Capítulo 4

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Harry estaba en la dicotomía de ir o no al bazar ese día. Por un lado, esperaba que la anomalía de que Snape se presentara al puesto se repitiera por una tercera ocasión. Por el otro, su hijo había amanecido con fiebre y vómitos.

No era algo que requiriera llevar a Albus a San Mungo, pero a la vez, tampoco era algo que pudiera delegarle a Molly cuando ella todavía tenía que cuidar a Rose, Hugo, James y la pequeña Lily. No era lo mismo cuidar a un niño enfermo que a varios sanos.

Mientras Harry estaba en esta dicotomía, Ginny llegó a casa de Harry para llevar a Albus a la Madriguera y se encontró con la situación de su hijo. A pesar de las protestas de Harry, Ginny insistió en quedarse a cuidar a su hijo, mientras Harry iba a atender el puesto, ya que Albus seguramente preguntaría quién estaba vendiendo sus galletas y tejidos.

Harry sabía que su hijo estaría preocupado por eso, así que a regañadientes aceptó y salió para el puesto.

Ginny sonrió pensando en que Harry era tan trasparente como el celofán.

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Harry estaba terminando de instalar el puesto cuando sintió más que ver, una familiar presencia detrás suyo, y no se decepciono al voltear y ver a Severus Snape, parado frente al puesto y sosteniendo lo que parecía una bolsa con unas cajas de almuerzo.

—Potter, ¿Y el joven Potter? —.

—Albus amaneció con fiebre y Ginny se ofreció a cuidarlo mientras me hacía cargo del puesto. Albus está decidido a juntar al menos unas mil libras antes del 23—.

Harry estaba terminando de acomodar la mercancía mientras Severus se ponía detrás del puesto y acomodaba las cajas de almuerzo en una caja vacía de mercancía—¿Por qué la fecha tan especifica? —.

—La maestra de Al dijo que las ganancias las irían a dejar el día 24 a los orfanatos y refugios de indigentes, otra parte iría a los bancos de alimentos y otro tanto a los refugios de animales. Entonces todos los niños pueden vender sus "productos" hasta ese día—.

Snape estaba sacando otra caja debajo de la mesa del puesto y ayudando a Harry a acomodar los guantes y gorros. Ambos hombres estaban sumidos en un incómodo silencio, pero que ninguno quería romper.

El resto del día fue igual de incómodo para ambos, sin la presencia amortiguadora de Albus que ya estaría hablando hasta por los codos y diciendo un montón de cosas que los dos hombres contestarían lo mejor que pudieran. Sin Albus en medio, solo quedaban un hombre en sus cuarentas con mucho equipaje emocional y un antiguo auror bastante nervioso y torpe en sus interacciones sociales.

Si no fuera por un hecho fortuito, otro más para sumar a la lista extraña de hechos ocurridos en días anteriores, su pequeño impase hubiera continuado hasta la eternidad.

La situación fue así. Harry se ofreció a ir por un par de bebidas calientes para acompañar las cajas de almuerzo que Snape había traído consigo, el almuerzo resulto ser pollo agridulce de un restaurante chino, Snape dijo que él podría traer las bebidas sin problemas e insistió que Harry atendiera el puesto, lo que era lógico ya que Snape no tenía don de gentes. Cuando Snape regresó con los vasos de ponche, había un hombre muy insistente pidiéndole una cita a Harry. Bastó una sola mirada de Snape sobre el hombre para que este se fuera casi huyendo a las colinas.

—Potter ¿Te encuentras bien? —Preguntó Snape cuando vio a Harry suspirar aliviado y sonreírle. Snape apenas tenía un pequeño tic en el ojo, y Harry no podía saber la devastación interna que aquella sonrisa le había provocado al hombre.

—Si, Snape, estoy bien. Gracias por ahuyentarlo—Harry tomó los vasos de las manos de Snape y los coloco en la mesa auxiliar donde comía con su hijo y recientemente, Snape también.

Harry pensó que fue una suerte que Snape apareciera cuando lo hizo y Snape pensaba en miles de formas de matar a aquel hombre sin nombre que había molestado a Harry. Sin embargo, se concentró en el hecho de que estaba a solas (al menos en su puesto) con Harry, una oportunidad que quizás no se repetiría en el futuro, inmediato o lejano.

—Potter...—Empezó Snape, pero no podía concentrarse porque Harry tenía salsa agridulce en toda la boca—Por amor de dios Potter ¿No conoces el uso de las servilletas? —Bufando, Severus tomó su propio pañuelo y procedió a limpiar a un asombrado Harry. Severus notó que había tocado de forma intima a Harry antes de abrir los ojos como lechuza y retirar el pañuelo de la cara de Harry—Me disculpo, no debí tocarte sin tu consentimiento—.

Snape estaba por levantarse cuando Harry lo detuvo, tomándolo de un brazo—Espera Snape, no me molesto—Dijo Harry atropelladamente. Si no fuera por los compradores y los vendedores de otros puestos, ambos hombres estaban seguros de que podría haberse oído el sonido de un alfiler cayendo.

—¡Sal conmigo! —Salió de la boca de ambos, torpe y apresuradamente. Ambos con las mejillas ardiendo de vergüenza ante la flagrante muestra de debilidad que ellos creían estaban mostrando, ambos queriendo patearse por lo patético que había sonado esa desesperada suplica.

Siendo el Gryffindor que era, Harry fue el primero en hablar—Yo... hablo en serio. Me gust...gustaría salir contigo—Harry bajo la cabeza y no se atrevía a ver a los ojos a Snape.

—Eh... sí, me gustaría... me gustaría salir contigo... Harry—Fue eso lo que aumento la determinación de Harry de voltear y ver a Severus. Lo que vio no es lo que esperaba.

Esperaba la mirada torva y malvada que había relacionado siempre al adusto profesor, pero no era eso lo que estaba en aquellos ojos negros sino una chispa de "magia". No la magia con la que trabajaban sus varitas, sino esa magia que da el mirar a alguien que te gusta. Harry lo supo, Severus Snape gustaba de él. No sabía si tanto como él sobre el hombre, pero había un interés genuino, algo con lo que trabajar, una oportunidad de poder seducirlo.

Harry retiro su mano del brazo de Snape... Severus. De ahora en adelante lo llamaría Severus. Severus sencillamente se sentó y ambos terminaron su almuerzo. El resto del día fue todo lo incomodo que se esperaba, pero ambos tenían una sonrisita tonta en el rostro cuando pensaban que nadie los estaba viendo.

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Ginny quería abrazar a su ex-esposo al mismo tiempo que quería estrangularlo. La razón es que llevaba horas escogiendo su ropa para su cita con Severus y ya había repasado todo su guardarropa por decima vez.

Ginny se alegraba sinceramente por Harry. Se merecía una oportunidad de obtener lo que deseaba y ella, siendo la buena amiga que era, sabía que era su deber ayudarle en todo lo que pudiera.

Cuando Harry llegó hace dos días, luego de haber estado "a solas" con Snape en el puesto, y viendo la cara de estúpida felicidad de Harry, supo que había sido un día excelente y que había avanzado en su "plan de conquista" con Snape. La fiebre de Albus fue sencilla de resolver y solo basto una poción para que el niño estuviera bien de nuevo.

Snape no regreso al puesto al día siguiente, pero ya no importaba, Harry tenía una cita con el hombre. Una cena en un restaurante italiano muggle, bastante cliché en opinión de Ginny pero quizás era bueno que fuera algo tan común. Ni Harry ni Snape parecían el tipo de personas que disfrutarían de un club nocturno.

A la onceava vez que Harry volvió a probarse la ropa, Ginny se hartó, ató a Harry con su varita, saco la ropa que lo hacía ver mejor y le dijo que se pusiera eso. Una vez que desato a Harry, le insto a irse a bañar, rasurar y demás en lo que ella dejaba lista su ropa.

Media hora después, Harry había sido usado como muñeco por Ginny y había sido "arreglado" por su ex-esposa. Sinceramente, Harry se preguntaba cómo es que cuando él intentaba arreglarse se veía peor, pero cuando lo hacía Ginny, Hermione o Fleur se veía mejor.

Ginny despidió a su ex-marido en el flu, y se fue a la Madriguera donde la esperaban sus hijos y su madre. Todas las mujeres que rodeaban a Harry sabían de la cita y esperaban de todo corazón, que la noche terminara en una nota positiva.

Era el día 22.

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