Capítulo 16

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Camila y Vero alquilaron finalmente un pequeño local en Honolulu donde abrieron su propio despacho de abogados y, desde un principio, funcionó bien. Contrataron a Honey, la hija de la señora Talula, para que les echara una mano en la casa y con los niños, y la vida comenzó a funcionar.

Un día, sonó el teléfono del despacho y al cogerlo Verónica sonrío al reconocer la voz de Ollie. Habló con ella durante un rato y se la pasó a su madre.

—Hola, princesa —saludó Camila con alegría.

—Hola ma, ¿qué tal todo?

—Estupendamente ¿y tú qué tal tesoro?

—Bien, aunque aburrida. Estoy harta de estudiar para los exámenes, menos mal que solo me quedan dos para terminarlos.—

Camila, levantándose para mirar por la gran ventana dijo mientras hablaba:

—Venga, que tú puedes con eso y con más. ¿A qué se debe esta agradable llamada?

—Pues…

—Cariño ¿pasa algo? —preguntó preocupada.

—No, ma tranquila, es solo que he estado pensando que cuando termine los exámenes me gustaría muchísimo ir a ver tu casa y conocer a esos niños. ¿Puedo ir?

Camila enmudeció. Llevaba meses esperando aquel momento.

—Pues claro que puedes venir, tesoro. Mi casa es tu casa —sonrió feliz—. Cuando quieras, como quieras y el tiempo que quieras, ¿tu hermana vendrá contigo?

Durante aquellos meses Cat no había querido hablar ni una sola vez con su madre. Pero Camila, a pesar de todo, siempre lo intentaba. Era su niña y tarde o temprano volvería hacia ella.

—No se lo he comentado, ma. Si se anima que se venga. Pero vamos… yo sí que quiero ir aunque ella no quiera.

Al otro lado del teléfono Camila sonrió feliz.

—Sin ningún problema, ¿cuándo terminas los exámenes?

—La semana que viene. El jueves es el último.

—Pues si quieres el viernes o el sábado te coges un avión y yo te espero en el aeropuerto de Honolulu y… —pero se detuvo al pensar en Lauren y preguntó—. ¿Se lo has dicho a mamá?

Ollie sonrió. En aquellos meses había tenido muchas conversaciones con su madre y sabía lo que pensaba al respecto, así que contestó:

—No. Pero sé que no pondrá ninguna objeción.—

Camila se moría de ganas de preguntarle por Lauren. Nunca había estado tanto tiempo sin hablar con ella y menos aún sin verla. Pero no debía levantar falsos anhelos y prefirió callar.

—Tienes razón, cariño. Pero coméntaselo y luego me llamas y te organizo el viaje. ¿Te parece bien?

—De acuerdo, ma —aplaudió la muchacha—. Ahora te dejo que voy a seguir estudiando. En cuanto venga mamá se lo comento y te llamo. ¿Vale?

—Por supuesto, cariño. Esperaré tu llamada.

Cuando colgó el teléfono, Camila sonrío al pensar que sus hijas, o por lo menos Ollie, vendrían a su casa y conocerían a sus hermanos. Seguro que los más pequeños iban a estar encantados de tener más gente a la que querer.

Aquella noche, Ollie la llamó y le confirmó que Lauren no había puesto ninguna objeción, pero que Cat no quería ir. Camila se apenó al oír lo de su hija mayor, pero su alegría retornó cuando Ollie empezó preguntarle sobre qué debía llevar para estar una semana con ellos.

Las Princesas Azules también DestiñenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora