Ingresaron a la alcoba en silencio.
Si bien había tenido muchas amantes a lo largo de su vida, nunca había entrado al dormitorio de una dama soltera, a no ser que fueran sus hermanas claro estaba.
Ella podría ser su prometida y nada en el mundo lo cambiaría, pero eso no lo hacía menos indecoroso, escandaloso e indecente.
Si alguien llegaba y los encontraba, se desataría un infierno. El mayor escándalo de la temporada. Y no es que eso fuera importante, pero un escándalo de ese tamaño pondría en duda el honor y buena reputación de su futura esposa.
Lo mejor era estar seguros de que nadie los molestaría.
-¿Cerraste bien la puerta? -Le dijo en un susurro.
-Perfectamente, nadie nos molestará.
-¿No te asusta el estar a solas con un hombre?
-En absoluto. Confío en ti, ¿qué podrías hacerme? -Se encogió de hombros de manera despreocupada y se ocultó tras el biombo en su cambiador.
¿Qué no podría hacerte? Se cuestionó graciosamente el caballero.
No pudo reprimir la carcajada que se formó en su interior. De verdad que su futura esposa era inocente. Como la mayoría de damas de su edad y posición.
-¿Por qué te ríes? - Cuestionó ella curiosamente.
Siempre se había preguntado el porqué a la mujeres no se les hablaba tan abiertamente sobre la intimidad y los deberes conyugales, a diferencia de ellos.
Los hombres sí tenían permitido tocar esos temas con total libertad y no se veían obligados a esperar el día de su matrimonio para conocer de qué iba todo el asunto.
Tal vez eso evitaría tantos traumas en las féminas la noche de bodas, maridos insatisfechos y damas resentidas con sus maridos por tener amantes.
-Deberías tener más cuidado con eso, no sabes qué podrías encontrarte por ahí. -Dijo él con simpleza.
-Siempre he tenido cuidado, ¿recuerdas que me conociste en un bar de mala muerte?
-Demasiado insensata a decir verdad... -dejó la frase en el aire mientras inspeccionaba el dormitorio de su prometida. Bastante femenino.
Tal como lo recordaba de aquella vez que la había traído inconsciente.
El ambiente estaba bastante limpio y tenía ese particular olor en específico, era una de mezcla de flores y frutas.
Aunque ahora que lo pensaba bien, Elise nunca tenía un olor específico. Un día eran rosas, otro eran claveles, otro eran ¿manzanas tal vez?
Detuvo su andar por el lugar cuando se percató de que Elise al parecer había desaparecido.
-¿Dónde estás? -Intentó localizarla con la vista.
La escasa iluminación que suministraba una pequeña lámpara en la estancia no ayudaba.
-Aquí. -Observó como una de sus manos se alzaba sobre el biombo, indicándole el lugar donde se encontraba. -Me estoy poniendo más cómoda, de verdad que este vestido me está matando.
Thomas se acercó al lugar de manera silenciosa y pudo notar como intentaba forcejear con el vestido sin éxito. Quitárselo por cuenta propia no sería una tarea fácil.
-¿Necesitas ayuda?
La pelirroja dio un respingo en su sitio, ¿cómo se había acercado tanto?
Miró hacia ambos lados y no logró observarlo.
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Una Libertina Prometida
Ficção HistóricaElise Castilla es, secretamente, todo lo que NO se desea en una "señorita" de buena cuna: es rebelde, coqueta, siempre se sale con la suya, e incluso gusta de veladas nocturnas en lugares a los que se les acusa no están a la altura de las personas d...