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El niño se había quedado a las afueras del pueblo, solo durante bastante rato, hasta que, aprovechando que estaban todos reunidos con el vendedor errante, decidió ir a la casa del herrero

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El niño se había quedado a las afueras del pueblo, solo durante bastante rato, hasta que, aprovechando que estaban todos reunidos con el vendedor errante, decidió ir a la casa del herrero. Volvió a entrar con decisión y cogió varios libros sin siquiera pararse a mirarlos. Después de pensarlo durante un rato, decidió que haría caso a los únicos tres aldeanos que habían apoyado su decisión: el vendedor, el carnicero y el bibliotecario. Si su padre no le apoyaba, cosa que ya se esperaba, no podía hacer nada. Se había cansado de fingir y estaba dispuesto a intentarlo. Con ese oficio tenía la impresión de que todo sería muy diferente, ya de entrada le interesaba bastante más que el de su padre y su primer contacto había sido bastante bueno.

Por más que su padre insistiera y no lo aprobara, él estaba dispuesto a seguir adelante, aunque le costase más que al resto por no tener maestro que le enseñara. Pero eso le daba igual. Por fin tenía un propósito. 

Salió de la casa del herrero a paso firme. No se pararía en el pueblo, iría directo a las afueras y empezaría a estudiar desde ese mismo día. Aunque le había dolido, ese era el empujón que necesitaba.

Sin embargo, cuando pasó por una de las calles cercanas al centro, donde estaban todos, los niños le vieron y fueron hacia él, pero no se detuvo ni a saludarles. Los hijos de los demás aldeanos se juntaron con él, con la intención de hacerle mil preguntas todos a la vez. Pero el hijo del cartógrafo no tenía intenciones de pararse a contestar a ninguna de ellas.

—¿Y esa decisión que has tomado de repente? —preguntó uno de los hijos del pescador, el menor—. Pensaba que no te interesaba esto.

—¿Cómo es que te interesa este oficio? No parece que tenga... mucho de especial... —dijo el hermano mayor.

—Eso, ¿para qué quieres ser herrero si encima no hay maestro? —preguntó el hijo del agricultor.

El hijo del cartógrafo siguió andando, sin siquiera volverse hacia ellos, pero el resto de los niños no parecían entender que él y ano quería nada con ellos. Al final, eran igual que sus padres: demente cerrada, criticones y tercos como mulas. No iba a perder el tiempo explicándoles sus razones a ellos.

¿Qué más daba si no había maestro? ¿Qué importaba si a ellos no les gustaba ese oficio? Lo importante era que a él realmente le interesaba, que era quien lo iba a aprender al final. Y el hecho de que no hubiera maestro, no significaba que hubiera que dejar que ese oficio se perdiera para siempre.

Quería dejar de oír sus vocecitas criticándole, pero ahí seguían, no le dejaban en paz ni un momento. Estaba empezando a estar harto de ellos. Si de todas formas él no parecía formar parte del grupo, ¿por qué tenían tanto interés de repente en saber por qué había pensado eso? No les debía ninguna explicación.

—Y... ¿cómo supiste que era eso lo que te gustaba? —preguntó el hijo del carnicero de repente.

De todos los niños, ese junto con el hijo del albañil, eran quizá los más comprensivos. Pero su punto débil es que eran muy influenciables por el resto y sabía que, aunque tratasen de entenderle, el resto de los niños les acabarían metiendo todo tipo de ideas raras en la cabeza para convencerles de lo contrario. Y él, ahora que ya había tomado una decisión, no estaba dispuesto a seguir con ellos, que lo único que intentarían sería desanimarle.

Lᴀ ʀᴏꜱᴀ ᴅᴇʟ ɢóʟᴇᴍ ᴅᴇ ʜɪᴇʀʀᴏ 「Minecraft」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora