Capítulo 18

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Papá ha muerto. El señor Lee, progenitor de los mellizos. No se sabe cómo pero lo han enterrado hoy. Y la mujer, que observa la sepultura sin derramar una sola lágrima, se ha quedado viuda. Debe encontrar un marido, porque ella es joven y los niños son pequeños. Necesitan una figura masculina que los guíe por el buen camino. Eso dice la sociedad, y quién era la señora Lee para llevarle la contraria a cientos de miles de personas.

Los sepultureros allanaron la tierra con el envés de la pala. Los pocos familiares que asistieron palmean a la mujer y a los niños. Se van como si nada. Realmente a nadie le importa si están bien o si mañana desaparecen de la faz de la tierra. 

Jeno abraza la pierna de su madre. Mark le aprieta la mano. Ella le sonríe a ambos. 

—Debí haber actuado antes, Markie. Ojalá algún día me perdones. Ahora, escuchen bien— se arrodilla frente a los mellizos—. Ustedes son hombrecitos así que no creo que les toque hornear— Jeno levanta una ceja, llevando la contraria desde su infancia— pero si alguna vez les toca, y la persona que va a comer es muy, muy mala, recuerden: hagan una tarta de manzana y póngale el polvo especial de mamá. El polvo de semillas de manzana que mezclé con azúcar morena. Y dejen las semillas. Dejen todas las semillas. 

Jeno y Mark asintieron lentamente. 

Mamá se casó con un hombre repugnante. Él ponía comida en la mesa y por eso lo mantuvo, además de que no tocaba a sus hijos, solo al suyo. Chenle estaba acostumbrado al maltrato. A los mellizos no les gustaba los abusivos pero, Mark no pudo pasar mucho tiempo protegiéndolo como Jeno. Su mamá lo obligó a ir a la Iglesia. 

El sacerdote Park lo sentó frente a él en uno de los banquillos en frente del Jesús crucificado y escuchó sus pesares. Cosas que no lo dejaban dormir de noche.

—Perdóneme Padre porque he pecado— dijo. 

Le contó sobre su difunto padre, lo que le obligaba a hacer cuando estaban solos. Y el sacerdote mantenía un rostro tan sereno que hasta creyó que lo comprendía. 

—Tu cuerpo es un templo de Dios, Mark. Y a él le perteneces— puso su mano en su muslo y lo apretó—. Así que has de cuenta que yo soy Dios, y dime que eres mío.

Se hizo monaguillo del sacerdote Park a cambio de su inocencia. Él no quería pero ella parecía tan contenta. Si no se enteraba no le haría daño. 

No obstante, Jeno se enteró y por poco deja la casa sin vajilla. Nunca lo vio comportarse de esa manera. Agresivo; agresivo frente a una mujer. Tiró vasos de vidrio a milímetros de sus pies, le gritó obscenidades, estampó platos contra la pared cerca de su rostro. 

Los mellizos se pelearon por primera vez ese día. Mark golpeó a Jeno en las mejillas, una y otra vez. No se hablaron por meses. Chenle luego logró que hicieran las paces.

El sacerdote dejó tranquilo a Mark cuando él empezó sus estudios para convertirse en uno. Por fin, dentro de poco, tendría a un Mark maduro para él solo. Pero pasó lo de Seo's.

Dios bendiga la dulce tragedia. 

Una balacera envía al infierno a más de un integrante de la alta alcurnia. Mark corre hacia el sacerdote Park y se abalanza sobre él. Ambos ruedan por el suelo. Mark queda arriba y lo inmoviliza.

—¿M–Mark?— Chenle balbucea—. Mark, creí que te habías rendido. Creí que ya nadie me buscaba.

—Yo dudé. Jisung no. 

—Jisung...— Chenle sonríe hacia el techo. Cierra los ojos. 

El sacerdote trata de ahorcar a Mark. Este golpea su nariz e imita la acción. Ciñe sus manos alrededor del profano cuello del sacerdote, clava las uñas de sus pulgares en su laringe. 

Bu [johnmark] [norenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora