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Solía verle por allí de vez en cuando y parecía que no vivían los dos en el mismo mundo

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Solía verle por allí de vez en cuando y parecía que no vivían los dos en el mismo mundo. El niño zombie no salía nunca de la villa, solo se ocultaba cuando había el más mínimo riesgo de que saliera un rayo de sol.

Sin embargo, en la aldea había alguien más. Un gigante tan pesado que parecía de hierro corroído por el paso del tiempo, de color negruzco y un aspecto monstruoso. A veces paseaba, como si imaginase que alguien más estaba con él, cuando realmente no era así. Otras, simplemente se peleaba con cualquier criatura que entrase en el pueblo y el pequeño zombie, que no sabía qué era lo que defendía, se quedaba mirando.

A pesar de que ese gigante de hierro negruzco lleno de enredaderas estaba tan roto que casi no podía ni andar, el niño nunca le atacaba. Se quedaba mirándole, preguntándose qué hacía allí todavía y lo más importante, por qué había algo familiar en el gólem que le impedía ser como el resto de zombies y atacarle.

Y es que el gólem, cada vez que pasaba junto al niño, hacía como si no existiese, como si sencillamente no pudiese ni verle. Seguía a lo suyo, dando cortas y pesadas zancadas, dejando rastros de óxido allá por donde pasaba. El niño no lo entendía, pero tampoco quería dejar la villa. Y eran demasiadas preguntas que, si existía algún tipo de respuesta, el niño zombie ya no la recordaba.

Pero fue ese mismo día lluvioso, en el que todo cambió.

El gólem peleó contra un grupo de creepers y esqueletos que ni siquiera habían entrado a la aldea para atacarle. Sin embargo, desde hacía mucho, él no soportaba la presencia de ninguna criatura en la villa y los ahuyentaba a todos. A todos, menos a él, por algún motivo.

Viéndole tan destrozado, postrado en el suelo y tratando de levantarse con mucha dificultad, fue que el niño zombie se atrevió a salir de donde estaba para socorrerle. Aunque seguía sin saber por qué sentía lástima por ese gigante tan hecho polvo, ni por qué quería protegerle.

El gólem se bastó solo, pero cayó de nuevo al tratar de levantarse y se quedó sentado. Y allí, el niño y él se miraron a los ojos. Y entonces, esa rosa llegó a manos del niño zombie, que al tenerla con él y ver los ojos tristes del gólem oxidado, recordó toda su historia, quién era y la promesa que hizo.

Y sintió como si sus propios recuerdos y los del gólem se mezclaran, como si todo, otra vez, volviese a tener sentido para los dos. 

 

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Lᴀ ʀᴏꜱᴀ ᴅᴇʟ ɢóʟᴇᴍ ᴅᴇ ʜɪᴇʀʀᴏ 「Minecraft」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora