Capítulo 7

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En Filadelfia, en la comisaría sesenta y tres al ver que Camila Cabello no se ponía en contacto con ellos, volvieron a llamar a su casa. En esa ocasión Teresa, la mujer de servicio, les proporcionó el teléfono del despacho.

—Buenos días, despacho Jauregui & Cabello, ¿con quién desea hablar?—

—Buenos días, con la señora Camila Cabello por favor.—

Tras esperar unos instantes, una nueva voz contestó.

—Dígame.—

—Preguntaba por la señora Camila Cabello.—

—¿De parte de quién?—

—Peter Crowne, de la comisaría sesenta y tres de Filadelfia.—

—Un momento, por favor.—

Elora, la secretaria de Camila, la llamó por el teléfono interno. Justo en ese momento Camila se disponía a salir hacia el despacho.

—Pídele que te deje su teléfono. Luego le llamaré.—

Camila cogió su carpeta y mientras ordenaba los papeles que quería llevar al juicio sonó de nuevo el teléfono.

—Disculpe, señora Cabello —dijo Elora—. Pero el señor Crowne insiste que se trata de un tema importante. Algo sobre el accidente de un Mitsubishi.

A Camila se le heló la sangre, se quedó paralizada pero respondió con decisión.

—De acuerdo, pásamela —y sentándose contestó con un hilo de voz—. Buenos días, Camila Cabello al habla.

—Buenos días, señora Cabello, mi nombre es Peter Crowne —repitió por cuarta vez aquella mañana—. Le llamaba porque su coche ha sufrido un accidente. Le hemos podido localizar gracias a los papeles que estaban a su nombre.

—Por favor, dígame ¿qué ha pasado? ¿Están Nicole y los niños bien? — preguntó nerviosa.

Sin querer revelarle más de la cuenta el hombre indicó:

—Sería mejor que viniese aquí a Filadelfia. Solo puedo decirle que están en el Hospital Meison.

A Camila le invadió una angustia atroz. Un calor terrible le entró por el cuerpo y sin poder evitarlo insistió.

—De acuerdo, iré, pero por favor respóndame ¿están bien?—

El señor Crowne sabía por experiencia que era mejor no alarmar, así que se limitó a repetir.

—Sinceramente no lo sé, señora Cabello. Solo sé que debe venir cuanto antes.—

Con las manos temblorosas Camila consiguió decir:

—Cogeré el primer vuelo. Iré directamente al hospital.—

Al colgar el teléfono todo él temblaba. ¿Qué les habría pasado a Nicole y los niños? En ese momento la puerta de su despacho se abrió y entró Verónica .

—Vamos, Camila. Salimos para los juzgados.—

—No puedo ir. Salgo para Filadelfia ahora mismo —replicó en un hilo de voz, totalmente desconcertada.

Vero la miró extrañada.

—¿Filadelfia? Pero ¿no tenías que ir mañana?—

Camila apenas podía responder, mientras se apresuraba a enfundarse la chaqueta.

—Vero, no te puedo contestar… ahora no. Ocúpate de mis juicios, por favor. Si tú no puedes, por favor, díselo a Jonathan o a Halsey… yo… tengo que irme.

—Espera ¿qué ocurre? —la detuvo , asustada al verla así.

—No tengo tiempo de contarte ahora, ya te contaré a la vuelta

—contestó desesperada y sin hablar más de la cuenta.—

Sin más, se precipitó hacia la salida y cogió un taxi que le llevó directo al aeropuerto. Cuando volaba hacia Filadelfia, no pudo evitar derramar unas lágrimas aún sin llegar a entender lo mucho que iba a cambiar su vida en adelante.

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Las Princesas Azules también DestiñenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora