Capítulo 2

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—¿Entonces Severus Snape, ese Severus Snape, fue al puesto de Albus y compro un par de guantes y unas galletas? —Preguntó Ginny mientras ella y Harry tomaban una taza de té en la madriguera.

Aunque Harry y ella no tenían problema alguno en ir por sus hijos a cualquiera de sus casas, Molly insistía en cuidar de ellos, y ellos solo querían que Molly fuera feliz. Además los niños parecían estar felices en la madriguera mientras sus padres trabajaban, y en el caso de Harry, buscaba una nueva profesión mientras ayudaba a su hijo en su puesto.

Aunque Albus solo había logrado conseguir 10 libras ese día, estaba bastante satisfecho con sus ventas. En los días que llevaban habían logrado conseguir cerca de 60 libras en ventas, lo que no era mucho considerando que los demás puestos habían logrado recaudar entre 100 y 200 libras por día.

—Fue extraño Gin, era casi... humano—Ginny rio entre dientes a eso—Hablo en serio Gin. Ok, ok, él es humano pero sabes a que me refiero—.

—Creo que la palabra que buscas Harry es "normal". Snape se veía normal—.

—Sí, eso. Se veía normal—Ginny sonrió ante la pequeña sonrisa que asomaba en los labios de Harry. Una vez que dejaron todo lo de su matrimonio como "una buena experiencia" y se decidieron a conocerse en realidad, resultó que Harry era ese mejor amigo que espero toda la vida.

Oh, no se confundía. Sabía que Hermione y Ron ocuparon ese lugar a la par durante los 7 años de Hogwarts, pero ellos dos compartían secretos, fortalezas y debilidades. Eso es lo que aprendieron uno del otro mientras luchaban por mantener a flote su matrimonio. Fue un fracaso, excepto por esos niños y su amistad.

Mientras Ron y Hermione, aunque querían, no pudieron apoyar a Harry con la sensación de que algo estaba mal con él, Ginny lo ayudo a darse cuenta de que sí, algo estaba mal con él, pero no era lo que esperaba. Harry quería tan desesperadamente encajar, ser "normal" que enterró sus más profundos deseos en su interior.

Nada que pudiera alterar lo que pudiera considerarse normal, esperado, clásico.

Harry ya tenía deseos por los hombres, pero en su afán de encajar, se convenció a si mismo de que le gustaban las mujeres y luego de una noche de sincerarse junto con una botella de Whiskey, ella y él aceptaron que habían vivido una mentira.

Luego de eso, la sanación de Harry, la sanación de ella misma y los niños fue algo muy sencillo.

Ginny sabía que Harry moría por el antiguo doble espía y profesor bastardo de pociones, pero aunque no entendía muy bien porque Harry gustaba de él, si él podía hacer feliz a Harry entonces ella lo apoyaba.

—¿Le preguntaste si tenía un día libre? —Preguntó Ginny luego de oír por enésima vez lo sexy que le parecía el pocionista a Harry.

—¿Eh? ¿Por qué le preguntaría algo así? —.

—Oh ¿No lo sé? ¿Para salir? —Harry parpadeaba como un ciervo a los faros de un auto—Harry, el hombre fue hasta tu puesto y me estás diciendo ¿Qué ni siquiera se te ocurrió invitarlo a salir? —.

Harry se sonrojo—Gin, ¿En serio crees que el hombre aceptaría una invitación mía? —.

—No lo sabrás si no lo intentas—Le dijo Ginny enfáticamente. Harry suspiro.

Conocía esa mirada y el tono de voz. Ginny no iba a aceptar un no por respuesta y además, mentiría si dijera que no estaba deseoso de ver si podía seducir al hombre, pero había una alta posibilidad de que el hombre rechazara su invitación.

—Gin, no sé si podría soportar un rechazo ¿Y si el hombre no está interesado? Quiero decir, estaba enamorado de mi madre, y aparte de lo perturbador de eso, no sé si el hombre batea a ambos lados—.

Ginny tomo un sorbo de su té y pensó unos instantes en eso. Finalmente, luego de lo que pareció una eternidad, Ginny tenía un plan.

—Sedúcelo—.

—¿Qué? —.

—Sedúcelo. O mejor dicho, coquetéale, hazlo que se pregunte lo que podría estarse perdiendo. Muéstrale que ya no eres el niño de Hogwarts sino un hombre deseable que, por alguna extraña razón, quiere estar con él—.

Harry suspiró—Quizás tengas razón—Dijo, sobándose detrás del cuello, claramente incomodo—¿Pero cómo lo hago? —.

Ginny lo miró de arriba hacia abajo y luego sacudió la cabeza, divertida de lo ciego que era Harry sobre muchas cosas, pero no podía culparlo, la mayor parte de su vida no tuvo a alguien que lo guiara en los puntos finos de las relaciones humanas.

—Para empezar, hay que renovar tu guardarropa—.

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Harry empezaba a arrepentirse de aceptar la ayuda de Ginny, ya que de alguna manera involucro a Hermione y a Molly en esto. Las tres mujeres estaban usándolo como su muñeco Ken personal ese día. Molly estaba trasfigurando varias piezas de ropa de Arthur mientras Ginny y Hermione cambiaban cosas como las mangas, botones y el color.

Chalecos, chaquetas, chamarras, abrigos, pantalones, gorros, guantes, incluso túnicas de invierno fueron probadas en su persona en todos los colores posibles. Harry no compartía la opinión de las chicas de que el rosa era un color adecuado para él. Sin embargo, estaba de acuerdo con ellas en que una buena gabardina hacía milagros con su figura.

Más era una esperanza vana de Harry el que está tortura estuviera terminando. Las tres mujeres lo arrastraron luego de esto hacía el Londres muggle, dejando a Fleur que estaba de visita en la madriguera a cargo de los pequeños.

Ella acepto cuidar con gusto a los niños por una buena causa.

La visita al Londres muggle fue solo una repetición de la escena en La Madriguera pero con el plus de la vendedora quién insistió en que Harry se probara una gabardina azul marino con detalles en verde botella.

Finalmente, Harry compro la gabardina porque, efectivamente, le quedaba bien, se veía bien en ella y era muy funcional. Compro no solo la gabardina sino algunas piezas más, en colores mucho más neutros que los que su "sequito" quería.

Harry ya estaba respirando más tranquilo cuando Hermione se acordó que cerca de aquella tienda de ropa había un salón de belleza y fue arrastrado por las mujeres hacia un lugar que estaba seguro sería combustible de sus pesadillas en los siguientes días. Si no fuera porque "Alberto" sabía su trabajo, hubiera pensado que fue una pérdida total.

Alberto, el estilista, había decidido hacer algo llamado "tratamientos" que consistía en untarle algo grasoso que resultó ser un químico, luego someter su cabello a calor, finalmente ponerle una serie de rulos y finalmente más calor antes de soltarle el cabello.

El resultado de todo esto fue que su cabello recordaba a los rizos de su difunto padrino de cuando era joven, pero con el toque rebelde de su cabello desordenado naturalmente. Sumado a la ropa, cuando salió del salón acompañado de sus amigas y madre adoptiva, fue que muchas mujeres, y algunos hombres, le miraban con poco disimulado interés.

Ginny, cuando finalmente aterrizaron en La Madriguera y el grupo se desbando, le dijo a Harry que fuera arreglado a partir del día siguiente al puesto con Albus. No sabía si podría cruzarse nuevamente con Snape, pero si había una posibilidad, Harry debía ir diario y arreglado como para atraer la atención del hombre.

Harry aceptó, aun pensando que quizás solo estaba dejando elevar demasiado sus pobres expectativas, pero bueno, si había un momento de milagros, eso era la época Navideña.

Un Regalo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora