llegar al portón del campamento.

- Qué bueno que volvieron – dice Ich, un hombre de no más de treinta y cinco años que parece de cuarenta, él es el que está a cargo del cuidado de los caballos del campamento, no son muchos, pero sin él, estas criaturas no sobrevivirían – Thomas ya estaba a punto de mandar patrullas a buscarte.

- Si, lo importante es que ya estamos aquí – Dice fríamente – Gracias Ich.

Se alejan de aquel hombre, el gran campamento era anteriormente un resguardo militar, por lo que grandes murallas protegen esta ciudad construida por los supervivientes principalmente suizos, pero en tres años han pasado tantas cosas, entre ellas peleas y la creación de nuevas sectas que han buscado su propio lugar para mantenerse a salvo; el problema es que muchos de ellos se han vuelto bandidos, ya nadie está salvo ni en su propio lugar.

- Ve a comer algo – le dice Rosé a Stott.

- ¿No quieres ir conmigo? – le responde.

- No, tengo cosas que hacer, pero será en otro momento.

Roseanne camina por el campamento hasta llegar a la cabaña donde ella se refugia. Una pequeña cabaña en el fondo del campamento luce tan cálida, aunque por dentro está desordenada y sucia, una cama en el medio y un escritorio viejo a un extremo de la habitación no parece necesitar mucho para mantenerse a salvo. Roseanne se sienta en aquel escritorio, saca de uno de los cajones una pequeña casetera, dentro del mismo cajón múltiples casset de música, como si aquello fuese una amplia colección. Escoge uno de aquella gran colección, enciende la casetera y se coloca sus audífonos. Deja que el son de aquel casset de Jazz invada cada parte de su cuerpo, el sonido de los ritmos que parecen a temporales y los saxofones de fondo calmen por un momento el miedo que sintió de vuelta a casa, su lugar seguro.

Sin saber cómo ni en qué momento sus ojos se cerraron, hasta llevarla a un sueño profundo.

Es momento de viajar en el tiempo una vez más.

So what – Miles Davis.

Notre Jour Viendra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora