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Lo amaba con locura.
Él ni siquiera lo miraba.

Un metro setenta de pura belleza; según la caracterización que hizo Brahms en una noche de insomnio; los ojos más hermosos que había visto en la vida, unos ojos claros con aquel toque bello de verde gélido que lo calentaban más que el infierno.

¡Ni mencionar su rostro! Aquella nariz enrojecida y sus pecas hacían enloquecer al chico británico.

Se preguntaba cuántas veces había fantaseado con acariciar sus mechones castaños mientras sentía enrojecer sus mejillas recordando la primera vez que lo vió.

¿El problema? Pensaba qué Billy ni siquiera sabía de su existencia.

Reconocía que sus emociones habían estado mal y qué también estuvo destrozado durante un largo tiempo por aquel horrible sentimiento de traición que le dejó su ex novia, Greta, la persona por la qué sintió por primera vez un amor tan puro y lindo; sin embargo, lo había superado, logró salir de aquel vacío cómo pudo, la traición y el sentimiento de desamor por parte de la chica fomentaron gran parte de su desconfianza.

¿Pero no tenemos nada que perder, cierto?

Entre la muchedumbre Brahms logró escabullirse, realmente no le gustaba entablar amistad, su único amigo era Malcom, que por cierto, no veía por ninguna parte.

Decidió sentarse en un lugar apartado de los demás mientras buscaba con la mirada a su amigo, pero algo, o más bien alguien, hizo que su atención se posara nuevamente en Lenz, contemplandolo.

Así siguieron los últimos segundos hasta qué una voz lo sacó de su trance.

- ¿Podrías regresarle la ropa al pobre hombrecillo? Brahms, te lo comes con la mirada.- Anunció Malcom.

Sintió palidecer.

- ¿Qué te sucede?. - gritó en un susurro con los ojos bien abiertos.- ¿Quieres que todos se enteren?

- Tú lo haces obvio. - respondió. - Si lo sigues mirando de esa forma sólo lograrás asustarlo, si te gusta solo dile.

- Ni si quiera sabe que existo.-

- Con esas miradas tan penetrantes debe de saberlo, no creo que sea tan estúpido.- se levantó.- Cómo quieras. - dijo el pelinegro, dando media vuelta mientras miraba hacía cualquier dirección del aula buscando con quién hablar.

Brahms siguió con su cometido de seguir apreciando al chico del suéter de lana negro.

Después de largo tiempo el horario escolar terminó, miró por última vez al castaño y lo siguió con la mirada hasta que despareció por la puerta del aula y, por lo bajo, lanzó una maldición.

- No entiendo por qué Einstein estaba relativamente empeñado en complicar mi sencilla existencia.- salió acompañado de su mejor amigo.

- Te apoyo, no es un buen estimulo para la creatividad.- dijo Brahms riendo.

Salió acompañado de Malcom, tenían la costumbre de acompañarse hasta que sus caminos debían de separarse.

Malcom solía ser un poco molesto aunque siempre lo apoyó, le tenía un gran aprecio y confianza, sólo que no sabía cómo decirle que había estado conviviendo con la soledad de la mansión en la que vivía, no sabría como expresarlo, se sentía sólo.

Los colores serios de su vivienda lo hacían sentir cómo si nadie viviera allí

- ¿Y minibrahms?.- golpeó a su amigo con el codo.- ¿Duerme contigo todas las noches?

- No jodas. - respondió.

La existencia del muñeco era todo para sentir que aún contaba con la compañía de sus padres cuándo estos aparecían de vez en cuándo. Los señores Heelshire solían viajar mucho.

Volvió a sus pensamientos mientras se percató de que debía de caminar lentamente, cuidando que la tierra aún húmeda no se pegara en sus zapatos. El precio de vivir en un lugar tan apartado cómo lo es el bosque, al menos tenía lujos.

¿Cierto?

-Bueno, me voy. ¿Necesitas algo más? Estás muy distraido, pareces muerto.

¿Estar muerto era no querer regresar y estar sólo en casa?

-No, nada, gracias. ¡Ah! Qué no se repita lo de hoy. - su última petición sonó casi cómo una súplica.

Se hizo un silencio muy breve en el que sus miradas se cruzaron. Malcom había percibido el tono de seriedad en las palabras de Brahms. Pero se limitó a decir:
- Alguien debe de darte una mano, te veo mañana.-

Caminó sin querer volver, cuándo llegó lo único que pudo escucharse fue el sonido de la puerta haciendo eco por cada rincón habido y por haber en la mansión, subió sin ánimos las escaleras hasta que entro a cualquier habitación, fuera la suya, la de sus padres o incluso una de invitados, no le importaba.

Se tiró sobre el colchón haciendo que esté saltara y sintió la suave tela del cojín tocar la piel de su mejilla, entonces se rindió ante la pesadez de sus ojos suplicantes por cerrarse y descansar.

- ¡Pero él me seguía con la vista! Fue extraño.- mencionó Lenz sin regular su tono de voz.

- Si, pude notarlo Billy...- soltó una pequeña risita.- Ese enamoramiento habla muy bien de Brahms, ¿Verdad?

-Oh, por supuesto, aunque...no es mi tipo...yo...-

- Sí, me di cuenta.-

-¿Cómo?.-

- Brahms es un chico callado, y tranquilo hasta dónde parece ser, da la impresión de qué depende de sus padres. Al parecer viajan mucho. Definitivamente todo lo opuesto a ti.-

-¿De qué hablas?.- dramatizo tocándose el pecho.- Yo también soy tranquilo y un buen chico.- levanto una ceja.

El silencio reinó y comenzaron a reír.

-Espero que pronto arregle su manía de acosar a "chicos callados".- dijo Lenz.- Aunque debo de admitir qué no me molestaría qu-

- Entiendo, no hace falta qué me describas cada detalle.- dijo Jess interrumpiendolo.- Al menos mañana podrás descansar de Brahms.

La pelinegra tenía razón, Brahms no parecía ser un mal chico, en este caso Billy sería el mal partido para Heelshire, pero a este no parecía importarle.



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-Cómo ya lo notaron es un AU escolar, imaginen a Billy y a Brahms cómo adolescentes. 🤍-

- Sam🌈

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