Capitulo 8

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Giovanni Ferrara

Siempre vuelve a mi, aún así y le acabe de decir a su novio que lo ama, siempre vuelve a mi. Somos como imanes.

Se lo que ella quiere y es algo que yo también deseo desde que llegue a Colombia, es más, desde el primer momento en que la vi.

José *mi agente y personal de seguridad* está en la finca de los Turizo y me acaba de informar que Manuel no está solo, de hecho está con una muy buena compañía. Tener información es más valioso que tener poder y voy a usar eso a mi favor, no es justo que se burlen así de Valentina.

—Lo siento señor Ferrara, estaba buscando el baño.— dice bajando la cara para que no note sus mejillas rojas.

—¿Buscando el baño?—enarco una ceja—¿en tu propia casa?

—Tengo años sin estar aquí, no recuerdo la ubicación de todo.

—Pasa—digo haciendo un ademán para que entre—hay una baño muy amplio en mi habitación, creo que en la tuya igual pero si quieres usar el mío está bien.

No duda en entrar a la habitación buscando el baño. Entra y me acuesto en la cama esperando a que salga.

Valentina Torres
Uno de mujer siempre sabe cuando llega la hora de estar con un hombre, aunque anteriormente ya estuve con Giovanni, estoy nerviosa como la primera vez.

Buscando el baño en mi propia casa, los nervios hacen que digas cosas sin sentido. Entre al baño solo para despejar mi mente y mis ideas.

Me mire en el espejo y acomode mi cabello. La pijama de seda cae sobre mi cuerpo resaltando mis pechos. No traigo sostén ni bragas.

Salgo del baño pasando por enfrente de la cama sin mirarlo, solo siento su mirada sobre todo mi cuerpo y eso hace que se me ericen los pezones.

—De nada—dice Giovanni con su acento italiano.

—Gracias, señor Ferrara— digo abriendo la puerta—gracias por dejarme usar su baño.

—De nada, señorita Torres—dice sentándose al borde de la cama—que tenga buena noche.

Pongo un pie afuera de la habitación pero me detengo cuando escucho mi nombre.

—Valentina—dice haciendo una pausa—¿me vas a dejar así? —dice mientras volteo y veo su gran ereccion sobre el pantalón gris de pijama que trae.

Mis mejillas se ponen rojas y mis pezones se endurecen a punto de explotar, mis cerebro dice que aparte la mirada pero no puedo. Se que quise esto desde que empezó el día, pero ahora que lo tengo solo para mi, mi cuerpo no reacciona.

—¿Valentina?—dice sacándome de mis pensamientos.

—¿Giovanni?—digo pasando saliva y mordiéndome los labios inconscientemente.

—¿Estas consiente de que no puedes entrar en mi habitación con esa pijama que desearía arrancarte? Mira como me tienes y no te molestas en mirarme—dice tocándose la ereccion.

Lo quiero dentro de mi, ya.

—Lo siento.

Se levanta de la cama caminando hacia mi, el espacio entre nosotros cada vez es menor y me doy cuenta que lo tengo frente cuando siento su ereccion contra mi abdomen.
Miles de sensaciones despiertan y viajando sobre mi cuerpo.

—Te voy a follar tan duro que vas a gritar mi nombre—dice susurrando en mi oído.

Acto seguido comienza a besarme tan apasionadamente que se siente la lujuria, el veneno y el deseo en cada uno de sus besos. Lleva sus manos a mis pechos jugando con ellos y mordiendo mis pezones.

Suelto gemidos al aire haciendo que la ereccion de Giovanni sea cada vez más dura.

Sus manos viajan a mi trasero, lo aprieta, me da nalgadas, mis gemidos aumentan y eso que ni siquiera me ha penetrado, este hombre me prende solo con su tacto sobre mi piel.

—No sabes cuánto deseaba tenerte así, tan mojada, tan lista para mi—dice pasando su mano sobre mi intimidad.

A ver, tengo veinte años, no es que sea la persona más experimentada en el sexo, solo he estado con tres personas. Con Manuel todo era color de rosa, delicado y bonito.

La primera vez con Giovanni fue igual, delicada, bonita, romántica. Pero el Giovanni lujurioso que tengo embistiéndome, me encanta.

—No se como no te conocí antes—dice dejando besos mojados sobre mi cuello.

—Tal vez solo porque soy prohibida me deseas tanto—digo pasando mis manos por su cabello.

Se detiene dejándome a medio gemido, lo trato de empujar hacia a mi para seguir con la embestidas pero este no cede.

—Valentina, aún así fueras libre, siempre te voy a desear mi bella.

Lo atraigo a mi boca besándolo apasionadamente, sus embestidas continúan y mis gemidos se quedan atorados en nuestras bocas.

Muerde, toca, besa, un patrón que me encanta que siga. Me pongo al mando, estoy encima de él, saltando sobre su grande e italiana verga, nunca creí que a mis veinte años estaría disfrutando tanto estar encima de un señor de treinta y nueve.

Llegamos al punto donde mi cuerpo se desconecta de mi mente, haciendo que mis fluidos salgan y mi cuerpo se erice.

Me acuesto a un lado de Giovanni y este me abraza contra su pecho.

—Me encantas bella—besa mi frente—te quiero toda la vida conmigo.

No se que responder, solo me limito en besarlo de nuevo.

Me levanto hacia al baño para asearme y peinar un poco mi cabello. Giovanni de aparece detrás mío y comienza a dejar besos húmedos en mi cuello. Acto seguido me gira quedando frente a frente.

Nuestros labios se unen en un beso corto. Giovanni entra a la ducha y no dudo en seguirlo. Solo hubo miradas y toqueteos.

—¿Tienes algo de ropa que puedas prestarme? —digo envolviéndome en las sábanas ocultando mi desnudez.

—Valentina tu habitación está enfrente—dice secándose el cabello.

—Lo se, pero no puedo salir desnuda de la habitación del señor con que se no tengo nada que ver.

—Eso cambiaría muy pronto—dice besándome la mejilla—muy pronto mi querida bella.

Acto seguido busca en su closet una playera color gris demasiado grande para mi.

—Gracias—digo poniéndome la playera.

—No hay de que.

—¿Tienes hambre?—muero de hambre, después de un buen polvo siempre es bueno comer.

—Aunque no lo creas, me dejaste cansando y hambriento.

Son las dos de la mañana, podemos andar por la casa sin cuidado de que alguien nos vea.

Salimos de la habitación, yo solo estoy usando su playera sin sostén mi bragas y el trae el mismo pantalón gris de pijama, vamos los dos descalzos y caminado de puntitas para no hacer ruido.

—Valentina—dice susurrando—¿te cargo para llegar más rápido?

Me alza en sus brazos para bajar las escaleras, entramos a la cocina y Giovanni me sienta en la isla de la cocina. No pierde tiempo y abre mis piernas rozando sus dedos en mi intimidad, besa mi cuerpo al mismo tiempo en que sus dedos recorren mis pliegues.

—Giovanni aquí no—suelto entre jadeos.

—Te voy a hacer mis en todos los lugares en los que estemos los dos solos.

Continúa besándome hasta que escuchamos una voz que nos deja a los dos en shock.

—Asegúrate que estén completamente solos—dice David—no comen enfrente de los pobres.

Xoxo.
F.

Culpables | Manuel Turizo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora