Capítulo 7

225 40 17
                                    

“—¡Hey, cielito!— Yuta, el residente del departamento ciento veinticuatro, siempre llama a su públicamente denominado «mejor amigo» de esa forma. Y es que en 1950, dos hombres sin parentesco no pueden ser mucho más que eso: buenos, buenísimos, amigos.

—¡Shh! ¿Estás demente? Si los vecinos te oyeran, nos lincharían— Por otro lado, Sicheng, quien entra por la puerta luchando para cargar con una bolsa de consorcio de peso considerable, reprocha ese comportamiento como si se tratase de una mala palabra.

—No creo que puedan contra ti— insinúa, sonriente. 

Sicheng cierra la puerta empujando con su espalda, mientras, Yuta se acerca a él en su adorable delantal y el cuchillo para carnes recién afilado. El recién llegado descansa la bolsa en el suelo y espera con los ojos cerrados el beso de bienvenida, como es habitual. 

—¿Por qué te tardaste tanto?— pregunta Yuta, abriendo la bolsa una vez terminó con los labios de Sicheng

No contestó al instante. Recordó, risueño, todo lo que había pasado. Mordió su labio inferior, incapaz de opacar su sonrisa.

—Es tu cumpleaños. Quería que fuese especial. Así que lo preparé yo mismo. Él era realmente salvaje, no paraba de moverse. Aún así, yo lo dominé. ¡Tendrías que haberme visto!

Yuta le miró, enternecido.

—Ya veo, muchas gracias— tomó el borde de la bolsa—. Va, te ayudo. Hay trabajo que hacer. Si no lo guardamos en el congelador se va a poner feo. 

Sicheng asintió y se reincorporó para seguir a Yuta hasta la cocina. 

A Yuta no le gusta lo dulce, por lo que harían pastel de carne con sus partes favoritas de la res: el cerebro y el corazón. ¡Es un día especial después de todo!”

Los mellizos abrieron los ojos de golpe. ¿Se habían quedado dormidos? Estaban agarrados de la mano, tumbados en el suelo del centro de una habitación cubierta de la sangre que ellos mismos derramaron. Los cuerpos de Sicheng y Yuta se estaban descomponiendo más rápido de lo usual, siendo que ya se encontraban verdosos y en los huesos. Y hasta larvas de moscas tenían encima. El hedor era tan fuerte que era visible. 

Mark volteó sobre su cuerpo, dando la cara a su hermano. 

—¿Eres tú?— preguntó.

—Sí, soy yo. ¿Tú eres tú?

—Soy yo.

Jeno sonrió.

—Bien. 

—Bien. 

Habían tenido una larga noche pero nunca en su vida se les había ocurrido tirarse a dormir en medio de una masacre, así que supusieron que alguien los había dejado inconcientes. Mark tuvo que exorcizar a la pareja homicida. Habrá sido eso. Porque sabe que no liberó esos cuerpos ahora putrefactos de simples entidades malignas. No. Fue de algo mucho peor. 

Jeno se levantó y tiró de la mano de su hermano para que hiciera lo mismo. Miraron a su alrededor. No había nada más que destacar. 

Excepto quizás la fantasmagórica aparición de Chenle.

—Pedazo de idiotas— les insultó.

—Virgen santísima, ¿te tengo que exorcizar a ti también?— Mark soltó a Jeno para cruzarse de brazos. 

Chenle se masajeó las sienes fantasmales. 

—Exorcizar era una cosa. Sin embargo, ustedes dos tuvieron la audacia de enfrentarlos— miró a Mark con el ceño fruncido—, ¡Y sacarles los ojos! 

Bu [johnmark] [norenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora