Capítulo 5

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Si alguien le hubiera dicho a Harry como terminaría la cita, lo hubiera tachado de loco pero había sucedido lo impensable. Severus lo había besado y Harry solo atino a huir de ahí como si lo hubiera poseído algo. Ahora mismo Harry estaba lamentándose y gimiendo por su propia estupidez.

El inicio de la noche fue todo lo normal que se esperaba. Harry atravesó el flu y se encontró con Severus en su casa. El hombre ya no vivía en Spinner's End como imaginaba sino que había comprado una pequeña casa en un Sussex.

Desde su casa, Snape guio a Harry a un pequeño restaurante italiano que estaba a menos de 20 minutos a pie, de forma que no se vería raro que llegaran caminando y les daba algo de tiempo para platicar. Ambos hombres adquirieron la habilidad de Albus de hablar de todo y nada hasta que llegaron al restaurante.

La comida fue muy buena y el ambiente no era excesivamente romántico, pero tampoco era todo lo casual que podría pensarse. Era evidente que estaban en una cita, pero no tenían la presión de las velas, flores y música de violines, entonces estaban bien.

Cuando acabaron de comer, pidieron vino junto con el postre y las horas pasaron volando. No se habrían dado cuenta si no hubiera sido por el mesero que les dijo a ambos que el restaurante estaba por cerrar.

El regreso a casa de Severus fue bastante más animado que al principio de la noche y ambos hombres hablaban de tonterías mientras las luces de hada de las calles parpadeaban, dando un ambiente extrañamente romántico y menos navideño.

Harry culparía al vino por lo que sucedió frente a la puerta de Severus, porque de otra forma no se explicaba cómo fue que terminó de frente a Severus y este levantó su barbilla, obligando a Harry a mirarlo a los ojos. Lo siguiente que supo es que los labios de Severus cubrían los suyos y fue abrazado y presionado contra el duro cuerpo del hombre de forma deliciosa.

Aunque fue el mejor beso del que tuviera memoria, Harry entró en pánico y cuando se separaron, miro con horror a Severus y se Apareció de ahí hasta su casa. No vio la cara de desolación que Severus tenía cuando se encontró a si mismo a solas frente a su casa, y miraba con aire perdido el lugar donde Harry estaba tan solo un minuto atrás.

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Ginny sabía que algo malo había pasado cuando Harry actuó como zombi, al encontrarse con él. Saludo a Ginny pero eso fue todo. Molly y Arthur aun conservaban las habitaciones de sus hijos y Harry había tomado el ático durante un tiempo luego del fin de la guerra, así que se dirigió ahí de inmediato y no salió hasta el día siguiente.

Durante el desayuno se negó a hablar y ni siquiera Molly pudo sacarle algo diferente a "estoy bien" de sus labios.

Albus y él partieron a lo que sería el último día del bazar. Tanto Ginny como Molly sabían que debían actuar antes de que las cosas se salieran de control, como solía suceder cada que Harry se negaba a hablar.

Ginny llamó por flu al resto de la familia, solo las mujeres, y entre todas decidieron que tomarían esta situación en sus propias manos. Harían que Harry hablara en cuanto regresara a casa.

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Harry estaba decepcionado. Sabía que había actuado infantilmente, desapareciéndose luego de ser besado pero es que ese beso... ese beso despertó emociones fuertes en él, mucho más fuertes que el simple enamoramiento que creía tener. No, Harry sabía que un beso así era mucho más que un asunto casual, era el tipo de besos que querría recibir el resto de su vida.

Ese último día de bazar fue bastante soso en comparación a los días anteriores y Harry estaba seguro de que el breve lapso de interés de Snape se había desvanecido luego de la noche anterior. La confirmación era que Snape no se había presentado el último día del bazar. Albus debió adivinar el turbulento estado mental de su padre porque había estado inusualmente callado.

Un Regalo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora