Capítulo 9.~Edvard.

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-Hey-la saludo-. Entonces es verdad ésa metáfora sobre que el mundo es muy pequeño.

Ella responde sonriendo sutilmente.

-Vaya-suspira pero con una sonrisa-no esperaba volver a ver al chico que me salvo en la mañana.

-En realidad sólo te salve en referencia a los billetes, porque lo del tipo ése no fue precisamente una ayuda−le digo cruzando los brazos-fue simplemente una coincidencia.

Se ve reluciente, bueno, por la mañana parecía una dulce niña de ¿qué? ¿16,17?, en cambio, ahora resalta, es como si sacara lo mejor de ella.

Sonríe plenamente.

-Cierto, pero aun así esa "coincidencia" me salvo-se mueve lateralmente para hacerme un espacio. Y luego apaga el cigarrillo. Aplastándolo con la punta de uno de sus zapatos de piso-. Y ahora, dime, ¿por qué quieres morir?-me siento a su lado-quizá pueda ayudarte.

-Bueno, además de que ésta fiesta es más aburrida que un Bar Mitzvah, puedo decir que me refería a morir literalmente-lo medito por un instante-. Aunque sería bueno morir cuando las cosas se ponen mal, y luego resucitar cuando todo se arregle.

Se queda en silencio pensando en mi respuesta con la mirada fija en el césped.

-Okey-dice por fin-. Pero debe haber una razón para querer irte de éste mundo- agrega ampliando los brazos, señalando nuestro alrededor-. Y luego, regresar, ¿qué es lo que quieres que te importa pero de igual manera molesta? - pregunta aun mirando el césped. -Siempre hay un porque- pronuncia, ésta vez mirándome a los ojos. Son cafés y muy claros, me transmiten indescifrable. Como una clave morse.

-Bueno, mis padres acaban de tener una discusión en la cocina, y no es de las buenas. No me interesa que lo hagan, su relación se fue por el caño hace mucho tiempo- su mirada se fija en cada palabra, me escucha- Sólo que... podré fingir que los odio, pero me gustaría que todo fuera como antes.

Su rostro cambia, aparta los ojos y mira al otro lado del jardín, a la calle.

-Disculpa, te acabo de conocer, lamento haberte incomodado con mis problemas.

Giro sobre mis propios pies hacía el salón principal, cuando algo me roza el hombro. Es ella, su mano es tan delicada que muy apenas percibo su contacto.

-No lo tomes así, es que no supe que contestarte. No tengo experiencia con las discusiones entre padres.

Sus ojos agarran un brillo diferente, sentimental.

-Mi madre murió cuando yo tenía seis años, mi padre me ha cuidado desde entonces.

Y ahora, soy yo el que se queda sin palabras.

-De verdad lo lamento, lo que pasa es que estoy acostumbrado a creer que soy el único que ha sufrido.

Y es verdad. Nunca pienso en los demás y digo cosas que por una razón, hacen que al fin abra los ojos, y vea los problemas de los demás.

-Bueno, no hay mejor manera de conocer a alguien que contándoles tus problemas-dice con una risa seca-. Dime Cam, Camille suena largo y tedioso.

-Yo soy Edvard, pero abrévialo a Ed.

Se le escapa una sonrisa cómica.

-¿Te estás burlando de mi nombre?

-No. No... es sólo que soy una gran fan del arte, y el autor de mi cuadro favorito se llama igual que tú, Edvard Munch.

Levanto ambas cejas.

-¿Y se puede saber el nombre del dichoso cuadro?-pregunto curioso.

-Te daré una pista- pone su cara entre ambas manos, al mismo tiempo que abre la boca, simulando un grito.

-Bueno... la he visto, pero para serte franco, no tengo ni una idea de cómo se llama.

-Bien, es "El Grito", de Edvard Munch.

-¿es en serio? ¿No es sarcasmo?

Ambos reímos, es una respuesta demasiado obvia, en el buen plan.

Hoy el cielo está despejado, las estrellas relucen alrededor de la luna. Lo que hace que Cam sea bañada por la luz de ésta. Es algo pálida, pero en el buen sentido.

-Por cierto- indica memorizando-. Hoy que te dejé el sándwich sobre tu escritorio vi dos cd's, pero sólo alcance a ver Insomniac de Green Day, el otro estaba debajo, ¿cuál era?, claro, si puedo saber.

-Era Stop the clocks de...

-Oasis- termina la frase entusiasmada.

-Me gusta escuchar toda clase de música, analizarla, y disfrutarla.

Hace un gesto con la cabeza, asintiendo.

-Deberíamos salir por ahí algún día, ir a una tienda de discos o algo- digo sin darme cuenta.

Se queda dubitativa.

-Suena bien, ¿tienes algo en que anotar?

Le muestro la muñeca.

-Espera.

Toma un bolso negro que ni siquiera noté que traía, saca un bolígrafo rojo, me remango una manga de la camiseta, y ella anota su número de celular mientras esboza una sonrisa diciendo:

-Esto es lo más cliché que he hecho.

-Me has leído la mente-es la verdad- Por cierto, mi sándwich favorito es el de atún.

No me paso por la cabeza que este trabajo fuera agotador. Son las doce de mediodía, y ya me ha tocado hacer seis cotizaciones. Lo único bueno es que no he equivocado a pesar de que involucra cálculos. Muy apenas me ha dado tiempo de respirar. Hoy si he traído la grabadora portátil, y un disco de Artic Monkeys, si tengo que defender un género musical además de la música clásica, ése sería el rock, de cualquier tipo. Las letras son tan profundas y llenas de significado que cuando estaba llenando una cotización me equivoqué y en una de las casillas escribí un pedazo de la letra de "R U Mine".

Tengo hambre. En la mañana sólo me dio chance de tomar un café, espero y Cam éste en camino con mi sándwich de atún. Luego de la charla, tomamos nuestros respectivos lugares, sirvieron pura comida con nombres raros y sabores irreconocibles. Pero no significa que no haya estado buena. Posteriormente, así de la nada, Cam ya se había ido. Mis padres se la pasaron con cara de perro durante todo el rato. ¿quién puede convertir un detalle tan pequeño en una gran discusión? Mi madre. Se enojó con mi padre por haberle ordenado la cita en su spa una hora después de lo que ella había dicho. Es tan dramático que podrían hacer un musical de Broadway y crear una categoría al Oscar llamada "mejor escena patética de todos los tiempos". Ellos serían los únicos nominados.

El elevador sube. ¿Cómo lo sé? Porque cuando pasa eso siempre hace el típico traqueteo. Se abre la puerta. Ahí está ella. Con su clásico uniforme.

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PD: foto de la cena en galería ;)

~Omar.

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