Cuenta la leyenda de la vieja Hungría, una hija de descendencia real, con abuelo como Conde, de nombre temido y en boca de todos rehuido, quién nadie se atrevía a nombrar, ni tan si quiera a pensar en su presencia, por miedo al mal augurio que ello suponía.
Una maldición eterna, contaba el pueblo las noches de luna llena, perseguía a la familia del Conde, los cuales quedaron hartos de su mala fama y los escalofríos que su presencia provocaba en mujeres, hombres y niños. Desesperados, los descendientes directos, intentando alejarse de sus terribles antepasados cambiaron su nombre por el de Tsepesh. Aun que para algunos, ya había sido tarde.
Fingiendo un nuevo comienzo, borraron sus marcas y gritos del pasado.
Pero todavía hoy en día la gente del pueblo recuerda tras muchas generaciones, al hijo del Conde Darcul, apodado Mihnea "el Malo", quien casándose con Voica, trajo al mundo tres hijos, que no dudaron en seguir los pasos de su padre, y pronto, la maldición de su abuelo, les sobrecogió a ellos también.
Mircea II, el menor de los tres, se casó con María Despina, en un desesperado intento por tener una familia que fuera ajena al linaje y la perdición que su familia arrastraba.
María Despina, enterada de lo que supondría tener hijos con Mircea II, se negó a darle un descendiente. Pero una noche, mientras en las afueras del palacio diluviaba, Mircea II, hizo uso de su poder, y utilizando la fuerza y unos fuertes brebajes, dejó en María un descendiente, más hijo de la mala fortuna y la miseria, que de su madre.
Petru se llamó aquel hijo del maldito Mircea. Y para que pesara por siempre en la cabeza de su padre, María, dejó abandonado al niño, en los bosques del castillo para que las fieras de la noche acabaran con él. Después volvió al palacio, y en mofa al desperado intento de Mircea II por averiguar donde había escondido a su hijo, María se suicidó en los aposentos donde el crío había sido engendrado cortándose el cuello con una daga.
Petru fue hallado por un caballero de la corte de su padre. Lo recogió de entre unos matorrales, a los que alguna fiera lo había arrastrado para esconder su presa. Petru lloraba desquiciado por culpa de la soledad y el frío que atenazaban sus huesos. El caballero entregó a Petru a los brazos de su padre. Este maldijo a su difunta esposa por haber abandonado al pequeño a su suerte, y mandó a todos los médicos de la corte que se hicieran cargo de las heridas del pequeño. Aunque poco pudieron hacer por salvar su pierna derecha. Y aun que lograron curar la herida, una cojera le sirvió de identificación a ojos del pueblo, quiénes lo conocía por Petru el Cojo.
La desgracia y la deshonra de haber tenido a un único heredero, y que este estuviera lisiado, llevó a la locura a Mircea II, quien rogó a sus hermanos mayores, Milos y Ruxandra que acabaran con su vida, y borraran de la familia el nombre de Mircea II que tan nefastamente había manchado el honor de la familia Dracul. Sus hermanos, se negaron a acabar con ella, pues la vida que tenía era el castigo que merecía por no haber escuchado las advertencias sobre la maldición de la familia.
Mircea II, volvió a palacio e hizo jurar a sus más fieles caballeros, que en defensa de su honor, le permitirían acabar con su vida, y le enterrarían a las afueras del muro del palacio, señal de su castigo, y su inmerecido lugar en campo santo donde descansar en paz.
Y así lo hicieron sus caballeros.
Petru el Cojo fue conocido rápidamente en todo el país por sus múltiples torturas a aquellos que no le eran fieles, o que se atrevían a retarle mofándose de su cojera. La más famosa, y su favorita, fue el pago con la misma vergüenza para aquellos que se rían de él. Petru en persona, tomaba su propia espada, la calentaba en las brasas hasta que el hierro enrojecía, entonces hería en la pierna derecha al condenado. Retorcía el metal ardiente dentro de la herida hasta que el preso se ahogaba con sus propios gritos. Tras lo cual, lo ataba a un árbol cercano a palacio, mandaba soltar a las fieras, que hambrientas, acudían en manada al olor de la sangre y la carne, y saciaban sus ganas con la presa fácil que su amo les había dado.
Aún que conocía más que de sobra, por sus tíos Milos y Ruxandra, la terrible perdición que supondría tener descendencia, se casó con una joven enamoradiza, llamada María Amirali. Se amaban locamente. Probablemente, aquella familia, no vería amor tan puro como el suyo. Pero en sus destinos no estaba escrita la felicidad. Y a una edad todavía muy temprana, la joven María fue arrebatada de los brazos de Petru, a causa de una gravísima enfermedad, sin cura alguna. Petru, en un arrebato de locura, herido y hundido por el dolor que suponía la perdida de su amada, mandó degollar a todos los médicos que no habían podido salvarla a tiempo.
Desesperado por volver a sentir el amor de otra mujer, aún que aún dolido por la pérdida de su amada María Amirali, mantuvo un matrimonio duradero con Irina la Gitana, una hija de otro conde de familia lejana. Tentado todavía por la soledad y el miedo de perder a Irina también, y olvidando la mala fortuna que supondría traer un hijo al mundo, dejó embarazada a Irina, quien deseaba con todas sus fuerzas ser madre junto a Petru. Dio a luz a un hijo varón. Pero tampoco estaba escrito en su destino poder ser feliz. Irina falleció en el parto, y antes de morir, rogó a Petru que cumpliera su última voluntad. Petru accedió, y como ella le había susurrado muchas noches en la cama, llamó a su hijo Stefanista.
De nuevo, aletargado por el dolor y la pena, y la necesidad de darle a su hijo una madre, se casó con una dama de honor de una señora de corte muy lejana. La dama se llamaba María. La cual guardaba un gran parecido con su anterior esposa, María Amirali, y el amor volvió a surgir entre ellos y volvió a dar sus frutos como condena.
María dio a luz a cinco hijos e hijas. Alexandru fue el primero, nacido con una malformación en el cráneo que le propició la muerte con pocos meses de vida.
La segunda fue María, llamada así por el recuerdo de Amirali. Pero como cruel broma del destino, murió a causa de una grave pulmonía.
En tercer lugar nació Mircea, el cual gozaba de una gran salud mental, y física. Fue considerado el regalo de los dioses.
Esperanzados por su repentina buena suerte, decidieron tener otro hijo. Y en cuarto lugar, nació Petra, de nacimiento tan prematuro, que sus pulmones, todavía sin formar del todo, no pudieron manterla con vida.
Mircea, Petru y María lloraron la pérdida de su hija.
En un último intento de darle una niña a María, y una hermana que proteger a Mircea, tuvieron un quinto hijo. Una niña, llamada Elena, que nació y creció sana y salva. Petru el Cojo y María la Dama, se consideraron afortunados de haber podido tener tales descendientes, y calmaron sus angustias y penas el uno en el otro.
Mircea y Elena, fueron los regalos de los dioses más bellos y sabios de toda la familia Dracul.
Eso pensaron ellos al haber escuchado el relato de su familia, como la tragedia, el horror, y el dolor, fueron de generación en generación, desde su antepasado Vlad Dracul, hasta su misma línea de linaje, al haber perdido a sus hermanos.
También fueron advertidos, desde muy niños, que su nacimiento había sido un regalo para ellos, un despiste de los dioses y su macabro juego. Pero no debían tentarlos, y muchos menos retarlos con algún matrimonio o descendiente, porque ello les supondría la más dolorosa y tormentosa desgracia.
Así, Elena fue educada por una nodriza a no amar a los hombres, a no enamorarse, y a respetar la voluntad que los dioses le imponían.
Mircea, fue preparado como un guerrero por su padre y su ejército, despejando de su mente el instinto carnal hacia una mujer.
O eso creyeron ellos.
ESTÁS LEYENDO
Dracul Tsepesh.
FantasiBasada en una historia real. Mucho tiempo atrás, corría por la vieja Hungria una historia de muerte y horror, una historia que mantenía al pueblo alerta en las noches de luna llena. Una historia que poco tenía de fantasía. La historia de una guerra...