A diferencia de otros días, éste ha pasado notablemente rápido. Al igual que ha sido notablemente estresante. Últimamente la jefa-Veronika-me ha tomado como su secretario o algo parecido. Me pidió que llamara a unos contratistas, y les dijera palabras que no sé que significan, como “agregados monetarios” o “bien excluible”, si saber su significado fuera un requisito para vivir, horita estarían sepultándome a seis metros bajo tierra.
Olores dulzones, cultura británica y comercio son las tres palabras que describen el lugar en el que estoy justo ahora. La avenida New Hardford es un lugar digno de detenerse a respirar. Hay puestos de todo tipo de comida por aquí y por allá, aunque no toda es buena. Las chimichangas de “Flesley” causan dolores de estómago. Lo he comprobado con mi propio paladar. Las casas y construcciones por éste rumbo en su mayoría son rojas o anaranjadas, que hacen referencia al símbolo de la ciudad; los canarios Norwich. Son naranjas, y vuelan por la plaza de la ciudad como si fueran palomas invasoras. Los turistas dicen que Norwich aún tiene aires de la Edad Media.
Todo esto se ubica frente a la atracción turística más importante de la ciudad: el castillo donde vivió el rey Guillermo. A pesar de que después de ser una residencia se convirtió en prisión, ahora es un museo.
Cam y yo hemos quedado a ésta hora para ir a dar una vuelta a “RoughFlia”, a darle un vistazo a los discos. Cam es algo irónica, lo cual me agrada, y es divertida. No sé si se ha dado cuenta, pero tiene el don de hacer que digas hasta tu más oscuro secreto.
Odio ser impaciente. Han pasado apenas tres minutos desde que me paré en la esquina de la catedral y estoy tan aburrido que comienzo a contar los cuadros de la banqueta. Ocho, Nueve, Diez… En la baldosa número once veo unos zapatos que ya he divisado antes. Levanto la mirada para verle el rostro. Cam sonríe inocentemente.
−¡Sorpresa! –expresa. Lleva una blusa corta estampada con unicornios que le llega por arriba del ombligo−¿qué tal estás?
−Sobrevivo, eso es lo importante.
Levanta una ceja, pícara.
−Que profundidad, eres el suplente de Mario Benedetti−dice jugueteando, reímos mientras caminamos, “RoughFlia” está a dos cuadras.
“RoughFlia” es como una biblioteca de un condado, empolvada y antiquísima, pero en lugar de libros, está repleta de discos. Vinilos, Cd´s, películas con mensajes muy extraños, y otras cosas. Prácticamente sólo estamos nosotros, claro, y la mujer del mostrador. Tiene unos cuarenta años, su vestimenta es muy extraña. Lleva un sweter a rayas, lo sé, eso no es raro. Lo raro es llevar eso combinado con un sombrero tejano rosa. Y trae una falda de cuero, y sandalias con calcetines de rombos. Cam y yo intercambiamos miradas. Es como si un vaquero colisionara con un hippie. Un Big Bang.
Empezamos a curiosear la sección Country. Cam coge un Cd de “The Eagles”.
−Éste es su mejor Cd, deberías escucharlo, es un orgasmo auditivo.
No puedo evitar sonreír, estira la mano, y al intentar agarrarlo, le rozo la mano. Un toque casi imperceptible. En la portada del disco se lee “Hotel California”, muestra a los miembros de la banda a las afueras de un hotel.
−Entonces lo escucharé− digo yendo a la caja. Cam se queda observando más discos, mientras me acerco a la caja.
La mujer estrafalaria se levanta y me pega un buen susto al ver que trae una anaconda entre las manos.
−No te preocupes, le saqué los colmillos−dice riendo extrañamente. Su risa es como la de Sophie, pero más perversa. Hago una mueca−Bien, que tenemos aquí−me arranca el Cd educadamente−Buena elección.
Siento una punzada en el estómago. Suele sucederme cuando me siento incómodo.
−Bien, son siete con noventa y nueve−dice la mujer expandiendo los labios.
Pago y me dirijo a donde está Cam.
−¿Listo? –pregunta Cam, que se recarga en una estantería que dice “Brit-hop”. Oh mierda. Cam y yo nos miramos petrificados. La estantería comienza a tambalearse, Cam intenta mantenerla en equilibrio, pero es como mirar a Godzilla atacando un edificio japonés. Cam es el edificio, y la estantería es Godzilla.
−¡Muévete! –grito. Ella lo hace.
Todos los discos caen casi al mismo tiempo. Es el equivalente a uno de esos mecanismos con fichas de dominó que empujas y no sirven de nada. La estantería choca con una mesa y queda totalmente inclinada. Parece que una mini bomba atómica explotó dentro de la tienda: discos regados por todo el suelo. Cam se muerde el labio y parpadea desconcertada. La mujer extravagante del mostrador sonríe de manera especial. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, se levanta bruscamente. Su mirada está llena de rabia. Intenta salir del cubículo del mostrador, pero su falda de cuero se atora con el broche de las puertas abatibles. Cam y yo intercambiamos miradas que interpretamos como “salgamos de aquí”. La mujer se desengancha y tenemos que salir corriendo. De repente, agarra la culebra y la avienta por los aires. Cam suelta un chillido. La viborilla le cae a los pies, me apresuro, abro la puerta principal, y salimos corriendo hasta donde nos alcanzan los pies. La mujer grita “Hijos de puta”.
Hemos corrido ya tres cuadras, no hay rastros de la mujer lagartija. Nos detenemos en una esquina donde hay una tienda de mascotas. Ambos inhalamos y exhalamos como si tuviéramos asma y hubiéramos olvidado nuestros inhaladores. Sin esperarlo, comenzamos a carcajearnos.
−Compraré un cuaderno especial, y anotaré “no llevar a Camille a tiendas de discos o lugares donde haya estanterías o libreros”−comento casi sin aire.
−Ahora jamás podré pasar por esa calle…y tú tampoco−sonríe perspicaz.
Pensé que lo de las monjas con Sophie iba a ser la locura más grande que iba a vivir en mi vida. Pero suelo equivocarme todo el tiempo.
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Hola queridos lectores, Yahaira y yo queremos pedir disculpas por estar inestables estos últimos días, pero les informamos que nos pondremos al día. Saludos y gracias si llegaste hasta éste punto. Besos y mucho love 7u7.
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Something Of Love
Teen FictionTodos estamos preparados para nuestro destino. No hace falta cuestionar como. Sino con quien. Edvard y Camille no saben que sus caminos necesitaban cruzarse desde hace tiempo. Sin embargo, siempre hay piedras en el camino, ¿podrán soportar ésos obs...